Toda nuestra vida, consciente o inconscientemente, transcurre en un continuo sembrar y cosechar. Todo cuanto pensamos, sentimos, decimos y hacemos se traduce —lo creamos o no; lo entendamos o no— en un acto de siembra de alcance ilimitado e insospechadas consecuencias. Todas estas acciones tienen un efecto de bumerang sobre nosotros, ¡Todas! Como la buena semilla, ninguna se queda sin germinar y una lógica sutil y misteriosa hace que cosechemos, exactamente, el fruto de todo lo que sembramos a lo largo de nuestra vida.
¡Cuánta gente se cree desafortunada porque cree que vino a esta vida solo para experimentar el sufrimiento y la infelicidad! Viven convencidos de que la vida conspira en su contra por el hecho de no conseguir una salida satisfactoria y una solución razonable a sus problemas económicos, familiares, de salud, entre otros. Algunos que se creen muy sofisticados le endosan la culpa de todos sus problemas al sistema político, a la religión, al sistema cambiario… Otros más “espirituales” culpan a Dios, no creen que él sea un Dios amoroso y justo, hay quienes van un poco más allá y hasta niegan su existencia, en fin, lo que muchas de estas personas no alcanzan a percibir es que tales efectos en su vida no son otra cosa que la cosecha de aquello que se han dedicado a sembrar.
¡Sembremos la mejor semilla!
La semilla que se esparce para que crezca la mala hierba es tan fecunda como la semilla que se cultiva para cosechar el trigo. De igual manera, en la tierra buena de la humanidad, la semilla del bien y la semilla del mal cohabitan en igualdad de condiciones para cosechar su fruto. Si queremos ser felices, sembremos la semilla de la felicidad… Si queremos ser infelices, sembremos la semilla de la infelicidad… Por esta razón, el arte de sembrar, si lo que queremos es cosechar el éxito y la excelencia tipificado en una vida plena de felicidad, amor, justicia y paz, ha de encarnar una labor profundamente concienzuda sobre la base del cultivo de los más altos y nobles valores.
Hagamos esfuerzos por cultivar en nosotros mismos solo las mejores semillas, y no conformes con esto, con el mismo interés y con la misma semilla, cultivemos también nuestro entorno. Después de todo ningún esfuerzo se pierde, al contrario, todo cuanto cultivemos en nuestro entorno redundará en cosecha abundante para nuestro propio beneficio. Todo cuanto damos a los demás nos lo estamos dando a nosotros mismos. Veámoslo de la siguiente manera:
Un agricultor, cuyo maíz siempre obtenía
el primer lugar en la feria patronal de su pueblo,
practicaba por costumbre, compartir sus mejores semillas de maíz
con los demás agricultores que habitaban en los contornos de su granja.
Cierta vez, cuando le preguntaron por qué lo hacía, dijo:
“En realidad, es por puro interés. Noten que el viento
tiene la virtud de trasladar el polen de unos campos a otros.
Por eso, si mis vecinos cultivaran un maíz de clase inferior,
la polinización rebajaría la calidad de mi maíz.
Esta es la razón por la que me interesa enormemente
que mis vecinos solo planten el mejor maíz”.
¡Emocionante historia verdad! Real o no, ella nos ilustra cómo podemos transformar nuestra realidad cuando emprendemos acciones con el propósito de influenciar positivamente nuestro entorno, nos enseña una vez más, que todo cuanto damos a los demás siempre regresa a nosotros y regresa multiplicado por diez o por cien.
Otra moraleja de esta historia es que la verdadera riqueza —aquella que nos lleva a convertirnos en personas de éxito y excelencia; a transitar los senderos inusitados de la felicidad y gozar de una vida de grandes realizaciones— no consiste en amontonar toda suerte de bienes para nuestro único beneficio. Por el contrario, radica en nuestra capacidad de ir por la vida liberados de toda actitud egoísta, compartiendo todo cuanto somos, hacemos y tenemos, con espíritu de total desprendimiento.
Esta misma historia refuerza mi creencia de que, quienes piensan que siendo más egoístas aumentan su posibilidad de ser más prósperos y en consecuencia, disfrutar de una vida feliz, están muy equivocados; no están apuntando en dirección al orinal. La razón es muy simple y es que la infelicidad humana y la pobreza, hunden sus garras en la existencia de la persona que vive gobernada por los antivalores del ego.
¡Cultivemos los altos valores!
Cuando decidimos vivir la vida con el firme propósito de cultivar los altos valores como la libertad, la justicia, la paz, la verdad, la honestidad, la solidaridad, el amor… debemos estar conscientes de que siempre vamos a tener problemas y fracasos, pero nunca uno que esté por encima de nuestras fuerzas. Por eso cuando te sientas derrotado, no pierdas la confianza en ti mismo, recuerda en todo momento que los problemas y fracasos son del tamaño de nosotros. En la vida de los sembradores no están ausentes las adversidades y los fracasos. Al contrario, estos son los ingredientes que hacen que sus vidas estén siempre llenas de nuevas expectativas y llenas de emociones. Sin el reto que nos plantea un problema, nuestra existencia sería monótona y nuestra vida carente de sentido.
La primera acción que debemos emprender en el cumplimiento de nuestro propósito, es asumir una actitud optimista ante la vida. Es cierto que vivimos en un mundo lleno de injusticias y desigualdades, pero debemos abrazarnos a nuestros valores y empezar a comportarnos como seres humanos, seres superiores, sin tantos egoísmos, envidias, y mezquindades. Debemos ser optimistas en el sentido de creer que es posible triunfar ante y a pesar de las dificultades; que es posible construir una patria y una sociedad mejores, y luego comprometernos con esa maravillosa construcción.
Cada día representa un nuevo ciclo, una nueva oportunidad para replantear, para proponer cambios y fijar nuevas metas. Cada día no significa como muchos piensan: vejez y deterioro. Un nuevo día nos brinda la opción de re-crearnos y mejorarnos.
No permitamos que cada día en que transcurre nuestra existencia pase a formar parte de un archivo muerto. Volver a efectuar las mismas cosas que el día anterior, sin introducir mejoras, es repetirlo sin darnos la oportunidad de experimentar la gracia de lo nuevo. Es perder veinticuatro horas en la universidad de la vida.
Vivamos cada día a plenitud, sin aquellos temores que ensombrecen el horizonte azul de las oportunidades.
Convirtámonos en verdaderos creyentes de lo magnificente de la vida, de nuestras capacidades para afrontar nuestros retos y salir adelante en cualquier empresa, en cualquier buen propósito. Visualicemos desde ya un futuro promisorio, con el firme propósito de convertirnos en aquello que Dios nos delegó al nacer: En hombres libres. Somos abanderados de la creación. Los seres humanos podemos hacer cosas que nos diferencian de los animales. Podemos lograr cosas maravillosas que ninguna otra criatura puede hacer. Los seres humanos concebimos nuevas ideas, hacemos planes, nos preparamos para los problemas de antemano y llevamos a cabo nuestros planes hasta completarlos. La capacidad de planificar, pensar y lograr cosas nuevas —cosas que no se han hecho antes— es una característica exclusivamente humana. Un privilegio que debemos aprender a merecer y lo merecemos cuando nos recreamos en el juego de la existencia, dominamos lo que inventamos y lo ponemos al servicio del bien. No podemos vivir esperando tiempos mejores cuando no nos proponemos nada para conseguirlos. Y es precisamente en el servicio a la vida donde el hombre triunfa sobre su naturaleza inferior, es allí donde empezamos a comprender el verdadero significado de la existencia, de la riqueza y la trascendencia.
Cada día es una oportunidad que nos regala la vida. No desperdiciemos sus segundos, sus minutos, sus horas, fijémonos nobles objetivos, creamos en nuestros sueños y en esa fuerza interior que Dios nos da en cada amanecer. Pongamos en derrota al miedo, a la pereza, a la indecisión. Aceptemos el don de cada día con fe, alegría y optimismo.
Hoy es un nuevo día para agradecer, servir y crecer. Agradecer a Dios por permitirnos despertar y ver la luz de la vida; servir a los hombres para mejorar la existencia y la calidad de vida; y crecer para que nuestra vida sea llena de éxitos y grandes realizaciones.
Hoy es un nuevo día para vivir cultivando los altos valores, porque todos ¡Somos Sembradores!
Revista Sembradores