lunes, julio 22, 2024
Lecciones de Vida: La Historia de la Tía Piadosa y la Importancia de la Consideración
domingo, julio 21, 2024
El Ojo de la Envidia: Un Viaje a la Autodestrucción
La envidia es una sombra que se desliza silenciosa y sutilmente en los rincones oscuros del alma humana, enredando sus raíces en la mente y el corazón de aquellos que la permiten florecer. Este sentimiento, tan antiguo como el hombre mismo, ha sido objeto de innumerables reflexiones, proverbios y narraciones a lo largo de la historia. Uno de estos proverbios, "Por ver tuerto al otro, se sacan un ojo", encapsula de manera magistral la esencia destructiva de la envidia.
La envidia no solo es una emoción corrosiva, sino también una fuerza capaz de llevar al individuo a actos irracionales y, en última instancia, autodestructivos. Un claro ejemplo de ello se encuentra en la fábula griega de Esopo sobre los dos perros, uno envidioso y el otro generoso. El perro envidioso, al saber que cualquier deseo que pidiera le sería otorgado al perro generoso doblemente, deseó quedarse ciego de un ojo, con la esperanza de que el otro perro quedara completamente ciego. Al final, su propio deseo resultó en una pérdida personal y no en la ganancia esperada.
La historia de Caín y Abel, en la Biblia, también ilustra el poder devastador de la envidia. Caín, consumido por los celos hacia su hermano Abel, cuya ofrenda fue más agradable a los ojos de Dios, optó por eliminar a Abel en lugar de mejorar sus propios esfuerzos. Su acción, motivada por la envidia, lo llevó a la ruina y al exilio, marcando su vida con una carga de culpa y sufrimiento.
En tiempos más recientes, la historia de Elizabeth Holmes, fundadora de Theranos, sirve como un recordatorio moderno de cómo la envidia y la ambición desmedida pueden conducir a la autodestrucción. Motivada por el deseo de alcanzar el estatus y la riqueza de figuras como Steve Jobs, Holmes construyó una empresa basada en promesas falsas y engaños. Su caída, cuando la verdad salió a la luz, no solo destruyó su reputación y empresa, sino que también tuvo repercusiones legales y financieras devastadoras.
La envidia es una emoción que puede nublar el juicio y distorsionar la percepción de la realidad, llevándonos a ver defectos y fallas en los demás, mientras ignoramos o exacerbamos nuestros propios problemas. La metáfora del "ojo" en el proverbio destaca cómo, al enfocarnos obsesivamente en los percibidos defectos o éxitos de los demás, terminamos perjudicándonos a nosotros mismos.
Para combatir la envidia, es crucial cultivar la gratitud y el reconocimiento de nuestros propios logros y bendiciones. Desarrollar una mentalidad de abundancia, donde el éxito de otros no disminuye el nuestro, puede liberarnos de la trampa de la envidia. Además, practicar la empatía y el apoyo mutuo puede transformar la envidia en inspiración y colaboración.
La próxima vez que sientas el mordisco de la envidia, recuerda el sabio consejo encapsulado en el proverbio. En lugar de mirar con resentimiento el éxito ajeno, enfócate en tu propio crecimiento y bienestar. Así, evitarás el doloroso acto de sacarte un ojo, y en su lugar, abrirás ambos para ver las infinitas posibilidades que el mundo tiene para ofrecerte.
Este artículo invita a la reflexión profunda sobre las raíces y consecuencias de la envidia, y alienta a los lectores a adoptar una actitud más positiva y constructiva. Comparte esta reflexión en tus redes sociales para inspirar a otros a liberarse del veneno de la envidia y a buscar el camino del crecimiento personal y la gratitud.
domingo, abril 23, 2023
La vida florece en cada amanecer
lunes, agosto 23, 2021
El verdadero sentido de la vida
Viktor Frankl, en el VI Congreso Internacional de Logoterapia (Buenos aires, septiembre de 1987), dijo: “el hombre está caracterizado, desde sus orígenes, por la búsqueda del sentido para su vida”. Hay que construir en nosotros “un impulso” que nos lleve a la superación de nuestro “egoísmo”. Se trata de la auto trascendencia, es decir, vivir por algo más que por nosotros mismos. La auto trascendencia es la esencia de la existencia humana. Hay que auto trascenderse para alcanzar los valores.
Cuanto
más se olvide el hombre de sí mismo, entregándose a una persona o a una causa, más
humano se vuelve. Cuanto más inmerso está en alguien o en algo diverso de él,
es más hombre.
¡Cuántas
personas vencieron la depresión porque encontraron en el trabajo el sentido de
sus vidas! Es muy raro ver deprimido o hastiado a un hombre que tiene a alguien
o algo por quien vivir. En el hombre, igualmente, un impulso de auto
trascendencia a Dios, el infinito. Para llegar a él tiene que auto trascenderse,
Dios es el único ser capaz de llevar al hombre a la perfecta y completa
realización
de sí mismo.
Las
causas del vacío interior, de angustia existencial, de sentido de la vida se
pueden reducir a dos:
1)
la pérdida del instinto y
2)
la pérdida de la tradición.
Contrariamente
a lo que sucede con los animales, los instintos no le indican al hombre lo que hay
que hacer. Al hombre de nuestro tiempo, la tradición no lo dice lo que debe
hacer. Con frecuencia, tenemos la sensación de que el hombre no sabe lo que
realmente quiere, porque va en busca de lo que los demás hacen, desea lo que ve
en los demás, quiere lo que los demás quieren. La gran enfermedad de nuestro
tiempo es la carencia de objetivos, el aburrimiento, la falta de sentido.
Ignoramos lo que queremos. No sabemos lo que sentimos. Nos faltan intereses inmediatos,
valores que nos motiven. Carecemos de objetivos claros. No somos hombres de ideales.
¡Muchas
veces experimentamos profundos sentimientos de hastío y vaciedad, de desamparo
e insatisfacción creciente que se trasforman en verdadera angustia! Son
frecuentes los casos de personas en cuyas vidas, aparénteme ordenadas, se
filtran, sin causa conocida, ansiedades difusas, sentimientos de vacío,
tendencias depresivas y estados permanentes de tensión.
El
asco y la tristeza hacen su aparición en nuestras vidas, cuando hacemos las
cosas por rutina, por hacerlas simplemente, cuando nos guían las apariencias y
no el conocimiento de lo que somos y hacemos, cuando no damos un paso para
mejorar nuestra conducta, nuestros modos de pensar, nuestras costumbres.
La neurosis del hastío es la neurosis de nuestro tiempo. El punto clave para destruirla es sencillo: adoptar un modo particular de lucha con ella, de manejarla y trabajarla. El algunas ocasiones los resultados positivos obtenidos no son completos. Esto se debe, sobre todo, a que ciertas personas no tienen el valor de enfrentarse a las situaciones, o no están dispuestas a asumir todas las responsabilidades de su vida.
En otros casos, los resultados positivos son completos. Cuando las personas se sienten motivadas para enfrentar los problemas, y dan los pasos necesarios para mejorar sus actitudes, el crecimiento es total en la vida familiar, en la vida espiritual y en los valores. Muchas veces las personas no enfrentan sus problemas y los proyectan en los demás. Entonces, los demás pasan a ser los culpables de sus problemas. Huir de sí mismos, no enfrentar los problemas existenciales y las inquietudes, aumentan el vacío y la falta de sentido de la vida.
La
falta de sentido de nuestra vida
Dar
sentido a nuestra vida es pensar, sentir y obrar por nosotros mismos, por el
dictamen de nuestra razón y nuestra conciencia. No esperar la canción, el tema
musical del momento o el “reality” que nos ayude a olvidarnos y a alejarnos más
de nosotros mismos. Tenemos que aprender a distraernos pero en el verdadero
sentido de la palabra, distraernos no de nosotros sino de la cotidianeidad, de
nuestras labores diarias. Dar sentido a nuestra vida es un motivo para ser
felices y hacer felices a los demás. Es elevar nuestra mirada y reconocernos
como criaturas maravillosas dando gracias al Creador por todos nuestros dones;
hasta por el sufrimiento que nos hace fuertes y nos ayuda a comprender y a
madurar. ♥︎
Revista Sembradores
miércoles, julio 14, 2021
El trabajo
El trabajo es acción, es movimiento, es vida. No es posible la vida sin trabajo.
Cuando estás dormido o en estado de reposo, funciona tu
corazón para hacer circular la sangre por tus venas y tus arterias; trabajan
tus pulmones para oxigenarla y purificarla; todo tu organismo está en
movimiento y en acción para mantener tu vida.
Tiende la mirada a tu alrededor y verás como
todo trabaja en la Naturaleza: las nubes recogen los vapores del agua y de la
tierra y los devuelven convertidos en benéfica lluvia; los arroyuelos y los
ríos que de ella dimanan, corren hacia el mar fecundando la tierra; las plantas
que de ella extraen los jugos, renuevan sus hojas, la vida y la alegría; los astros recorren sus
órbitas siguiendo el curso que la mano de Dios les ha trazado en el firmamento.
La luz, el calor, la electricidad, el
sonido, son átomos que están en continua vibración y movimiento.
Las ideas, los deseos, las sensaciones, los
sentimientos, las palabras, son producto del trabajo del cerebro.
Hasta la misma muerte es una labor de
transformación.
Por un decreto divino, desde que nace el
hombre está sujeto al trabajo. Es una ley universal de la que ni tú ni nadie
puede evadirse.
Dios dijo a Adán al arrojarlo del Paraíso:
“Ganarás el pan con el sudor de tu rostro.” Y todos los hijos de Adán se ven
obligados a trabajar para vivir.
Porque el pan es símbolo de la vida, pero
“no tan sólo de pan vive el hombre”. Otras cosas hay que se necesitan para
vivir en sociedad, y esas cosas, así materiales como espirituales, sólo se
consiguen a fuerza de trabajo.
Hay mucha gente que sólo considera como trabajo el que se
hace con las manos o el que representa un esfuerzo corporal, como el del
albañil, del carpintero, del mecánico, del marinero, etc.
Pero también trabajan los que se dedican a tareas mentales:
trabajo es el estudio, trabajo es la enseñanza, y así estudiantes, maestros,
escritores, artistas, médicos, abogados, comerciantes, todos son trabajadores.
Por lo tanto, cualquiera que sea el oficio, la profesión o
la carrera que emprendas, no podrás eximirte de trabajar.
A
muchos jóvenes se les hace pesado el trabajo porque lo hacen de mala gana.
Para que te resulte agradable cualquier
estudio o tarea, empréndelos, con gusto, con amor, como si fuesen una diversión
o un recreo.
Si juegas a la pelota, al fútbol, o corres
en bicicleta, tienes que hacer un esfuerzo así corporal como mental; tienes que
concentrar tu atención en lo que haces; te agitas, pones los músculos en
acción, sudas y, sin embargo, no sientes el cansancio ¿Por qué? Porque lo
consideras como un juego o una distracción.
Cuentan de un maestro de obras, que, viendo
un día que sus peones trabajaban ya cansados de subir y bajar ladrillos, les
dijo: “Chicos, basta de trabajo; os voy a proponer un juego.
Vamos al sótano a ver quién saca más
esportillas de tierra para hacer un jardín.”
Y los hombres, creyendo que se trataba de
un juego, se pusieron a llenar de esportillas con vigor y con presteza para ver
quien sacaba más. Hicieron esta labor como si fuese un recreo, y no se dieron
cuenta de que era un trabajo tan pesado como el otro.
El fin que debes proponerte al emprender
cualquier trabajo –y hemos quedado en que también lo es el estudio–,
es que te resulte en algo de provecho. Si tal es tu propósito y a su
consecución diriges la voluntad y el esfuerzo, verás con qué ánimo, con qué
afición, con qué entusiasmo trabajas hasta verlo realizado.
Hay chicos que andan sin fatigarse dos o
tres leguas de una aldea a otra, únicamente para ir a una capea o a bailar a
una romería, y después vuelven a desandar lo andado sin cansancio y muy satisfechos
del ejercicio. ¡Cuán laudable no sería ese esfuerzo si se emplease en una obra
de provecho, en un acto de cultura y de progreso en beneficio propio o de los
demás!
Para que un trabajo sea fructuoso es
preciso que, además de hacerlo con gusto, se concentre en él toda la atención,
todo el interés. Todo el entusiasmo.
“Es de mayor importancia –dice
Balmes-
adquirir un hábito de atender a lo que se estudia o se hace; si bien se
observa, lo que nos falta a menudo no es la capacidad parta atender lo que
vemos, leemos u oímos, sino la aplicación del ánimo a aquello de que se trata.”
Y Silvain Roudes, autor del libro Para abrirse camino en la vida, cuya lectura te recomiendo,
dice: “El gran defecto del hombre moderno es emprender cinco, seis, diez cosas
a la vez; querer dominar los asuntos financieros, los deportes, la política y
las artes; intentar todas las experiencias, comenzar todos los estudios y
abarcar el mundo con sus débiles brazos.”
Y en efecto: verás cómo en ciertos países
hay hombres que, sin la preparación necesaria, ocupan elevados puestos en las
esferas del Gobierno, y con la misma insuficiencia e ineptitud desempeñan
sucesivamente varios cargos, pasando de un ministerio a otro. Con este
insensato trasiego de funcionarios no es posible tener una buena
administración, y sufren los intereses nacionales y por ende los de cada
ciudadano. Esto lo tocarás por experiencia propia cuando tu edad te permita
ejercer una carrera o tener parte activa en los negocios.
Huye tú, por lo tanto, de ser uno de esos
que el escritor francés, Jules Claretie, llama “hombres desmigajados”, porque
desmigajan su atención y la reparten entre diversos asuntos y ocupaciones
heterogéneas, como quien echa migas de pan a las aves de un corral.
Cualquiera que sea el estudio que
emprendas, el trabajo que acometas, el oficio o profesión que adoptes, procura
enterarte bien de todas sus partes y detalles; infórmate de cuantos datos con
él tratan; domínalo, en fin, hasta llegar a ser en él un perito, un maestro.
Verás que el hombre que más prospera y más
se distingue en el oficio, negocio o carrera que emprende, es aquel que tiene
la mejor preparación, es decir, el que ha hecho mayor acopio de conocimientos
referentes a su ramo, obteniendo así una superioridad sobre todos sus
competidores.
Cuando el gran novelista Sir Walter Scott,
por malgastar su hacienda, quedó arruinado, continuó trabajando con redoblado ahínco,
diciendo que la adversidad le servía de tónico estimulante para el trabajo.
Henry Ward Beecher decía: “No es el trabajo
lo que mata, sino la angustia. El trabajo es salutífero: no es fácil darle a un
hombre más del que puede hacer. La angustia es como la herrumbre que corroe la
hoja de acero. No son las revoluciones de las ruedas lo que desgasta la
maquinaria, sino el rozamiento.”
Por lo tanto, debes procurar que en tu
trabajo haya la menor fricción posible, es decir, que no lo hagas a
regañadientes, sino interesándote en que salga del mejor modo que puedas. Esto
mismo le recomendaba Lord Chesterfield a su hijo en una de sus famosas cartas,
agregando: “Todo aquello que vale la pena de que se haga, vale la pena de
hacerlo bien.”
Y, en efecto, lo que se hace de mala
manera, para salir del paso, es trabajo y tiempo perdidos. Resulta en chapuz,
y, en muchos casos, hay que volverlo a hacer. El obrero que se estima y tiene
amor a su oficio se esmera en hacerlo con primor. De un hombre chapucero no
puede esperarse nada bueno. Para hacer las cosas bien se necesita tiempo, cuidado,
aplicación y trabajo. Por la calidad de la obra se conoce el carácter de su
amor.
La seda es producto de una oruga limpia,
que necesita para vivir aire puro y se alimenta de hojas de moral. Emplea
varios días en labrar su capullo, del que se extrae la seda, y de él sale a las
tres semanas convertida en mariposa. En cambio, la telaraña es una red de
sutilísimos hilos sin consistencia, hecha con presteza por ese repugnante
insecto que llamamos araña, que vive en rincones obscuros y empolvados y tiende
esa tela únicamente para atrapar las moscas que le sirven de alimento.
Por eso Iriarte, en su conocida fábula,
cuando la araña se jacta de labrar su tela más aprisa que el gusano de seda su
capullo, pone en boca del último esta réplica:
“Usted tiene
razón: así sale ella.”
Siete años empleó Virgilio en componer el
más perfecto de sus poemas, las Geórgicas, el
cual, impreso en un periódico moderno, apenas llenaría dos planas. Entre
componerlos, podarlos y pulirlos, no hacía más que cuatro versos por semana.
Pero el poema ha vivido dos mil años y vivirá muchos siglos más.
El gran maestro y retórico ateniense
Isócrates empleó nada menos que diez años en componer, corregir y pulir su
célebre Oración Panegírica.
Sólo a fuerza de incesante laboriosidad y
perseverancia podrás llegar a ser un hombre de provecho, crearte una fortuna,
dejar obras meritorias o legar a la posteridad un nombre imperecedero.
El famoso pintor norteamericano James
Whistler pidió un precio muy crecido por un cuadrito que le habían encargado.
El comprador acudió a los tribunales de justicia, creyéndose poco menos que
estafado. El juez, considerando también por el tamaño del cuadro que el precio
era excesivo, preguntó al artista cuánto tiempo había empleado en pintarlo. Y
Whistler contestó que cuarenta años.
―¡Cuarenta
años! –exclamó
sorprendido el juez.-
―Sí;
cuarenta años de estudio y de trabajo para poder pintarlo así.
Por alta que sea la posición de un hombre,
no debe desdeñar el trabajo ni considerarlo como un desdoro.
Pedro el Grande, emperador de Rusia, en sus
viajes por Europa, visitaba las fábricas y talleres, enterándose prácticamente
del modo de manejar las herramientas, y en un astillero de Amsterdam trabajó
algún tiempo como carpintero de ribera para saber cómo se construía un buque.
Esta educación práctica que adquirió en su juventud le permitió después adoptar
e introducir en su imperio notables reformas, mejoras y adelantos, que lo
llevaron a un alto grado de prosperidad y de grandeza.
Cuando Lisandro visitó los jardines de
Ciro, rey de Persia, y se admiró al saber que este fastuoso monarca no sólo
había trazado los planos de su vergel, sino que con sus propias manos había
plantado muchos de sus árboles y arbustos, Ciro le dijo: “¿Esto te sorprende?
Pues por el dios Mitra te juro que, cuando me lo permite la salud, nunca me
siento a la mesa sin haber sudado antes con algún ejercicio, ya sea el de las
armas, una labor agrícola o cualquier trabajo pesado, al cual me dedico con
deleite y con todo mi vigor.” A lo cual repuso Lisandro: “Ciro, eres realmente
feliz y mereces tu gran fortuna.”
Porque, en efecto, no hay satisfacción
comparable a la que siente un hombre cuando ha hecho un trabajo con entusiasmo
o terminado una obra a su gusto, y bien merecido tiene el premio o galardón que
por ello alcance. Raro es el trabajo bien hecho que no recibe tarde o temprano
alguna compensación.
Tiene mucha enjundia esta
fabulilla de Antonio de Trueba:
―Caballito que sudas uncido al carro, dime: para que el pelo te
brille tanto, ¿Cómo te las compones?
―¿Cómo? Sudando.
Y muchos hombres también, con el sudor del
trabajo han logrado medrar y que, como vulgarmente se dice, les “luzca el
pelo”.
Entre nosotros es muy raro encontrar
hombres ilustrados y de alta posición que dediquen algunos ratos a las labores
manuales, mientras que en los países del Norte se nos ofrecen numerosos
ejemplos de altas personalidades que buscan en ello una distracción, un
ejercicio higiénico o una enseñanza.
Sir Isaac Newton, el gran matemático, y
físico y astrónomo, descubridor de la forma esferoidal de la Tierra y de las
leyes de gravitación, se entretenía en sus ratos de ocio en trabajos de
ebanistería, y regalaba a sus amigos mesitas, sillas, estantes, muñecas, etc.,
hechos por sus manos, y llegó a construir un cochecito de cuatro ruedas de
autopropulsión.
Mister Gladstone, el venerable estadista
inglés que murió a fines del siglo pasado, solía, durante su veraneo o sus
asuetos en el campo, manejar el destral para talar árboles, ejercicio muscular
que le servía de compensación a sus trabajos mentales y que le permitió vivir
sano y robusto hasta los ochenta y cuatro años.
Sabido es que en Estados Unidos, algunos
jóvenes hijos de familias archimillonarias, como los Vanderbilt y los Gould,
poseedores de mecánicos, y han hecho viajes en trenes manejando las palanquetas
y válvulas de las locomotoras, no por necesidad como fácilmente se comprenderá,
sino para conocer prácticamente cómo funcionan esas monstruosas máquinas a las
que deben y de las que dependen su inmensa fortuna.
Este último ejemplo demuestra la
importancia que en aquel país se da al conocimiento en todos sus detalles del
negocio que uno tiene entre manos. Y además la afición que hay al trabajo aun
entre los jóvenes acaudalados.
Aun cuando entre nosotros no son tan
frecuentes semejantes ejemplos, no de haber alguno, como el que nos presentó el
ilustre duque de Zaragoza, prócer aficionado a la maquinaria, a quien se vio
muchas veces bajar en su automóvil a la estación del ferrocarril de esa ciudad
del Ebro, ponerse allí la blusa del obrero y situarse en la locomotora al lado
de la manivela para guiar con mucha pericia el tren hasta Madrid.
Las personas que de suyo son laboriosas o
que desde jóvenes han adquirido el hábito del trabajo, le cobran tal afición y
tanto apego, que no pueden nunca permanecer ociosas. ¡Cuántos, como el citado
Sir Isaac Newton, dedican los ratos de tregua en sus tareas y estudios serios a
otras labores de distinto género que les sirven de descanso y distracción y
hasta de contrapaso para equilibrio de sus facultades mentales! ¡Y cuántos
también que se gozan tanto en el trabajo, que en él hallan su diversión y su
recreo!
Decían los
latinos: Labor ipse
voluptas, el trabajo es en sí mismo un placer.
Edison, el célebre sabio americano, a pesar
de haberse enriquecido con sus numerosos inventos –caso raro, pues la
mayoría de los inventores viven y mueren modestamente– continuó hasta su
muerte trabajando en el laboratorio con la misma actividad y constancia de sus
días mozos, durmiendo y olvidándose de comer cuando estaba enfrascado en algún
experimento.
De todo lo expuesto se desprende que es necesario trabajar y luchar
para vivir. Bien dice Homero en su Ilíada:
“Aquí en la tierra el sino del hombre es
la labor:
Si Jove nos dio la vida, también nos dio
el dolor.”
Prepárate, pues, a luchar y a vencer
obstáculos, que muchos encontrarás en cualquier estudio, obra o trabajo que
emprendas. Todos los principios son dificultosos. No hay nada más fácil que el
andar, y mira lo que le cuesta al niño aprenderlo. Tiene que empezar por hacer
pinitos y darse algunos coscorrones. Los que ensayan a montar en bicicleta no
saben guardar el equilibrio, se tambalean y caen, o van a dar encontrones con
los árboles y las vallas. Más, después de alguna práctica, ¡con qué soltura
manejan el “caballo de acero” y lo hacen evolucionar a su antojo, y qué placer
tan grande experimentan al recorrer velozmente largas distancias!
Para tocar el violín con la maestría de un
Paganini, un Sarasate o un Manén; para dominar el piano como un Chopin, un
Rubinstein o un Paderewski; para cantar como un Manuel García, una Malibrán,
una Patti o un Gayarre, ¿sabes tú los años de estudio, de enojosos ejercicios,
de ímproba labor que eso impone? ¿Sabes las enormes dificultades que es preciso
vencer; la infatigable paciencia, la pertinaz perseverancia que se necesita?
Así, pues:
Sea cual fuere la obra en que ensayes, si
falla acaso tu primer intento no te descorazones ni desmayes, antes vuelve a
empezar con nuevo aliento, no habrá dificultad ni resistencia que dominar no
puedas con talento, con firme voluntad y con paciencia.
“Es muy breve la vida, el arte es
largo”; la perfección se alcanza, sin embargo, a fuerza de trabajo y de
experiencia. ♥︎
Arturo Cuyás (España)
Del libro “hace falta un
muchacho” del mismo autor.
viernes, julio 09, 2021
¡El hombre nuevo!
El éxito no depende de acontecimientos que suceden en nuestro mundo exterior, sino de las decisiones que un hombre valiente toma para cambiar su mundo interior.
Si entendemos que el verdadero cambio debe ocurrir dentro de
nosotros, seguramente llegaremos a experimentarlo.
Si nos dedicamos a acompañar las acciones de quienes sueñan un mundo mejor,
seguro llegaríamos más rápido a su feliz conclusión.
Si nos dedicáramos a pintar sonrisas en las caras de quienes
comparten nuestro mundo inmediato, tendríamos corazones más sanos en el hogar de
La Paz.
Si pasáramos más tiempo con nuestros hijos e hijas que con nuestros
teléfonos y ocupaciones, nos gozaríamos la bendición de tener una familia más humana.
Si amamos con sinceridad y nos gozamos en el acto hacerlo, lograremos
justamente la prosperidad.
Si colmamos de alegría a quienes nos rodean, callados
esperamos el triunfo cuando nos golpean y luchamos con fuerza en la adversidad venciendo
los miedos a punta de voluntad, entonces seremos capaces de laurear nuestro existir.
Si entregamos un abrazo acompañado de un “te quiero, te quiero”
seguro recibiremos a cambio un “te amo” sincero.
Si nos ocupamos más en hacer que en prometer, hallaremos en
nuestros hogares anhelos de crecer.
Si acompañamos a los nuestros en su duro batallar, tendremos
lindas sonrisas y motivos para celebrar.
Si convertimos nuestras tareas en fuente de inspiración, si
cada cosa que hacemos la obramos con el corazón, obedeciendo al amor antes que
a las razones, nuestros días sobre la tierra serán una sublime canción. ♥︎
Revista
Sembradores
jueves, julio 08, 2021
Los juegos de la vida
Tu concepción en el vientre de tu madre fue tu primer desafío y competencia en los juegos de la vida; superaste la fase eliminatoria, clasificáste para participar en las olimpiadas de la vida, jugaste como ningún otro jugó y mira... ¡Te coronaste campeón!
¡Lo lograste campeón! En estas olimpiadas te enfrentaste contra millones de
competidores superándolos a todos. El objetivo de la competencia consistía en
dar en el blanco y fecundar el óvulo de tu mamita… ¡Y fuiste el feliz ganador!
Por eso es bueno recordarte que un motivo para la acción
(motivación) es estar consciente de que la vida está hecha de tiempo, desde el
momento de tu nacimiento y hasta el día de tu muerte –de la cuna al sepulcro–. Tu
gran compromiso, proyecto y misión es construirte a ti mismo, es decir: al nacer eres un diamante aún en estado de carbón. Debes, entonces, empezar a tallar y pulir
la piedra bruta que tú mismo representas. Si tú lo deseas puedes transformarte, dándole forma y brillo a la piedra que eres en este momento, hasta llegar a ser el majestuoso diamante que estás destinado a ser desde el mismo instante de tu creación.
Esa es la razón por la cual estás en los juegos de la vida.
¿Aceptas el reto?
Crea, genera, produce y usa las riquezas materiales que el universo ha dispuesto en abundantes cantidades para los hijos de esta tierra. Pero también cultiva los valores y principios superiores e inmateriales, comprométete en esto, recordando en todo momento que por intangibles que sean, en ellos reside la verdadera
riqueza y se constituyen como el punto de partida para el proceso de construcción de un ser humano de orden superior.
El conocimiento consciente aleja la ignorancia y puedes,
con él, usar mejor tu libre albedrío. Toma consciencia de cómo son los juegos de
la vida y te convertirás en un líder servidor de tus semejantes, aceptando con
entusiasmo y optimismo la tarea de guiar y comunicar un mejor futuro,
sirviéndote a ti mismo, a tu familia y a tu equipo de trabajo.
Ahora ya lo sabes, hay una actividad que nadie puede realizar por ti y precisamente a eso viniste a este mundo: a jugar los juegos de la vida. A vivir tu vida y a cumplir con el compromiso de crecer y realizarte, desarrollando al máximo tu potencial creador y co-creador de experiencias y una vida de excelencia.
Se realista y humilde al actuar, no te creas
omnipotente, pues junto a todas las creaturas, eres un co-creador que
participa en la sinfonía magistral del universo. Pon en práctica la solidaridad, desarróllate personalmente, elévate a un nivel superior de desempeño y haz aportes de calidad en el grupo social al que perteneces. Haga siempre tu mejor
esfuerzo con realismo optimista.
Entonces ¡Motívate, despierta y utiliza tu poder! Pues con
tu esfuerzo consciente y persistente puedes lograr grandes realizaciones y
ser feliz, al tiempo que haces felices a tus semejantes (creadores ellos
también). Algunos quizás con un grado menor de consciencia que el tuyo, pero creadores al fin. ¡Tus
semejantes te necesitan como coequipero! ¡Tu aporte será siempre valioso, no se los
niegue! Acepta los triunfos lo mismo que las derrotas, aborda los problemas con serenidad, madurez y autocontrol, pues también forman
parte de los juegos de la vida. Pero recuerda buscar inteligente y creativamente la
oportunidad que estos traen consigo, ya que también son parte de la única
constante de la vida: el cambio indetenible desde tu nacimiento hasta tu muerte. ¡Todo es
un continuo y constante cambiar!
Tu flexibilidad y adaptabilidad siempre serán sinónimos de
juventud y posibilidad de éxito y felicidad.
Recuerda también que es tu deber fomentar y promover el cambio en ti mismo y en tu entorno para mejorar ¡Pues eres un ser humano valioso y un gran líder automotivado y comprometido! ♥︎
Revista
Sembradores
lunes, julio 05, 2021
Mi talento dice sí, mis pensamientos dicen no
Una de las primeras cosas que aprendí en la escuela de
sociología fue que la sociedad es un grupo de personas con intereses comunes
que se relacionan entre sí. El hombre como protagonista de lo socialmente
establecido, como la razón de ser de la historia, como la materia prima del
universo. Sin embargo, me da la impresión de que a veces de manera inconsciente
invertimos mayores recursos en tiempo y dinero a los procesos que configuran lo
humano, que a lo humano mismo. Es por eso que se hace cada vez más común
presenciar cómo un empresario tira la casa por la ventana cuando se trata de
comprar maquinarias, sistemas operativos e insumos para su compañía y a su vez
se aleja de una manera preocupante de la inversión en la capacitación y
formación de su personal tanto técnica como emocionalmente.
Es contradictorio. Por un lado deseamos mejorar las
utilidades de nuestras empresas y vidas, pero por otro le damos la espalda a la
inversión en el talento humano, que es el eje sobre el cual se construye el éxito.
¿Conoces alguna empresa que logre funcionar a control remoto, con la presencia
de robots y la ausencia de hombres y mujeres? No existen. Lo que sí existen son
empresas conformadas por seres humanos en quienes recae la responsabilidad, a través
de sus recursos y creatividad, de salir adelante y así darles a sus compañías
un repunte tanto financiero, como social.
En definitiva, el talento es lo que nos identifica como
seres humanos, es lo que nos alienta a vivir, es lo que en ocasiones nos
reconcilia con la vida, nos da propósito, nos fusiona a un estilo de vida
superior en donde lo que buscamos es crear, inventar, darle al mundo ideas que
nos permitan no solo agruparnos como sociedad sino también reconciliarnos con
nosotros mismos.
Estas y muchas razones más me han llevado a dictar
talleres, conferencias incluso crear una audio-conferencia sobre talento en
donde trato de explicar la importancia de conectarnos a nuestros talentos y
destrezas, es decir, saber de qué somos capaces y no pasarnos la vida subestimándonos,
devaluándonos y desacreditándonos, como si la vida siempre estuviera
confabulada en nuestra contra. El talento que todos y cada uno de nosotros poseemos
es la llave que abre nuestra puerta al progreso, es nuestro boleto al
desarrollo, no existe mejor opción para cualquier ser humano que tener claridad
con respecto a cómo ganarse la vida mediante sus mejores habilidades.
Desconocerlo nos coloca de espaldas a la prosperidad y nos envía directamente a
la pobreza.
Es increíble cómo perdemos tiempo buscando caminos que nos
lleven a un éxito inmediato a través de atajos, ignorando que en nosotros
mismos vive una posibilidad -talento- que si la sabemos utilizar, somos
perseverantes y nos disciplinamos, nos daría un retorno económico, espiritual,
social y ético inimaginable. Nuestras carencias materiales, existenciales tal
vez, pudieran tener su origen en el desconocimiento de lo que somos capaces de
hacer, en nuestra desconexión con aquello que nos caracteriza y nos distingue
como humanos. De ahí la importancia de darnos a la tarea de indagarnos,
conocernos tener consciencia, identificación, conexión y aplicación de nuestro
talento.
Por ejemplo: Imaginemos que siempre has sido habilidoso al
momento de enfrentar la tecnología, es decir, manejar un teléfono móvil, una
computadora, una tablet y cualquier otro dispositivo moderno; que
adicionalmente amas utilizarlos, el tiempo se te pasa volando, incluso olvidando
comer, tomar agua y hacer cualquier actividad cotidiana mientras los utilizas.
Es muy probable que esa sea una de tus habilidades, considerando tus niveles de
creación y pasión en el tiempo invertido. Ante una situación de tales
características cabría la pregunta: ¿Qué hacer?
Yo diría que estructurar esa pasión y meditar cómo lograr
convertir esa actividad en una forma de ganarse la vida. Fue así como lo
hicieron hombres como Bill Gates, Steve Jobs, entre otros.
Así pues, Una vez que eso está definido, toma en cuenta que
el talento nunca es suficiente, es decir, debe ir acompañado por la necesidad
de siempre superarse, de nunca creer que ya te las sabes todas. Todo lo
contrario, estar atento a cualquier sugerencia que enriquezca tu trabajo.
Sucede que la mayoría de las personas se dedican a
actividades que aunque pueden llevarlas a cabo, no son precisamente con las que
se sienten más ingeniosos y felices, pero dada la necesidad de obtener un
salario o el miedo a no poder vivir de eso que aman, terminan invirtiendo su
tiempo en actividades que abastecen sus vidas de seguridad, pero no de satisfacción
y realización. Entiendo que no es sencilla esa transición, es un duro camino,
sin embargo es la ruta más segura, no por las ausencias de dificultades sino
por la certeza de oportunidades.
Siempre me he dicho: José Jacinto estás en esta tierra no
solo para comer, dormir, trabajar, tener una familia, alcanzar una jubilación y
finalmente morir. Debe existir un propósito adicional, debe existir una razón
trascendente que justifique nuestra presencia en este mundo.
La respuesta que encuentro es: creación, invención e
inmortalidad. Entonces encuentro que el vaso comunicante entre nuestras
destrezas y ese sentimiento de trascendencia, es el talento.
Ya que solo conectándonos a lo mejor de nosotros tendremos
la oportunidad no solo de conocer la mejor versión de cada uno de nosotros,
sino también la mejor versión de nuestras sociedades.
He tenido la oportunidad de validar estos conceptos
capacitando empresas y asesorando desde deportistas profesionales hasta
gerentes de compañías en distintos estados de Venezuela y al final concluyo que
las personas más exitosas que conozco son aquellas que logran engranar su
talento, pensamientos y acciones, es decir, su imaginación y certeza de lo que
anhelan de la vida a sus conductas y acciones. Cuando así lo hacemos puede que
nos ocurra lo mismo que al rey Pigmalión quien se enamoró de una estatua de
mujer que él mismo había moldeado de una manera tan profunda, que la diosa
Afrodita decidió darle vida para que Pigmalión pudiera casarse con ella. Al
final, esta historia nos enseña cómo los resultados que obtenemos están
determinados por nuestras propias expectativas.
¡Vive por tus talentos, que ellos de seguro te honrarán a
ti! ♥︎
Soc.
José Jacinto Muñoz
gravitacom@gmail.com
viernes, julio 02, 2021
Solo por hoy
Solo
por hoy…
…seré
feliz. La felicidad reside y se manifiesta desde mi interior; no es un
acontecimiento externo.
…me
ajustaré a lo que es y no trataré de ajustar todas las cosas a mis propios
deseos. Aceptaré mi familia, mis negocios y suerte como son y procuraré encajar
en todo ello.
…cuidaré
de mi organismo, lo ejercitaré, lo alimentaré, no abusaré de él ni lo
abandonaré, de tal forma que será una perfecta máquina para mis cosas.
…fortaleceré
mi espíritu. Aprenderé algo útil. No seré un haragán mental. Leeré algo que
requiera de mí: esfuerzo, meditación y concentración.
…ejercitaré
mi alma de tres modos. Haré a alguien algún bien sin que él o ella lo descubra.
Haré dos cosas que no me agrade hacer, tan solo –como lo dice William James– por
ejercitarme.
…seré
agradable. Tendré el mejor aspecto que pueda, me vestiré con la mayor
corrección a mi alcance, hablaré en voz baja, me mostraré cortés, seré generoso
en la alabanza, no criticaré a nadie, no buscaré defectos en nada, y no dirigiré
ni enmendaré la plana de mi prójimo.
…viviré
únicamente este día, sin abordar a la vez todo el problema de la vida, puedo
hacer en doce horas cosas que me espantarían si tuviera que mantenerlas durante
una vida eterna.
…tendré
un programa. Consignaré por escrito lo que espero hacer cada hora. Cabe que no
siga exactamente el programa, pero lo tendré. Eliminaré dos plagas: la prisa y
la indecisión.
…tendré
media hora tranquila de soledad y descanso. En esta media hora pensaré a veces en Dios, a fin de conseguir una mayor
perspectiva de mi vida.
…no
tendré miedo y, especialmente, miedo de
ser feliz, de disfrutar de lo bello, de amar y de creer que las cosas y las
personas que amo me aman.
Solo por hoy, porque el hoy bien vivido sana la herida del ayer, y hace del mañana una visión de esperanza. ♥︎
Realismo optimista
Algunos
psicólogos hablan de cuatro actitudes ante la vida.
La
primera actitud es la de aquellos que solo ven el bien a su alrededor. Él es
bueno, los demás también lo son. Tal actitud puede provenir de la
ingenuidad o de la indiferencia.
Es ingenuo
creer que vivimos en un mundo donde todo marcha bien, donde no existen la
pobreza, las desigualdades sociales, las enfermedades y la mala fe.
Pero
tal actitud puede provenir también de la indiferencia. Algunas personas
conviven con el mal y con la injusticia, dos temas de los que prefieren no hablar
y mucho menos denunciar, tal vez porque no les interesa, o tal vez porque son
sus usufructuarios. Las penas y los lamentos de su prójimo, para ellos, son sólo “ganas de joder".
La
segunda actitud es la de aquellos que se creen buenos pero consideran malos
a todos aquellos que no se les asemejan, que no hablan, ni piensan, ni actúan
como ellos.
Se
trata de una posición autosuficiente, narcisista y maniquea. Son aquellos que “ven
la paja en el ojo ajeno e ignoran la viga que hay en su propio ojo".
En
el extremo opuesto se encuentran aquellos que viven en un continuo lamentarse por
aquello que son, envidiando siempre a los demás. Su situación es siempre
desesperada; la de otros es siempre mejor. Su vida es la más desgraciada. Son
candidatos a la depresión. Sus vidas son estériles y dignas de compasión.
La
última de las cuatro actitudes es la de aquellos que solo ven el mal por todas
partes, tanto en sí mismos como en su alrededor. Son candidatos al suicidio
físico y psíquico. Éstos son radicalmente pesimistas. Son los profetas del
fracaso. Maldicen de la obscuridad, pero no se dedican a encender una luz.
Maldicen de lo que existe, pero su negativismo les impide emprender la
construcción de lo que no existe.
La
actitud más sana ante la vida es el realismo optimista. Consiste en darnos
cuenta y aceptar sin maldecir que la realidad en que vivimos es una mezcla de bien
y de mal, de oportunidades y frustraciones, de logros y de derrotas. Trátase de
una actitud no meramente contemplativa sino operativa. El mal debe ser
combatido y el bien debe ser fomentando. La conciencia de nuestras limitaciones
y de las dificultades no debe obnubilar la conciencia de nuestras posibilidades,
ni frenar la toma de decisiones.
Es
pesimista quien se sienta a llorar o maldecir sin esperanza sobre la maldad y
la injusticia, quien se contenta con rasgarse las vestiduras pero no hace más
nada. Es optimista realista quien denuncia el mal para construir el bien, quien
critica constructivamente, quien no solo denuncia problemas sino que propone también
soluciones y se compromete con ellas.
Quienes
son realistas optimistas aceptan que viven en un mundo lleno de injusticias y
desigualdades. Pero están convencidos de los valores y capacidad de cada ser
humano. Son optimistas en el sentido de que creen posible el triunfar ante y a
pesar de las dificultades; que es posible construir una patria y una sociedad
mejores, y se comprometen en esa maravillosa construcción.
Los seres humanos debemos preocuparnos más por crear que por criticar; más de la vida que de la muerte; más en construir que en destruir; quejarnos menos y realizar más; pasar del lamento a la actividad creadora. ♥︎
lunes, julio 29, 2019
Gozar la vida
Deja que te cuente un poco
Yo sé que te va a gustar
He nacido tantas veces
No me quiero morir más.
Me he salvado en tantas guerras
Me he cansado de llorar
Y ahora que ya estoy de vuelta
Quiero vivir más.
Unos nacen con todo, y otros
Casi sin na' pero todos llevamos un ticket que dice
Principio y final, caballero.
Caballero, hay que gozar la vida
Que de pronto el tiempo se te va
Disfruta lo que tienes
Que cuando te vayas, no te llevas na' caballero.
Caballero, hay que gozar la vida
Que de pronto el tiempo se te va
Disfruta lo que tienes
Que cuando te vayas, no te llevas na'.
Hay amigos pa' siempre, y otros vienen y van
Pero todos vivimos en una ruleta
Que no para mas, caballero.
Camina pa' lante, no le tengas miedo
Que los que critican se critican ellos
Y busca tu suerte
Que nada esta escrito, no mires atrás.
Caballero, gozate la vida
Caballero no lo pienses más
Y vive lo que puedas
Caballero goza, vive hasta el final.
jueves, febrero 21, 2019
El reto de vivir