La PAZ, escrita con mayúsculas, no es un concepto reducido a la ausencia de conflictos armados ni un simple estado de seguridad personal en las calles. La PAZ no puede limitarse a la existencia de empleo, servicios públicos o la tranquilidad aparente de un país. La PAZ es un horizonte mucho más amplio, un ideal que trasciende lo superficial y nos confronta con las estructuras mismas que sostienen nuestras sociedades. En esencia, la PAZ es justicia, equidad, dignidad y desarrollo integral para todos los seres humanos.
Hablar de PAZ implica reconocer
que no basta con tener servicios públicos; es indispensable que sean de calidad
y accesibles para toda la población. No debe haber privilegios exclusivos para
una minoría adinerada mientras el pueblo se resigna a servicios deficientes. La
verdadera PAZ se encuentra en garantizar que cada ciudadano, sin importar su
posición social, pueda disfrutar de agua potable, energía eléctrica, transporte
y educación de excelencia. Este acceso universal es la base para construir una
sociedad armónica y cohesionada.
En el ámbito laboral, la PAZ no
se alcanza con la simple existencia de empleo. Es esencial que el trabajo
proporcione un salario digno, capaz de sustentar a una familia completa sin que
ambos padres deban abandonar su hogar y a sus hijos para sobrevivir. La
verdadera paz económica se logra cuando un salario no solo cubre las
necesidades básicas, sino también permite disfrutar de placeres, aspiraciones y
una vida plena. Es en este equilibrio entre necesidad y satisfacción donde se
encuentra el germen de la estabilidad y la felicidad colectiva.
La salud, como pilar de la PAZ,
exige sistemas de calidad que aseguren una población sana, libre de
enfermedades prevenibles. No se trata únicamente de garantizar el acceso a
medicamentos o tratamientos, sino de construir un sistema que priorice la prevención,
la educación sanitaria y el bienestar integral. La salud no es un lujo, sino un
derecho fundamental que refleja el respeto por la vida y la dignidad humana.
La educación, otro componente
esencial, no puede concebirse como una simple herramienta para formar mano de
obra. La verdadera PAZ educativa se alcanza cuando cada ciudadano tiene la
oportunidad de desarrollarse como científico, artista, filósofo o creador,
explorando todo su potencial. Erradicar el analfabetismo es solo el primer
paso; el objetivo final debe ser la construcción de una sociedad pensante,
crítica y capaz de transformar su realidad.
El hambre, la forma más atroz de
violencia, también debe ser erradicada. La PAZ no es simplemente llenar
estómagos vacíos; es garantizar una alimentación nutritiva, balanceada y
suficiente para que cada individuo alcance un desarrollo físico y mental óptimo.
Alimentar al pueblo con dignidad es un acto de justicia que sienta las bases
para una sociedad fuerte y sana.
Además, la PAZ es transparencia.
Es no mentirle al pueblo, no utilizarlo como herramienta para alcanzar
intereses políticos o partidistas. La PAZ exige un gobierno que vea en el
pueblo un fin en sí mismo, no un medio para perpetuarse en el poder. La administración
de los recursos debe centrarse en garantizar la vida, la dignidad y la
prosperidad del pueblo, invirtiendo en su desarrollo integral.
La PAZ, en su esencia más pura, es el desarrollo integral de calidad del pueblo. Es una vida digna, con abundancia no solo material, sino espiritual, cultural y social. La PAZ no es un regalo ni una concesión; es un derecho que todos debemos exigir y construir colectivamente. Porque solo cuando la justicia, la igualdad y el bienestar se conviertan en el eje de nuestra sociedad, podremos escribir la PAZ con mayúsculas.
Revista Sembradores