El éxito no depende de acontecimientos que suceden en nuestro mundo exterior, sino de las decisiones que un hombre valiente toma para cambiar su mundo interior.
Si entendemos que el verdadero cambio debe ocurrir dentro de
nosotros, seguramente llegaremos a experimentarlo.
Si nos dedicamos a acompañar las acciones de quienes sueñan un mundo mejor,
seguro llegaríamos más rápido a su feliz conclusión.
Si nos dedicáramos a pintar sonrisas en las caras de quienes
comparten nuestro mundo inmediato, tendríamos corazones más sanos en el hogar de
La Paz.
Si pasáramos más tiempo con nuestros hijos e hijas que con nuestros
teléfonos y ocupaciones, nos gozaríamos la bendición de tener una familia más humana.
Si amamos con sinceridad y nos gozamos en el acto hacerlo, lograremos
justamente la prosperidad.
Si colmamos de alegría a quienes nos rodean, callados
esperamos el triunfo cuando nos golpean y luchamos con fuerza en la adversidad venciendo
los miedos a punta de voluntad, entonces seremos capaces de laurear nuestro existir.
Si entregamos un abrazo acompañado de un “te quiero, te quiero”
seguro recibiremos a cambio un “te amo” sincero.
Si nos ocupamos más en hacer que en prometer, hallaremos en
nuestros hogares anhelos de crecer.
Si acompañamos a los nuestros en su duro batallar, tendremos
lindas sonrisas y motivos para celebrar.
Si convertimos nuestras tareas en fuente de inspiración, si
cada cosa que hacemos la obramos con el corazón, obedeciendo al amor antes que
a las razones, nuestros días sobre la tierra serán una sublime canción. ♥︎
Revista
Sembradores