Algunos
psicólogos hablan de cuatro actitudes ante la vida.
La
primera actitud es la de aquellos que solo ven el bien a su alrededor. Él es
bueno, los demás también lo son. Tal actitud puede provenir de la
ingenuidad o de la indiferencia.
Es ingenuo
creer que vivimos en un mundo donde todo marcha bien, donde no existen la
pobreza, las desigualdades sociales, las enfermedades y la mala fe.
Pero
tal actitud puede provenir también de la indiferencia. Algunas personas
conviven con el mal y con la injusticia, dos temas de los que prefieren no hablar
y mucho menos denunciar, tal vez porque no les interesa, o tal vez porque son
sus usufructuarios. Las penas y los lamentos de su prójimo, para ellos, son sólo “ganas de joder".
La
segunda actitud es la de aquellos que se creen buenos pero consideran malos
a todos aquellos que no se les asemejan, que no hablan, ni piensan, ni actúan
como ellos.
Se
trata de una posición autosuficiente, narcisista y maniquea. Son aquellos que “ven
la paja en el ojo ajeno e ignoran la viga que hay en su propio ojo".
En
el extremo opuesto se encuentran aquellos que viven en un continuo lamentarse por
aquello que son, envidiando siempre a los demás. Su situación es siempre
desesperada; la de otros es siempre mejor. Su vida es la más desgraciada. Son
candidatos a la depresión. Sus vidas son estériles y dignas de compasión.
La
última de las cuatro actitudes es la de aquellos que solo ven el mal por todas
partes, tanto en sí mismos como en su alrededor. Son candidatos al suicidio
físico y psíquico. Éstos son radicalmente pesimistas. Son los profetas del
fracaso. Maldicen de la obscuridad, pero no se dedican a encender una luz.
Maldicen de lo que existe, pero su negativismo les impide emprender la
construcción de lo que no existe.
La
actitud más sana ante la vida es el realismo optimista. Consiste en darnos
cuenta y aceptar sin maldecir que la realidad en que vivimos es una mezcla de bien
y de mal, de oportunidades y frustraciones, de logros y de derrotas. Trátase de
una actitud no meramente contemplativa sino operativa. El mal debe ser
combatido y el bien debe ser fomentando. La conciencia de nuestras limitaciones
y de las dificultades no debe obnubilar la conciencia de nuestras posibilidades,
ni frenar la toma de decisiones.
Es
pesimista quien se sienta a llorar o maldecir sin esperanza sobre la maldad y
la injusticia, quien se contenta con rasgarse las vestiduras pero no hace más
nada. Es optimista realista quien denuncia el mal para construir el bien, quien
critica constructivamente, quien no solo denuncia problemas sino que propone también
soluciones y se compromete con ellas.
Quienes
son realistas optimistas aceptan que viven en un mundo lleno de injusticias y
desigualdades. Pero están convencidos de los valores y capacidad de cada ser
humano. Son optimistas en el sentido de que creen posible el triunfar ante y a
pesar de las dificultades; que es posible construir una patria y una sociedad
mejores, y se comprometen en esa maravillosa construcción.
Los seres humanos debemos preocuparnos más por crear que por criticar; más de la vida que de la muerte; más en construir que en destruir; quejarnos menos y realizar más; pasar del lamento a la actividad creadora. ♥︎