domingo, agosto 29, 2021
Entusiasmo
sábado, agosto 28, 2021
Excelencia
Un día pasarás
lunes, agosto 23, 2021
Desear y Creer
¿Por qué reza usted?
¿Por
qué estudia usted?
¿Por
qué compra usted un pasaje de avión?
¿Por
qué compra usted un billete de lotería?
¿Por
qué hace lo que hace?
Si
a diferentes personas hiciera éstas o parecidas preguntas, encontraría también respuestas
diferentes. Pero todas sinónimas de una sola: “El deseo de lograr algo en la
vida.”
Siendo
esto tan obvio, siendo que todos deseamos obtener algo, ¿por qué no desear el éxito
en su forma amplia y verdadera?
¿Por
qué solo se pide satisfacción de una necesidad, el logro de una ambición, y no,
el éxito en la vida?
La
respuesta tal vez esté en que no sabemos desear. Solo deseamos el dinero cuando
estamos necesitados de él. Solo deseamos la felicidad cuando nos aflige una
pena. Solo rezamos cuando tenemos la necesidad concreta de pedir a Dios.
Pero cuando ningún mal nos ataca de cerca, vegetamos en las diarias labores de nuestra vida sin desear nunca nada y sobre todo sin hacer nada constructivo para lograr cuanto anhelamos. ♥︎
Revista Sembradores
El verdadero sentido de la vida
Viktor Frankl, en el VI Congreso Internacional de Logoterapia (Buenos aires, septiembre de 1987), dijo: “el hombre está caracterizado, desde sus orígenes, por la búsqueda del sentido para su vida”. Hay que construir en nosotros “un impulso” que nos lleve a la superación de nuestro “egoísmo”. Se trata de la auto trascendencia, es decir, vivir por algo más que por nosotros mismos. La auto trascendencia es la esencia de la existencia humana. Hay que auto trascenderse para alcanzar los valores.
Cuanto
más se olvide el hombre de sí mismo, entregándose a una persona o a una causa, más
humano se vuelve. Cuanto más inmerso está en alguien o en algo diverso de él,
es más hombre.
¡Cuántas
personas vencieron la depresión porque encontraron en el trabajo el sentido de
sus vidas! Es muy raro ver deprimido o hastiado a un hombre que tiene a alguien
o algo por quien vivir. En el hombre, igualmente, un impulso de auto
trascendencia a Dios, el infinito. Para llegar a él tiene que auto trascenderse,
Dios es el único ser capaz de llevar al hombre a la perfecta y completa
realización
de sí mismo.
Las
causas del vacío interior, de angustia existencial, de sentido de la vida se
pueden reducir a dos:
1)
la pérdida del instinto y
2)
la pérdida de la tradición.
Contrariamente
a lo que sucede con los animales, los instintos no le indican al hombre lo que hay
que hacer. Al hombre de nuestro tiempo, la tradición no lo dice lo que debe
hacer. Con frecuencia, tenemos la sensación de que el hombre no sabe lo que
realmente quiere, porque va en busca de lo que los demás hacen, desea lo que ve
en los demás, quiere lo que los demás quieren. La gran enfermedad de nuestro
tiempo es la carencia de objetivos, el aburrimiento, la falta de sentido.
Ignoramos lo que queremos. No sabemos lo que sentimos. Nos faltan intereses inmediatos,
valores que nos motiven. Carecemos de objetivos claros. No somos hombres de ideales.
¡Muchas
veces experimentamos profundos sentimientos de hastío y vaciedad, de desamparo
e insatisfacción creciente que se trasforman en verdadera angustia! Son
frecuentes los casos de personas en cuyas vidas, aparénteme ordenadas, se
filtran, sin causa conocida, ansiedades difusas, sentimientos de vacío,
tendencias depresivas y estados permanentes de tensión.
El
asco y la tristeza hacen su aparición en nuestras vidas, cuando hacemos las
cosas por rutina, por hacerlas simplemente, cuando nos guían las apariencias y
no el conocimiento de lo que somos y hacemos, cuando no damos un paso para
mejorar nuestra conducta, nuestros modos de pensar, nuestras costumbres.
La neurosis del hastío es la neurosis de nuestro tiempo. El punto clave para destruirla es sencillo: adoptar un modo particular de lucha con ella, de manejarla y trabajarla. El algunas ocasiones los resultados positivos obtenidos no son completos. Esto se debe, sobre todo, a que ciertas personas no tienen el valor de enfrentarse a las situaciones, o no están dispuestas a asumir todas las responsabilidades de su vida.
En otros casos, los resultados positivos son completos. Cuando las personas se sienten motivadas para enfrentar los problemas, y dan los pasos necesarios para mejorar sus actitudes, el crecimiento es total en la vida familiar, en la vida espiritual y en los valores. Muchas veces las personas no enfrentan sus problemas y los proyectan en los demás. Entonces, los demás pasan a ser los culpables de sus problemas. Huir de sí mismos, no enfrentar los problemas existenciales y las inquietudes, aumentan el vacío y la falta de sentido de la vida.
La
falta de sentido de nuestra vida
Dar
sentido a nuestra vida es pensar, sentir y obrar por nosotros mismos, por el
dictamen de nuestra razón y nuestra conciencia. No esperar la canción, el tema
musical del momento o el “reality” que nos ayude a olvidarnos y a alejarnos más
de nosotros mismos. Tenemos que aprender a distraernos pero en el verdadero
sentido de la palabra, distraernos no de nosotros sino de la cotidianeidad, de
nuestras labores diarias. Dar sentido a nuestra vida es un motivo para ser
felices y hacer felices a los demás. Es elevar nuestra mirada y reconocernos
como criaturas maravillosas dando gracias al Creador por todos nuestros dones;
hasta por el sufrimiento que nos hace fuertes y nos ayuda a comprender y a
madurar. ♥︎
Revista Sembradores
Hacer el bien, ¡qué buen negocio!
El obrar ético o sea el deber de promover el bien, evitando y luchando contra el mal, es un postulado, un presupuesto indispensable de la convivencia humana. Pero, ¿cuándo un comportamiento es ético? ¿Cuándo se puede decir que se obra bien? ¿Cuándo se puede afirmar que algo es malo para mí o para la humanidad?
Todo ser humano debe tener claridad ética, debe encontrar para estos interrogantes, respuestas que satisfagan sus convicciones con base en razones objetivas y que al mismo tiempo sean aplicables universalmente.
Sócrates fundamentó su ética en el conocimiento. La sabiduría es la mayor virtud y la ignorancia el peor vicio.
Agustín de Hipona puso sus bases en el amor: “Ama y haz lo que quieras”.
Kant la fundamentó en el deber, y enuncia dos imperativos categóricos universales a saber: “Obra de tal manera que tu forma de obrar pueda convertirse en norma universal”, y “obra de tal manera que lo humano sea para ti siempre un fin, nunca un medio”.
Para algunos obrar bien consiste en obrar de acuerdo con la propia conciencia. Para otros seguir los propios deseos: el deseo es la medida del valor, no el valor la medida del deseo. No deseo algo porque es bueno sino que es bueno cabalmente porque lo deseo.
Nietzsche dirá que el valor tiene su origen en la voluntad de poder del hombre. Schopenhauer afirmará que el primer valor es la buena fe.
Para otros el criterio de valor es el interés: algo adquiere valor cuando es objeto de interés para alguien.
Encuentran otros el fundamento de la ética en la respuesta a los deseos humanos de placer. Es bueno aquello que produce placer y malo aquello que produce dolor. Buenos es aquello que gusta y malo aquello que disgusta.
Para otros el obrar bien se identifica con la búsqueda de hacer feliz al mayor número. Una sociedad buena es una sociedad promotora de la felicidad máxima posible para el mayor número posible.
Cimientan otros la moral en la efectividad. Bueno es aquello que produce buenos resultados. El criterio de moralidad es el éxito.
Fundamentan otros su obrar ético en los mandatos de un Ser Supremo. Es Dios quien establece lo que es bueno o malo. Obedecer a Dios es la norma universal de sus conductas.
Para algunos obrar bien es seguir las normas, pautas, creencias y leyes de una sociedad o de la autoridad legítima.
Otros llegan a buscar el comportamiento moral en los genes, en la conducta animal, o en las leyes naturales de la evolución.
Todas las anteriores respuestas son insatisfactorias ya que el comportamiento ético debe ser al mismo tiempo universal, humano y condicionado por las circunstancias.
¿Dónde encontrar pues el fundamento a nuestro obrar ético? En la misma naturaleza del ser humano individual y social. La respuesta no está en mundos lejanos a nosotros sino en nuestra naturaleza misma.
Siendo el ser humano el centro y resumen de toda la realidad, el supremo criterio e ideal ético es la autorrealización del ser humano en sus dimensiones personales y sociales.
Siguiendo a Spinosa, “en lo que sigue entenderemos por bueno aquello que sabemos con seguridad que es un medio para acercarse más a la naturaleza humana; por malo aquello que sabemos con seguridad que es un obstáculo para ello”. Seremos tanto mejores cuanto nuestra existencia se acerque más a nuestra esencia.
Siguiendo a Erich Fromm, diremos que “el bien consiste en transformar nuestra existencia en una aproximación cada vez mayor de nuestra esencia; el mal es una separación cada vez mayor entre existencia y esencia; mal es sinónimo de inhumanidad, es la pérdida que de sí mismo sufre el hombre en el intento de escapar la carga y el reto de su esencia humana”.
El mayor deber del hombre es llegar a ser él mismo, ser responsable de la propia existencia, y serlo al máximo, desterrando la mediocridad.
El mayor de los vicios es la irresponsabilidad consigo mismo y con los demás. La mayor virtud es asumir con responsabilidad la propia existencia como un compromiso de excelencia consigo mismo y con la humanidad.
Bueno es aquello que contribuye a realizar las potencialidades humanas y fomentar la vida. Malo es aquello que apaga la vida o frustra las aspiraciones humanas. Una sociedad es tanto mejor cuanto más aprecia la vida, la respeta y la favorece. Una sociedad que no ame la vida y todo lo humano está en fatal decadencia.
El primer bien es el fomento de la vida en sus dimensiones biológicas, sicológicas y sociales.
Pero ellos no basta. Siendo el ser humano además de un ser viviente un ser consciente y libre, morir como seres humanos es renunciar a pensar, a crear, a proponer, a criticar; ser credulones, hipotecar nuestro pensamiento al pensamiento de otros; renunciar por miedo o indiferencia o facilidad a decidir, entregando como borregos nuestras decisiones a la voluntad de otros.
El ser humano por esencia anhela también el amor y la solidaridad. A veces el ser humano odia, sin embargo nunca anhela odiar, en cambio si aspira amar. El egoísmo es antihumano y antiético; la solidaridad es una virtud humana.
El ser humano está por naturaleza llamado a la libertad. Obra mal y renuncia a ser humano quien renuncia a ejercer su limitada libertad. Es mala una sociedad donde los seres humanos no puedan decidir sobre su propio destino.
La ética está pues escrita en la misma naturaleza humana. Obrar bien es ser auténticamente humanos; obrar el mal es andar en contravía de la humanidad. ♥︎
Revista Sembradores
miércoles, agosto 18, 2021
El tiempo, mi amigo
Reflexionemos sobre uno de los mejores factores de éxito y felicidad de nosotros los humanos: “El tiempo, mi amigo”.
Los tratadistas sobre el tema del tiempo lo definen de diferentes maneras, pero una de las que más me agrada es la atribuida a ese gran inventor y líder que fue Benjamín franklin, quien dijo: “El tiempo es el material del que está hecha la vida”, desde el momento de la concepción hasta la muerte.
Es esa gran oportunidad que nos brinda el Creador para ejercer nuestro libre albedrío a través de la acción, de manera tal que podríamos afirmar que: administrar el tiempo es administrar nuestra vida, es decir que la calidad de vida que tenemos depende de la buena o la mala administración que le demos a nuestro tiempo.
El tiempo es también relativo respecto a la manera como lo medimos:
a) Cuando se mide con relación al disfrute y al
placer que proporciona (para los griegos es proporcionado por el dios kairos).
b) Cuando se mide con relación a lo que
producimos (dios kronos de la mitología griega).
En el pasado, y aún hoy día, en pueblos alejados del abrumador ritmo de los grandes centros urbanos, el tiempo se mide por el placer que produce su lento transcurrir a medida que se realizan las labores. Cuando se le preguntaba a un campesino que emprendía su viaje al próximo pueblo: ¿a qué distancia quedaba éste? Él respondía con alegría en su corazón: “Está a un tabaquito de distancia.” Es decir, el tiempo que duraba disfrutando el fumarse un cigarro.
En el pasado remoto se comenzó por medir el tiempo por el sol, después por el reloj de arena y posteriormente por los relojes mecánicos, que inicialmente solo controlaban las horas, después los minutos hasta llegar a los segundos, lo que a su vez permitió poner mayor énfasis en la productividad por unidad de tiempo, y se iba desestimando el disfrute y la felicidad que del mismo podría obtenerse, hasta llegar hoy día en las grandes urbes a considerar “lo corto del tiempo” como un generador de estrés.
Vale la pena en este punto recordar dichos cotidianos tan comunes como: “No me alcanza el tiempo”. “El tiempo pasa muy deprisa”. “No tengo el suficiente tiempo para hacer mis cosas por eso debo afanarme y correr”. “Me hace falta tiempo para descansar”. “Cuanto daría por tener una semana libre”. “Debo ahorrar tiempo”. “Estoy gastando mucho tiempo”, entre otras…
Los anteriores dichos en su sabiduría popular nos hacen reflexionar y recordar que contamos con todo el tiempo disponible: 24 horas cada día, y que el tiempo no pasa, sino que somos nosotros los que pasamos, que no puede ahorrarse, pero sí desperdiciarse con frecuencia y que es nuestro deber mejorar su administración.
La gran realidad es que nuestro éxito y felicidad en la vida dependen de nuestra habilidad para administrar bien este recurso no renovable que es el tiempo, el cual “pasa sin prisa, pero sin pausa”.
Hoy en día el reto que se nos presenta consiste en ser productivos laboralmente y al mismo tiempo disfrutar del placer del trabajo y el de vivir nuestra vida, administrando nuestro tiempo en las diferentes áreas de nuestro equilibrio vital: producción de calidad más satisfacción personal (armonía entre kronos y kairos).
Esto requiere planear y organizar la utilización de nuestro tiempo con la Inteligencia Genial que sugería Leonardo Da Vinci: sacando tiempo para cuidar:
1) Tu salud,
2) Tu familia,
3) Tu trabajo y dinero,
4) Tu intelecto y
5) Tu espíritu (trascendencia y holismo).
Afortunadamente hoy en día contamos con suficiente bibliografía, instrumentos de alta tecnología y seminarios talleres que nos permiten mejorar nuestras habilidades para auto administrar nuestro tiempo y nuestra vida, combinando las enseñanzas mitológicas de kronos y kairos, lo que nos proporciona un presente y un futuro más abundante, próspero y feliz.
Les deseo muchos éxitos, felicidad y la oportunidad de reflexionar sobre su gran amigo: el tiempo. ♥︎
Revista Sembradores
jueves, agosto 12, 2021
O servimos o se arruinan nuestras vidas
Los economistas se han quedado sin respuestas
Se han ensayado en el mundo entero todo tipo de recetas para lograr la prosperidad de las naciones: monarquía, dictadura, comunismo, capitalismo, fascismo, neoliberalismo, además de la globalización de mercados, mercados comunes, etcétera; y aun cuando algunas naciones han logrado la prosperidad, el deterioro de su tejido social ha sido lamentable. Por ejemplo, en el país "más rico" del planeta, los Estados Unidos de América, con el arsenal bélico más poderoso, la principal fuerza exportadora internacional, con un mercado de consumo incomparable por la capacidad de compra de sus habitantes, éstos —parece ser, por lo espeluznante de sus estadísticas de asesinatos, violencia, 1% de sus ciudadanos en las cárceles, el abandono de los niños, la desintegración familiar, en fin— no son los más felices del planeta. La conclusión: sus habitantes no sólo lograron sobrevivir, sino que han alcanzado una súper vida material; pero su esencia espiritual la olvidaron, a tal grado, que su capacidad de consumo ha consumido su esencia humana. Si observamos las condiciones de las naciones más ricas del mundo, tanto en América como en Asia y Europa, las conclusiones son similares. Si, por otra parte, analizamos a los países pobres, presenciamos el caos producido por el narcotráfico, la corrupción, la destrucción de los ecosistemas, la devastación de sus recursos naturales, en fin, realidades no menos dolorosas que las de los países prósperos.
En el tercer milenio de nuestra era, las cifras de la condición humana son alarmantes: tres cuartas partes de la humanidad viven en la pobreza; el Banco Mundial calcula que mil doscientos millones sobreviven con menos de un dólar al día. Nada más con el valor de la basura que arrojan diariamente los habitantes de Estados Unidos, lograrían sobrevivir 50 millones de seres humanos; 35 mil niños mueren diariamente en el mundo, tenemos el equivalente a un Hiroshima cada 3 días; de cada 100 latinoamericanos 63 viven en la miseria; cada 90 segundos se invierte un millón de dólares en armamento. La aberrante realidad nos muestra que para alimentar anualmente a todos los niños miserables del planeta se requieren aproximadamente 25 mil millones de dólares: la mitad de lo que gastan los países desarrollados en cigarrillos.
Si la realidad es tan terrible, sería una locura no intentar cambiarla. El ser humano tiene el talento de hacerse, deshacerse y rehacerse. Muchas veces nos hemos equivocado y el error representa la oportunidad de aprender y de corregir el rumbo; seguramente cuando incurrimos en él “ignorábamos que estábamos equivocados” y de no haberlo intentado nos habríamos privado de la oportunidad de aprender para evolucionar.
La sabiduría se adquiere a través de la experiencia, éxitos y fracasos debidamente asimilados. Contexto significa lo entretejido y nosotros somos el resultado de ese entretejido. En el pasado, la humanidad ha evolucionado gracias a los errores y aciertos logrados; no es ninguna casualidad que hoy tengamos mayor longevidad, más rapidez en la comunicación o nos traslademos geográficamente a velocidades vertiginosas. En fin, podemos estar ciertos de que el mundo ha evolucionado positivamente, aun cuando estemos viviendo en muchas partes del mundo cuadros dantescos de miseria y abandono.
Las soluciones no se encuentran en los sistemas económicos sino en las conductas humanas. La realidad nos ha confrontado con una verdad irrefutable: el gran enemigo a vencer está dentro de nosotros mismos; la auténtica crisis es una crisis de valores. En el ser humano están el problema y la solución. Nos hemos topado de frente con antivalores que en otro tiempo creímos que eran valores: la esclavitud, el feudalismo, las monarquías, el poder absoluto de las iglesias. Hemos tenido que transitar por caminos equivocados para saber que efectivamente lo eran y también los aciertos nos han conducido a descubrir valores que de hecho son principios naturales universales: el derecho a la vida, la libertad, la justicia, y muchos más que nos permiten vivir mejor hoy que en el pasado. Si deseamos modificar la realidad actual y aspirar a erradicar los grandes detractores de la humanidad como la miseria, la ignorancia, guerras, abandono, narcotráfico, explotación irracional de la naturaleza y del ser humano, tendrá que ir al fondo del problema: producir una auténtica revolución espiritual, provocar un renacimiento moral y luchar por cambiar, con valores, el fondo de la persona. Nadie puede dar lo que no tiene. No podemos pedir honestidad, veracidad, generosidad, lealtad, si antes no hemos sembrado profundamente estas verdades y valores universales en el espíritu humano.
Una aldea, un pueblo, una nación y el mundo cambian cuando en forma individual cada habitante opera el cambio. La auténtica educación moral, como anotaba Aristóteles, se logra con hábitos morales superiores. No podemos esperar en la actualidad que esta educación sea solamente a nivel familiar, la cual, por supuesto, es fundamental; pero la realidad supera a la teoría. ¿Cómo llevar estos valores a las familias desintegradas, a los huérfanos, a quienes tuvieron por progenitores seres deformes moralmente? El cuestionamiento es ¿cómo llegar masivamente a una educación superior en valores? El reto está en los medios de comunicación, esos mismos medios que han derrumbado muros y sistemas. Mediante la difusión atractiva, convincente y seductora de que es posible vivir mejor si nos conducimos de acuerdo con la práctica de virtudes morales. Se requiere, por supuesto, de una abundante generación de líderes en todos los ámbitos: en lo político, social, religioso, cultural, deportivo, educativo; que abarquen todos los campos de la actividad humana, y para ello, el compromiso de quienes estamos conscientes de esta solución, es contribuir a forjar esta nueva generación de líderes con valores de orden superior, conscientes de que no existe acción pequeña para lograrlo. Ésta es la razón por la cual se ha escrito esta obra, aportar un esfuerzo más para lograr el sueño de forjar un mundo más justo y humano.
Los valores se convierten en virtudes cuando logramos aterrizar el valor en acción. Para que la práctica del valor sea una realidad, el desafío es encontrar cómo traducir la teoría en práctica cotidiana. El contenido de esta parte se ha estructurado con metáforas, pequeños relatos inspirados en situaciones reales, producto de la observación y de anécdotas narradas, muchas de ellas, por sus propios protagonistas. Por razones obvias no citamos sus nombres para no crearles ningún tipo de compromiso, pues, así como algunos relatos ilustran virtudes, otros son ejemplo claro de los antivalores. El hombre verdaderamente inteligente aprende tanto del éxito como del fracaso. ♥︎
Miguel Ángel Cornejo y Rosado
lunes, agosto 09, 2021
¡Créalo, sí se puede ser feliz!
Una de las principales aspiraciones, por no decir la principal de todo ser humano, consiste en hallar la tan anhelada felicidad. Pero, ¿Qué es la felicidad? La felicidad tiene un diferente significado para cada persona y esto se debe a la jerarquización de los valores. Para algunos, el dinero por ejemplo, es el principal gestor de la felicidad, pues les permite gozar de ciertos bienes y privilegios que éste otorga. Pero para otros, no es el dinero el principal causante de la felicidad sino la realización de los altos ideales. Sin embargo, sea cual fuere el concepto que cada uno tenga de lo que es la felicidad, lo importante es que a la realización de estos se experimente la auténtica y duradera felicidad que es en donde debemos fijarnos y preguntarnos: ¿Cómo viven aquellos que han alcanzado lo que nosotros deseamos? Lo que sí es cierto es que una vez alcanzamos algo experimentamos por un corto tiempo la alegría de tenerlo o de haberlo alcanzado para luego comenzar a buscar tener o realizar alguna otra meta, algún otro sueño y esta es precisamente la trampa de querer hallar la felicidad a través del tener, ya que nunca seremos saciados totalmente.
Esto no significa, desde luego, que debamos dejar de tener metas o sueños, pues ellos son nuestros motivadores. Significa, más bien, que no debemos dejar que nuestra felicidad esté supeditada a logros externos a nosotros, pues si no realizamos esos sueños quedará frustrada nuestra vida. Es decir, que habremos vivido en vano. Para no permitir que esto suceda debemos más bien disfrutar el aquí y el ahora que es lo que realmente existe y sobre lo que tenemos poder.
Recordemos aquella máxima del gran pensador: la felicidad no es un punto de llegada sino una manera de viajar. No es lo que pudo ser ayer, pues el pasado ya se fue; tampoco es lo que podrá ser mañana, pues el futuro nadie nos lo garantiza. Solo nos queda entonces un tiempo que es el hoy, pero un hoy bien vivido. Que las cosas no haya sucedido en nuestra vida tal como las deseábamos no es motivo para no ser felices. Debemos contar con lo que tenemos hoy. Uno de los factores que influye enormemente en nuestra vida, o que permitimos que influya lo es el hecho de que sobrevaloramos lo que no tenemos y subvaloramos lo que tenemos. Entonces para hacer una buena jugada debemos invertir el proceso; es decir, subvalorar lo que tenemos y sobrevalorar lo que no tenemos. Esto si referenciamos nuestra felicidad con base en el tener. Si por el contrario el punto de referencia para medir nuestra felicidad está basado en el ser, entonces para ser felices lo único que necesitamos es existir, y buscar experimentar a cada instante la plenitud del ser, auténtico, sin ataduras, libre… Quienes tienen pueden ser felices si su riqueza y el cuidado de ellas no les quitan su tranquilidad y paz mental; es decir, si tienen sus riquezas y no sus riquezas los tienen a ellos. Y si pueden sin ningún trauma desprenderse de ellas. Quienes no tienen, pueden ser felices si después de satisfacer sus necesidades básicas buscan la trascendencia de su ser a través de altos y nobles ideales. O bien si detrás del querer tener conserva su tranquilidad y paz interior, no permitiendo que un suceso externo a ellos sea el que determine su felicidad.
Amigo lector, si usted hace una lista con los motivos por los cuales no puede ser feliz, de seguro encontrará muchos y tiene usted toda la razón, porque es la manera como usted observa el mundo, es su realidad, realidad que es a usted la única persona que le corresponde modificar. La felicidad, contrario a lo que muchos creen, no se da entre más tengamos, sino entre menos necesitemos.
Olvídese de las promesas comerciales para ser feliz, no existen castillos ni príncipes azules fuera de usted. Deshágase de la falsa creencia que de que será feliz cuando tenga esto o aquello, o cuando sucedan ciertas cosas en su vida. Tal vez de tanto buscarla no dé ocasión para encontrarla; porque ella está ahí, muy cerca, ¡está dentro de usted! Comprenda el hecho de que el universo no puede satisfacer los caprichos de cada ser humano, él sigue unas leyes inexorables que garantizan la libertad y el orden. Sí, usted puede ser feliz ahora, con lo que es y con lo que tiene, sólo basta querer serlo y centrarse en los regalos que cada día le da la vida.
Para
usted se levanta el Sol cada mañana; para usted canta el jilguero, para usted
salen las estrellas; para usted abre sus pétalos la rosa. Sea consciente que
nos hacemos infelices cuando despreciamos estas riquezas que son gratuitas por
ir en busca de las miserias costosas. Usted no vino para quedarse y todo lo que
le muestran los sentidos algún día pasará. Recuerde entonces siempre que la
vida le propone unas condiciones y es usted quien decide cómo vivirlas. Deje de
lado las muletas de autocompasión y láncese a disfrutar a plenitud la
maravillosa aventura que significa vivir disfrutando tanto sus éxitos como sus
derrotas. Solo así logrará alcanzarla hasta hoy esquiva felicidad. ♥︎
Revista Sembradores
La ruta de la excelencia
“Un hombre se acercó a una chimenea
y le propuso: 'si tú me das calor yo te daré leña', condición que por supuesto resulta
absurda, pues todo en la naturaleza es una causa de donde surgen los efectos.
Para lograr triunfar en la vida primero tenemos que sembrar las semillas:
aprendiendo a dar y a vivir de acuerdo con la ruta de la excelencia, la cual tiene
muchos senderos y un solo destino: la perfección."
Siga estos senderos 👇
Servicio.
Nuestra recompensa en la vida está en relación directa con el servicio que
proporcionamos a nuestros semejantes; los que solamente buscan oro cavan mucho
y hallan poco, aprovecha más el que sirve mejor.
Valor
agregado. Sea un 1% mejor todos los días en cada una de sus actividades,
adicione ese algo más que hace la diferencia. “Señor, cinco talentos me
entregaste; he aquí otros cinco talentos que he ganado sobre ellos”.
Compromiso.
Hágase indispensable siendo un ser de soluciones y no de problemas; nadie
contrata a una persona para que le cause problemas, sino para que encuentre respuestas.
Trato.
Trate a los demás como los seres más importantes sobre la faz de la tierra, “sé
con tu prójimo como lo eres contigo mismo”; muchos pueden actuar
servicialmente, rara es la persona que piensa servicialmente.
Aprendizaje.
Cuando algo falle hay que asimilar la lección y adelante, ¡ánimo!; un error
reconocido es una victoria ganada.
Crisis.
Los problemas para el ser excelente son oportunidades no resueltas; la
dirección se aprende dirigiendo y se aprende mejor en medio de obstáculos.
Acción.
El triunfador y el perdedor tienen los mismos problemas, la diferencia está en
que el primero actúa para resolverlos y el segundo procura evitarlos; es mejor
gastarse que enmohecerse.
Actitud
mental positiva. No pierda el tiempo lamentándose de sus problemas, mejor
resuélvalos; es preferible encender una vela que maldecir las tinieblas.
Capacitación.
Pregúntese todos los días cómo puede ser mejor que ayer, invierta en su
preparación. Como la tierra, por más rica que sea no puede dar frutos si no es
cultivada, la mente sin cultivo tampoco puede producir.
Preparación. Prepárese para aprovechar las oportunidades, busque la buena suerte, inevitablemente la encontrará; la fortuna siempre favorece a la mente preparada.
Superación.
Haga hoy su trabajo mejor que nunca, recuerde que siempre habrá una mejor forma
de hacer las cosas.
Reto.
Desafíe sus limitaciones y no se bloquee pensando: ¿Por qué no se puede lograr?
Sólo los audaces llegan a la cumbre.
Audacia.
Inicie cada día una aventura extraordinaria, viva intensamente cada minuto de
su existencia, atrévase a ser un triunfador.
Constancia.
Para obtener el éxito haga de cada hora de su vida un triunfo, sumará al final
de la jornada: un día de excelencia, así una semana, un mes, un año, una vida
de éxito. El éxito se alimenta del éxito.
Trabajo.
Si usted desea ganar más recuerde la más simple de las fórmulas: trabaje más y
en forma más inteligente; el éxito no sólo requiere de un mayor esfuerzo, use
los talentos que tiene, los bosques estarían solitarios si los pájaros no cantaran
en ellos.
Ascenso.
Recuerde que su jefe inmediato es su cliente, proporciónele satisfacción y él
se encargará de promoverlo. Con tiempo y trabajo se consigue lo que la fuerza y
el afán persiguen.
Honestidad.
Es el camino más digno a la riqueza, inicie siendo honrado consigo mismo, no se
auto-robe su tiempo y su desarrollo; cuando se pierde, la fe y el honor
desaparecen, entonces muere el hombre y surge la bestia.
Tiempo.
Es su mayor riqueza, inviértalo adecuadamente; siempre tendrá tiempo suficiente
si lo emplea como es debido.
Motivación. Motívese diariamente, inicie el día con una sonrisa, es la prenda más bella que podemos lucir ante los demás, empaque sus problemas en la bolsa y sonría, sonría, sonría.
Alegría. Disfrute alegremente todo lo que haga, descubra que trabajar arduamente es divertido. Es más acertado conservar intacta la capacidad de disfrutar que ganar un montón de dinero.
Plenitud.
Procure vivir plenamente, sólo el día de hoy viva como si esperara a cumplir
los 100 años, pero como si estuviera listo a morir mañana.
Objetivos.
Todos los días haga una lista de las cinco cosas más importantes que tenga que
realizar y hágalas, es la forma de dar sentido diario a nuestras vidas, es
joven a cualquier edad el que hace planes para mañana.
Misión.
Descubra cuál es su misión en la vida: en su trabajo, con sus amigos, su
pareja, su familia y su nación; piense cómo le gustaría ser recordado, si como
un pálido perfume que la más tenue brizna se llevó o como la más bella de las fragancias
con que Dios nos perfumó.
Vocación.
Decídase a ser un ser de excelencia aquí y ahora; la excelencia es un llamado
universal y el hombre es un pedazo del universo hecho vida, una vida dedicada a
la excelencia.
Fe.
Recuerde que usted se convertirá inevitablemente en lo que piensa de usted
mismo, pues lo que la mente del ser humano puede crear y creer, su corazón lo
logrará.
Trascendencia.
Usted es importante, condúzcase en todo lo que haga como lo que es: un ser
extraordinario, que su vida no sea un fugaz chispazo, sino una antorcha que
alumbre siempre.
Sueños.
Tenga un ideal en la vida, un motivo para luchar, un sueño por realizar y
tendrá una razón para vivir; descubramos nuestros sueños y vivamos para verlos,
con los dos pies sobre la tierra y con el alma en las estrellas.
Dios. Dedique un poco de tiempo todos los días a estar cerca y a solas con el Creador, es la fuente inagotable del amor, recuerde que su vida es un cuento de hadas escrito con el dedo de Dios y a usted le corresponde hacerlo realidad.
Y para terminar una fantasía...
Al estar Dios en el momento de la creación, algunos ángeles que lo observaban se le acercaron, y uno de ellos le preguntó: ¿Qué haces? Uno más lo cuestionó: ¿Por qué lo haces? Otro quiso saber: ¿Cómo lo haces? Otro más lo interrogó: ¿Cuánto cuesta hacerlo? Otro, reía y le aplaudía; finalmente se acercó un sexto ángel y le preguntó: ¿Te ayudo?
- El primero, era investigador.
- El segundo, un filosofo.
- El tercero, técnico.
- El cuarto, financiero.
- El que reía y aplaudía, era un místico.
- El que ofreció su ayuda, era un idealista.
Así, el líder del futuro y del eterno presente debe ser investigador, filosofo, técnico, financiero, místico e idealista; que sueñe con un mundo mejor, y que forme parte de una nueva generación forjadora, de una civilización de excelencia que sea más humana, generosa y justa para todos los hombres y mujeres; no importando su condición social, raza o credo, y que lleve a cabo su misión histórica con alegría, entusiasmo y entrega total con la obra que le asignó el Creador.
Deseo que logres todo lo que te hayas propuesto y que Dios permanezca por siempre en tu corazón. ♥︎
Revista Sembradores
sábado, agosto 07, 2021
¡Trabaja con excelencia!
"No
hagas nada ni ofrezcas nada, si no es lo mejor que puedes dar".
Pon tal calidad en tu trabajo que cualquiera que llegue a encontrarse con alguna cosa que haya salido de tus manos vea en ella individualidad y marca de superioridad. Tu reputación se pone en juego en todo lo que haces, y ella es todo tu capital. Así que no te permitas desempeñar una labor deficiente o dejar que un trabajo mal hecho o inferior salga de tus manos.
Cada parte de tu trabajo, no importa lo insignificante o trivial que pueda parecer, debe llevar tu sello de excelencia. Son precisamente los pequeños toques, después de que el hombre promedio daría por terminada su labor, los que hacen la fama del maestro.
Peleemos por la calidad y no tanto porque copien nuestro nombre. Stradivarius, el gran fabricante de violines, no necesitó de ninguna patente para sus instrumentos musicales, ya que ningún otro fabricante estaba dispuesto a pagar el precio del esfuerzo que él pagaba por la excelencia ni se esmeraba a tal grado para dejar su sello de superioridad en cada instrumento. Cada Stradivarius que existe en la actualidad vale varias veces su peso en oro.
No hay nada equivalente a estar enamorado de la precisión. Tener como principio, a todo lo largo de nuestra vida, luchar siempre por la excelencia. Ninguna característica como el hábito del esmero, la meticulosidad y la precisión.
El hombre de éxito y feliz es quien desempeña su trabajo con honestidad y excelencia, y no sólo por un salario o por lo que pueda obtener a cambio.
Los ascensos dependen de ese pequeño exceso de interés y esmero que un empleado dedica a su trabajo, haciendo las cosas un poco mejor de lo que se esperaba de él.
Los jefes no dicen siempre lo que piensan, pero detectan de inmediato el sello definitivo de la superioridad. Un jefe no pierde de vista al empleado que en su persona lleva el sello de la excelencia, que se afana en su trabajo, que lo hace bien hasta terminarlo. Sabe que ese empleado tiene un futuro prometedor. Estos empleados son el semillero de nuevos empresarios, de hombres triunfadores, orgullosos y felices. Dijo Rockefeller: “el secreto del éxito está en desempeñar tareas ordinarias, extraordinariamente bien”.
Los pasos conducentes a un puesto superior se construye poco a poco, mediante el desempeño fiel de las tareas cotidianas más humildes y comunes. El éxito se oculta, precisamente, en las tareas sencillas. La oportunidad se oculta, insólitamente, en una situación común y humilde.
Triunfar no es difícil, sólo se necesita hacer las cosas un poco mejor que quienes están a nuestro alrededor. Ser un poco pulcros, un poco más rápidos, un poco más esmerados, un poco más observadores, un poco más ingeniosos, para descubrir nuevas formas progresistas. Ser un poco más corteses, un poco más agradecidos. Demostrar un poco más de afecto, un poco más de tacto, un poco más de sutileza que todos los que están a nuestro alrededor. Esto es lo que atrae el éxito, el triunfo y la felicidad.
Un trabajo bien hecho no solamente nos proporciona orgullo y seguridad, sino abundancia de bienes. ♥︎
Revista Sembradores
lunes, julio 26, 2021
Mitología del éxito
Es común escuchar que la gente de éxito tiene problemas en su vida familiar o en su salud personal, la naturaleza nunca lo da todo, es más, el argumento de fondo de la mayoría de las telenovelas y revistas llamadas del jet set, es que “los ricos también lloran”. Por supuesto, el mediocre ha adoptado este mensaje para posicionar y ensalzar la mediocridad como virtud: “Mira, de qué le sirvió a ese tipo triunfar tanto, si al final está peor que yo, por eso yo no me esfuerzo; es un pecado ser ambicioso y recuerda que en el pecado está la penitencia”. Lo más alarmante es el porcentaje tan alto de familias desintegradas y con problemas profundos en las clases sociales más pobres; es lógico, en número son más, pero su vida privada no es noticia porque no ocupan espacio alguno en la popularidad. A quién le interesa saber si un empleado de gobierno, un policía o el contador de una empresa tiene amante, en cambio es sensacional cuando se trata de un primer ministro, de un artista, de algún miembro de la nobleza europea o de un famoso empresario, ¡eso sí es noticia!
Quiero enfatizar que la riqueza producto de corrupción, despojo, asesinato o tráfico de drogas, es de la más reprobable. Estas fortunas fáciles han venido a restarle valor al trabajo de los seres humanos honestos que han hecho de la productividad una virtud e injustamente son también considerados como explotadores, sólo por el hecho de poseer riqueza.
Debemos aprender a admirar a quien gracias a su inteligencia y destreza ha llegado a acumular riqueza, siempre y cuando sea el resultado de la ética y la verdad, megatendencias fundamentales para generar prosperidad en el siglo XXI.
El triunfador que es capaz de generar prosperidad lo logra gracias a su capacidad de pensar, de alterar el orden establecido, quien desafía los paradigmas de su tiempo identificando mejores y más efectivas formas de hacer las cosas. Pero preguntémonos, ¿qué existe en el fondo de ese espíritu emprendedor?, ¿qué valores dirigen su existencia?, ¿cómo explicar los riesgos que toman quienes creen en una sola idea, incluso arriesgan el patrimonio acumulado en toda una vida de trabajo? Ellos dicen “sí” al desafío, a pesar de todas las dificultades que visualicen, dicen “sí” y se lanzan a ver qué pasa; “preparen, fuego y apunten” es su lema. Por ejemplo, pensando en un restaurante: preparan un nuevo platillo, disparan significa que lo sirven y después cuestionan a sus comensales todo aquello en que pueden mejorarlo, lo anotan y al día siguiente reinician su labor bajo el mismo axioma de “preparen, fuego y apunten”. La riqueza por sí sola no proporciona felicidad, a menos que tengamos un propósito definido de lo que deseamos. Desde luego, el dinero no nos proporcionará una filosofía de valores si hemos evadido la tarea de precisar lo que deseamos valorar; por lo tanto, el dinero no servirá a una mente que no esté preparada para poseerlo, más aún, ésta puede ser la causa de su destrucción; lo es con frecuencia en muchos deportistas, sobre todo en el box, hemos sido testigos como el mal uso de la riqueza ha destruido a sus propios protagonistas.
La riqueza es legítima cuando es producto de la virtud, pero la fortuna nunca nos dará por sí misma virtud, ni podrá acallar nuestra conciencia cuando se ha obtenido en forma deshonesta. Ahí quedará, dentro de nosotros, como un dedo acusador el resto de nuestra vida. ♥︎
Miguel Ángel Cornejo y Rosado
miércoles, julio 14, 2021
El trabajo
El trabajo es acción, es movimiento, es vida. No es posible la vida sin trabajo.
Cuando estás dormido o en estado de reposo, funciona tu
corazón para hacer circular la sangre por tus venas y tus arterias; trabajan
tus pulmones para oxigenarla y purificarla; todo tu organismo está en
movimiento y en acción para mantener tu vida.
Tiende la mirada a tu alrededor y verás como
todo trabaja en la Naturaleza: las nubes recogen los vapores del agua y de la
tierra y los devuelven convertidos en benéfica lluvia; los arroyuelos y los
ríos que de ella dimanan, corren hacia el mar fecundando la tierra; las plantas
que de ella extraen los jugos, renuevan sus hojas, la vida y la alegría; los astros recorren sus
órbitas siguiendo el curso que la mano de Dios les ha trazado en el firmamento.
La luz, el calor, la electricidad, el
sonido, son átomos que están en continua vibración y movimiento.
Las ideas, los deseos, las sensaciones, los
sentimientos, las palabras, son producto del trabajo del cerebro.
Hasta la misma muerte es una labor de
transformación.
Por un decreto divino, desde que nace el
hombre está sujeto al trabajo. Es una ley universal de la que ni tú ni nadie
puede evadirse.
Dios dijo a Adán al arrojarlo del Paraíso:
“Ganarás el pan con el sudor de tu rostro.” Y todos los hijos de Adán se ven
obligados a trabajar para vivir.
Porque el pan es símbolo de la vida, pero
“no tan sólo de pan vive el hombre”. Otras cosas hay que se necesitan para
vivir en sociedad, y esas cosas, así materiales como espirituales, sólo se
consiguen a fuerza de trabajo.
Hay mucha gente que sólo considera como trabajo el que se
hace con las manos o el que representa un esfuerzo corporal, como el del
albañil, del carpintero, del mecánico, del marinero, etc.
Pero también trabajan los que se dedican a tareas mentales:
trabajo es el estudio, trabajo es la enseñanza, y así estudiantes, maestros,
escritores, artistas, médicos, abogados, comerciantes, todos son trabajadores.
Por lo tanto, cualquiera que sea el oficio, la profesión o
la carrera que emprendas, no podrás eximirte de trabajar.
A
muchos jóvenes se les hace pesado el trabajo porque lo hacen de mala gana.
Para que te resulte agradable cualquier
estudio o tarea, empréndelos, con gusto, con amor, como si fuesen una diversión
o un recreo.
Si juegas a la pelota, al fútbol, o corres
en bicicleta, tienes que hacer un esfuerzo así corporal como mental; tienes que
concentrar tu atención en lo que haces; te agitas, pones los músculos en
acción, sudas y, sin embargo, no sientes el cansancio ¿Por qué? Porque lo
consideras como un juego o una distracción.
Cuentan de un maestro de obras, que, viendo
un día que sus peones trabajaban ya cansados de subir y bajar ladrillos, les
dijo: “Chicos, basta de trabajo; os voy a proponer un juego.
Vamos al sótano a ver quién saca más
esportillas de tierra para hacer un jardín.”
Y los hombres, creyendo que se trataba de
un juego, se pusieron a llenar de esportillas con vigor y con presteza para ver
quien sacaba más. Hicieron esta labor como si fuese un recreo, y no se dieron
cuenta de que era un trabajo tan pesado como el otro.
El fin que debes proponerte al emprender
cualquier trabajo –y hemos quedado en que también lo es el estudio–,
es que te resulte en algo de provecho. Si tal es tu propósito y a su
consecución diriges la voluntad y el esfuerzo, verás con qué ánimo, con qué
afición, con qué entusiasmo trabajas hasta verlo realizado.
Hay chicos que andan sin fatigarse dos o
tres leguas de una aldea a otra, únicamente para ir a una capea o a bailar a
una romería, y después vuelven a desandar lo andado sin cansancio y muy satisfechos
del ejercicio. ¡Cuán laudable no sería ese esfuerzo si se emplease en una obra
de provecho, en un acto de cultura y de progreso en beneficio propio o de los
demás!
Para que un trabajo sea fructuoso es
preciso que, además de hacerlo con gusto, se concentre en él toda la atención,
todo el interés. Todo el entusiasmo.
“Es de mayor importancia –dice
Balmes-
adquirir un hábito de atender a lo que se estudia o se hace; si bien se
observa, lo que nos falta a menudo no es la capacidad parta atender lo que
vemos, leemos u oímos, sino la aplicación del ánimo a aquello de que se trata.”
Y Silvain Roudes, autor del libro Para abrirse camino en la vida, cuya lectura te recomiendo,
dice: “El gran defecto del hombre moderno es emprender cinco, seis, diez cosas
a la vez; querer dominar los asuntos financieros, los deportes, la política y
las artes; intentar todas las experiencias, comenzar todos los estudios y
abarcar el mundo con sus débiles brazos.”
Y en efecto: verás cómo en ciertos países
hay hombres que, sin la preparación necesaria, ocupan elevados puestos en las
esferas del Gobierno, y con la misma insuficiencia e ineptitud desempeñan
sucesivamente varios cargos, pasando de un ministerio a otro. Con este
insensato trasiego de funcionarios no es posible tener una buena
administración, y sufren los intereses nacionales y por ende los de cada
ciudadano. Esto lo tocarás por experiencia propia cuando tu edad te permita
ejercer una carrera o tener parte activa en los negocios.
Huye tú, por lo tanto, de ser uno de esos
que el escritor francés, Jules Claretie, llama “hombres desmigajados”, porque
desmigajan su atención y la reparten entre diversos asuntos y ocupaciones
heterogéneas, como quien echa migas de pan a las aves de un corral.
Cualquiera que sea el estudio que
emprendas, el trabajo que acometas, el oficio o profesión que adoptes, procura
enterarte bien de todas sus partes y detalles; infórmate de cuantos datos con
él tratan; domínalo, en fin, hasta llegar a ser en él un perito, un maestro.
Verás que el hombre que más prospera y más
se distingue en el oficio, negocio o carrera que emprende, es aquel que tiene
la mejor preparación, es decir, el que ha hecho mayor acopio de conocimientos
referentes a su ramo, obteniendo así una superioridad sobre todos sus
competidores.
Cuando el gran novelista Sir Walter Scott,
por malgastar su hacienda, quedó arruinado, continuó trabajando con redoblado ahínco,
diciendo que la adversidad le servía de tónico estimulante para el trabajo.
Henry Ward Beecher decía: “No es el trabajo
lo que mata, sino la angustia. El trabajo es salutífero: no es fácil darle a un
hombre más del que puede hacer. La angustia es como la herrumbre que corroe la
hoja de acero. No son las revoluciones de las ruedas lo que desgasta la
maquinaria, sino el rozamiento.”
Por lo tanto, debes procurar que en tu
trabajo haya la menor fricción posible, es decir, que no lo hagas a
regañadientes, sino interesándote en que salga del mejor modo que puedas. Esto
mismo le recomendaba Lord Chesterfield a su hijo en una de sus famosas cartas,
agregando: “Todo aquello que vale la pena de que se haga, vale la pena de
hacerlo bien.”
Y, en efecto, lo que se hace de mala
manera, para salir del paso, es trabajo y tiempo perdidos. Resulta en chapuz,
y, en muchos casos, hay que volverlo a hacer. El obrero que se estima y tiene
amor a su oficio se esmera en hacerlo con primor. De un hombre chapucero no
puede esperarse nada bueno. Para hacer las cosas bien se necesita tiempo, cuidado,
aplicación y trabajo. Por la calidad de la obra se conoce el carácter de su
amor.
La seda es producto de una oruga limpia,
que necesita para vivir aire puro y se alimenta de hojas de moral. Emplea
varios días en labrar su capullo, del que se extrae la seda, y de él sale a las
tres semanas convertida en mariposa. En cambio, la telaraña es una red de
sutilísimos hilos sin consistencia, hecha con presteza por ese repugnante
insecto que llamamos araña, que vive en rincones obscuros y empolvados y tiende
esa tela únicamente para atrapar las moscas que le sirven de alimento.
Por eso Iriarte, en su conocida fábula,
cuando la araña se jacta de labrar su tela más aprisa que el gusano de seda su
capullo, pone en boca del último esta réplica:
“Usted tiene
razón: así sale ella.”
Siete años empleó Virgilio en componer el
más perfecto de sus poemas, las Geórgicas, el
cual, impreso en un periódico moderno, apenas llenaría dos planas. Entre
componerlos, podarlos y pulirlos, no hacía más que cuatro versos por semana.
Pero el poema ha vivido dos mil años y vivirá muchos siglos más.
El gran maestro y retórico ateniense
Isócrates empleó nada menos que diez años en componer, corregir y pulir su
célebre Oración Panegírica.
Sólo a fuerza de incesante laboriosidad y
perseverancia podrás llegar a ser un hombre de provecho, crearte una fortuna,
dejar obras meritorias o legar a la posteridad un nombre imperecedero.
El famoso pintor norteamericano James
Whistler pidió un precio muy crecido por un cuadrito que le habían encargado.
El comprador acudió a los tribunales de justicia, creyéndose poco menos que
estafado. El juez, considerando también por el tamaño del cuadro que el precio
era excesivo, preguntó al artista cuánto tiempo había empleado en pintarlo. Y
Whistler contestó que cuarenta años.
―¡Cuarenta
años! –exclamó
sorprendido el juez.-
―Sí;
cuarenta años de estudio y de trabajo para poder pintarlo así.
Por alta que sea la posición de un hombre,
no debe desdeñar el trabajo ni considerarlo como un desdoro.
Pedro el Grande, emperador de Rusia, en sus
viajes por Europa, visitaba las fábricas y talleres, enterándose prácticamente
del modo de manejar las herramientas, y en un astillero de Amsterdam trabajó
algún tiempo como carpintero de ribera para saber cómo se construía un buque.
Esta educación práctica que adquirió en su juventud le permitió después adoptar
e introducir en su imperio notables reformas, mejoras y adelantos, que lo
llevaron a un alto grado de prosperidad y de grandeza.
Cuando Lisandro visitó los jardines de
Ciro, rey de Persia, y se admiró al saber que este fastuoso monarca no sólo
había trazado los planos de su vergel, sino que con sus propias manos había
plantado muchos de sus árboles y arbustos, Ciro le dijo: “¿Esto te sorprende?
Pues por el dios Mitra te juro que, cuando me lo permite la salud, nunca me
siento a la mesa sin haber sudado antes con algún ejercicio, ya sea el de las
armas, una labor agrícola o cualquier trabajo pesado, al cual me dedico con
deleite y con todo mi vigor.” A lo cual repuso Lisandro: “Ciro, eres realmente
feliz y mereces tu gran fortuna.”
Porque, en efecto, no hay satisfacción
comparable a la que siente un hombre cuando ha hecho un trabajo con entusiasmo
o terminado una obra a su gusto, y bien merecido tiene el premio o galardón que
por ello alcance. Raro es el trabajo bien hecho que no recibe tarde o temprano
alguna compensación.
Tiene mucha enjundia esta
fabulilla de Antonio de Trueba:
―Caballito que sudas uncido al carro, dime: para que el pelo te
brille tanto, ¿Cómo te las compones?
―¿Cómo? Sudando.
Y muchos hombres también, con el sudor del
trabajo han logrado medrar y que, como vulgarmente se dice, les “luzca el
pelo”.
Entre nosotros es muy raro encontrar
hombres ilustrados y de alta posición que dediquen algunos ratos a las labores
manuales, mientras que en los países del Norte se nos ofrecen numerosos
ejemplos de altas personalidades que buscan en ello una distracción, un
ejercicio higiénico o una enseñanza.
Sir Isaac Newton, el gran matemático, y
físico y astrónomo, descubridor de la forma esferoidal de la Tierra y de las
leyes de gravitación, se entretenía en sus ratos de ocio en trabajos de
ebanistería, y regalaba a sus amigos mesitas, sillas, estantes, muñecas, etc.,
hechos por sus manos, y llegó a construir un cochecito de cuatro ruedas de
autopropulsión.
Mister Gladstone, el venerable estadista
inglés que murió a fines del siglo pasado, solía, durante su veraneo o sus
asuetos en el campo, manejar el destral para talar árboles, ejercicio muscular
que le servía de compensación a sus trabajos mentales y que le permitió vivir
sano y robusto hasta los ochenta y cuatro años.
Sabido es que en Estados Unidos, algunos
jóvenes hijos de familias archimillonarias, como los Vanderbilt y los Gould,
poseedores de mecánicos, y han hecho viajes en trenes manejando las palanquetas
y válvulas de las locomotoras, no por necesidad como fácilmente se comprenderá,
sino para conocer prácticamente cómo funcionan esas monstruosas máquinas a las
que deben y de las que dependen su inmensa fortuna.
Este último ejemplo demuestra la
importancia que en aquel país se da al conocimiento en todos sus detalles del
negocio que uno tiene entre manos. Y además la afición que hay al trabajo aun
entre los jóvenes acaudalados.
Aun cuando entre nosotros no son tan
frecuentes semejantes ejemplos, no de haber alguno, como el que nos presentó el
ilustre duque de Zaragoza, prócer aficionado a la maquinaria, a quien se vio
muchas veces bajar en su automóvil a la estación del ferrocarril de esa ciudad
del Ebro, ponerse allí la blusa del obrero y situarse en la locomotora al lado
de la manivela para guiar con mucha pericia el tren hasta Madrid.
Las personas que de suyo son laboriosas o
que desde jóvenes han adquirido el hábito del trabajo, le cobran tal afición y
tanto apego, que no pueden nunca permanecer ociosas. ¡Cuántos, como el citado
Sir Isaac Newton, dedican los ratos de tregua en sus tareas y estudios serios a
otras labores de distinto género que les sirven de descanso y distracción y
hasta de contrapaso para equilibrio de sus facultades mentales! ¡Y cuántos
también que se gozan tanto en el trabajo, que en él hallan su diversión y su
recreo!
Decían los
latinos: Labor ipse
voluptas, el trabajo es en sí mismo un placer.
Edison, el célebre sabio americano, a pesar
de haberse enriquecido con sus numerosos inventos –caso raro, pues la
mayoría de los inventores viven y mueren modestamente– continuó hasta su
muerte trabajando en el laboratorio con la misma actividad y constancia de sus
días mozos, durmiendo y olvidándose de comer cuando estaba enfrascado en algún
experimento.
De todo lo expuesto se desprende que es necesario trabajar y luchar
para vivir. Bien dice Homero en su Ilíada:
“Aquí en la tierra el sino del hombre es
la labor:
Si Jove nos dio la vida, también nos dio
el dolor.”
Prepárate, pues, a luchar y a vencer
obstáculos, que muchos encontrarás en cualquier estudio, obra o trabajo que
emprendas. Todos los principios son dificultosos. No hay nada más fácil que el
andar, y mira lo que le cuesta al niño aprenderlo. Tiene que empezar por hacer
pinitos y darse algunos coscorrones. Los que ensayan a montar en bicicleta no
saben guardar el equilibrio, se tambalean y caen, o van a dar encontrones con
los árboles y las vallas. Más, después de alguna práctica, ¡con qué soltura
manejan el “caballo de acero” y lo hacen evolucionar a su antojo, y qué placer
tan grande experimentan al recorrer velozmente largas distancias!
Para tocar el violín con la maestría de un
Paganini, un Sarasate o un Manén; para dominar el piano como un Chopin, un
Rubinstein o un Paderewski; para cantar como un Manuel García, una Malibrán,
una Patti o un Gayarre, ¿sabes tú los años de estudio, de enojosos ejercicios,
de ímproba labor que eso impone? ¿Sabes las enormes dificultades que es preciso
vencer; la infatigable paciencia, la pertinaz perseverancia que se necesita?
Así, pues:
Sea cual fuere la obra en que ensayes, si
falla acaso tu primer intento no te descorazones ni desmayes, antes vuelve a
empezar con nuevo aliento, no habrá dificultad ni resistencia que dominar no
puedas con talento, con firme voluntad y con paciencia.
“Es muy breve la vida, el arte es
largo”; la perfección se alcanza, sin embargo, a fuerza de trabajo y de
experiencia. ♥︎
Arturo Cuyás (España)
Del libro “hace falta un
muchacho” del mismo autor.