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domingo, junio 16, 2024

Padre, Solo Hay Uno: Reflexión sobre la Huella de la Genética

En la complejidad de la vida moderna, el concepto de paternidad puede parecer más fluido y diverso que nunca. Las familias ya no se ajustan a los modelos tradicionales y se forman de maneras que desafían las convenciones del pasado. Sin embargo, en el trasfondo de esta diversidad, hay un hecho innegable que se mantiene constante: la huella genética. No importa cuán complejas o variadas sean nuestras experiencias de vida, la verdad científica es que solo hay un padre biológico. Esta realidad inmutable nos invita a reflexionar sobre lo que realmente significa ser padre y cómo esta figura influye en nuestras vidas de manera profunda y duradera.

La genética, con su lenguaje de ADN, nos proporciona una conexión tangible y duradera con nuestros progenitores. Aunque un hombre puede vivir muchas vidas, adoptar diferentes roles y dedicarse a múltiples oficios, la marca de su paternidad biológica permanece indeleble en sus hijos. Esta marca es un recordatorio constante de nuestros orígenes, una cadena de herencia que se extiende hacia el pasado y nos conecta con aquellos que nos precedieron.

 

El Legado de la Genética

La herencia genética no se limita solo a los rasgos físicos. Aunque la genética determina aspectos como el color de nuestros ojos, la forma de nuestro rostro o nuestra predisposición a ciertas enfermedades, también tiene un papel en la configuración de nuestras habilidades y talentos. La ciencia ha demostrado que ciertas capacidades, desde el talento musical hasta la aptitud matemática, pueden tener una base genética. Así, el padre no solo transmite su apariencia, sino también potenciales y limitaciones que sus hijos llevarán consigo.

Este legado genético es una especie de mapa, una guía silenciosa que influye en nuestras vidas de maneras que a menudo no comprendemos completamente. Es un recordatorio de que, aunque podamos elegir nuestros propios caminos y desarrollar nuestras propias identidades, siempre llevamos con nosotros una parte de quienes nos antecedieron.

 

La Complejidad de la Paternidad

Más allá de la genética, la paternidad es una experiencia profundamente humana, llena de desafíos y recompensas. Ser padre implica mucho más que transmitir genes; implica cuidar, educar y guiar. Es en estos aspectos donde la paternidad se vuelve verdaderamente significativa. Un padre puede influir en sus hijos de maneras que van mucho más allá de lo biológico, moldeando sus valores, sus creencias y su visión del mundo.

Sin embargo, la paternidad no siempre es fácil ni lineal. En una sociedad en la que las relaciones pueden ser complicadas y a veces fragmentadas, no es raro que los hijos cuestionen o incluso nieguen la autoría de su padre biológico. Las circunstancias de la vida pueden separar a padres e hijos, y las diferencias personales pueden crear abismos difíciles de superar. Pero incluso en estos casos, la huella genética sigue allí, un recordatorio silencioso e inmutable de la conexión que existe.


Reflexiones sobre la Identidad

En última instancia, la genética nos enseña una lección importante sobre la identidad. En un mundo en constante cambio, donde las identidades pueden ser fluidas y multifacéticas, la genética ofrece una base sólida y constante. Nos recuerda que, por más que cambiemos y nos transformemos, siempre hay un aspecto de nosotros que permanece anclado en nuestros orígenes biológicos.

Esta realidad puede ser reconfortante o desafiante, dependiendo de nuestras experiencias personales. Para algunos, la genética es una conexión preciada con un padre que admiraban y amaban. Para otros, puede ser un recordatorio doloroso de una relación difícil o inexistente. Pero en ambos casos, es una verdad que no se puede negar ni borrar.


Conclusión

La paternidad, en su esencia, es una combinación de lo biológico y lo experiencial. La genética nos proporciona una conexión inquebrantable con nuestros padres, una huella indeleble que llevamos con nosotros a lo largo de nuestras vidas. Pero ser padre es mucho más que eso; es un rol que se desempeña a través del amor, el cuidado y la guía.

En última instancia, aunque un hombre pueda ser muchas cosas y adoptar diversos roles, la marca de su paternidad biológica permanece. Es un recordatorio de que, en medio de la complejidad y diversidad de la vida, hay algunas verdades que son inmutables. Padre solo hay uno, y su influencia, ya sea a través de la genética o de la experiencia, es una parte integral de quienes somos.


Revista Sembradores


viernes, julio 09, 2021

¡El hombre nuevo!

El éxito no depende de acontecimientos que suceden en nuestro mundo exterior, sino de las decisiones que un hombre valiente toma para cambiar su mundo interior.

Si entendemos que el verdadero cambio debe ocurrir dentro de nosotros, seguramente llegaremos a experimentarlo.

Si nos dedicamos a acompañar  las acciones de quienes sueñan un mundo mejor, seguro llegaríamos más rápido a su feliz conclusión.  

Si nos dedicáramos a pintar sonrisas en las caras de quienes comparten nuestro mundo inmediato, tendríamos corazones más sanos en el hogar de La Paz.

Si pasáramos más tiempo con nuestros hijos e hijas que con nuestros teléfonos y ocupaciones, nos gozaríamos la bendición de tener una familia más humana.

Si amamos con sinceridad y nos gozamos en el acto hacerlo, lograremos justamente la prosperidad.

Si colmamos de alegría a quienes nos rodean, callados esperamos el triunfo cuando nos golpean y luchamos con fuerza en la adversidad venciendo los miedos a punta de voluntad, entonces seremos capaces de laurear nuestro existir.

Si entregamos un abrazo acompañado de un “te quiero, te quiero” seguro recibiremos a cambio un “te amo” sincero.

Si nos ocupamos más en hacer que en prometer, hallaremos en nuestros hogares anhelos de crecer.

Si acompañamos a los nuestros en su duro batallar, tendremos lindas sonrisas y motivos para celebrar.

Si convertimos nuestras tareas en fuente de inspiración, si cada cosa que hacemos la obramos con el corazón, obedeciendo al amor antes que a las razones, nuestros días sobre la tierra serán una sublime canción. ♥︎

Revista Sembradores 

martes, junio 29, 2021

El califa


Un califa llamado Al-Mamun poseía un hermoso caballo árabe con el que estaba encaprichado el jefe de una tribu, llamado Omah, que le ofreció un gran número de camellos a cambio, pero Al-Mamun no quería desprenderse del animal. Aquella negativa encolerizó a Omah de tal manera que decidió hacerse del caballo fraudulentamente.

Sabiendo que Al-Mamun solía pasear con su caballo por un determinado camino, Omah se tendió a la orilla del mismo disfrazado de mendigo y simulando estar muy enfermo. Al-Mamun, que era un hombre de buenos sentimientos, al ver al mendigo sintió lástima por él, desmontó y le ofreció llevarlo a un hospital.

“Por desgracia, –se lamentó el mendigo– llevo días sin comer y no tengo fuerza para levantarme”. Entonces, el califa lo alzó del suelo cuidadosamente y lo montó en el caballo, con el propósito de montar él a continuación. Pero en cuanto el falso mendigo se vio sobre la silla, salió huyendo al galope. Al-Mamun corrió tras de él gritándole para que se detuviera. Una vez que Omah se distanció lo suficiente de su perseguidor, se detuvo.

—¡ESTÁ BIEN, ME HAS ROBADO EL CABALLO!, –gritó Al-Mamun– —¡AHORA SOLO TENGO UNA COSA QUE PEDIRTE!

—¿DE QUÉ SE TRATA? –preguntó Omah– también a gritos.

—¡QUE NO CUENTES A NADIE CÓMO TE HICISTE DEL CABALLO!

—¿Y POR QUÉ NO HE DE HACERLO?

—¡PORQUE QUIZÁS UN DÍA PUEDA HABER UN HOMBRE REALMENTE ENFERMO TENDIDO JUNTO AL CAMINO Y, SI LA GENTE SE HA ENTERADO DE TU ENGAÑO, TAL VEZ PASEN DE LARGO Y NO LE PRESTEN AYUDA!

 

Podemos ver reflejado en esta historia el estado actual de nuestra sociedad donde se ha perdido la confianza y aún el respeto por quienes nos rodean, porque podemos ser asaltados en nuestro buen ánimo.

Es normal ver la indiferencia de la gente ante las dificultades y problemas de otros, no nos inmutamos, hacemos caso omiso y seguimos por nuestro camino. Poco a poco los valores de convivencia y socialización se han ido perdiendo, ya sea por las exigencias actuales del mercado que nos obligan día a día a ser más competitivos, a buscar la excelencia y con esto el mejor desempeño en todas nuestras actividades y terminamos viendo a los demás como un enemigo en potencia.

Otro factor importante que ha conducido hasta esta deshumanización es la desconfianza que nos produce la gente, todo el tiempo vemos en los noticieros los grandes fraudes, los robos que se cometen por avaricia y minan nuestra sensibilidad y ganas por ayudar y contribuir al mejoramiento de la sociedad por el simple hecho de no caer en uno de esos engaños.

Es cierto que las condiciones no son las más propicias, de hecho hace muchos años que no lo son, pero no podemos esperar a que el ambiente sea ideal, si bien la excelencia nos ha llevado a avanzar económica y tecnológicamente, es necesario que volvamos a cultivar los más altos valores de convivencia como la sinceridad, el servicio, la cooperación para seguir contribuyendo a una sociedad más humana. ♥︎

sábado, marzo 27, 2021

El arte de hacer fuego

Tras muchos años de esfuerzos, un inventor descubrió el arte de hacer fuego. Tomó consigo sus instrumentos y se fue a las nevadas regiones del norte, donde inició a una tribu en el mencionado arte y en sus ventajas. La gente quedó tan encantada con semejante novedad que ni siquiera se le ocurrió dar las gracias al inventor, el cual desapareció de allí un buen día sin que nadie se percatara. Como era uno de esos pocos seres humanos dotados de grandeza de ánimo, no deseaba ser recordado ni que le rindieran honores; lo único que buscaba era la satisfacción de saber que alguien se había beneficiado de su descubrimiento.

La siguiente tribu a la que llegó se mostró tan deseosa de aprender como la primera. Pero sus sacerdotes, celosos de la influencia de aquel extraño, lo asesinaron y, para acallar cualquier sospecha, entronizaron un retrato del Gran Inventor en el altar mayor del templo, creando una liturgia para honrar su nombre y mantener viva su memoria y teniendo gran cuidado de que no se alterara ni se omitiera una sola rúbrica de la mencionada liturgia. Los instrumentos para hacer fuego fueron cuidadosamente guardados en un cofre, y se hizo correr el rumor de que curaban de sus dolencias a todo aquel que pusiera sus manos sobre ellos con fe.

El propio Sumo Sacerdote se encargó de escribir una Vida del Inventor, la cual se convirtió en el Libro Sagrado, que presentaba su amorosa bondad como un ejemplo a imitar por todos, encomiaba sus gloriosas obras y hacía de su naturaleza sobrehumana un artículo de fe.

Los sacerdotes se aseguraban de que el Libro fuera transmitido a las generaciones futuras, mientras ellos se reservaban el poder de interpretar el sentido de sus palabras y el significado de su sagrada vida y muerte, castigando inexorablemente con la muerte o la excomunión a cualquiera que se desviara de la doctrina por ellos establecida. Y la gente, atrapada de lleno en toda una red de deberes religiosos, olvidó por completo el arte de hacer fuego. ❤️