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jueves, agosto 12, 2021

Los economistas se han quedado sin respuestas


Se han ensayado en el mundo entero todo tipo de recetas para lograr la prosperidad de las naciones: monarquía, dictadura, comunismo, capitalismo, fascismo, neoliberalismo, además de la globalización de mercados, mercados comunes, etcétera; y aun cuando algunas naciones han logrado la prosperidad, el deterioro de su tejido social ha sido lamentable. Por ejemplo, en el país "más rico" del planeta, los Estados Unidos de América, con el arsenal bélico más poderoso, la principal fuerza exportadora internacional, con un mercado de consumo incomparable por la capacidad de compra de sus habitantes, éstos —parece ser, por lo espeluznante de sus estadísticas de asesinatos, violencia, 1% de sus ciudadanos en las cárceles, el abandono de los niños, la desintegración familiar, en fin— no son los más felices del planeta. La conclusión: sus habitantes no sólo lograron sobrevivir, sino que han alcanzado una súper vida material; pero su esencia espiritual la olvidaron, a tal grado, que su capacidad de consumo ha consumido su esencia humana. Si observamos las condiciones de las naciones más ricas del mundo, tanto en América como en Asia y Europa, las conclusiones son similares. Si, por otra parte, analizamos a los países pobres, presenciamos el caos producido por el narcotráfico, la corrupción, la destrucción de los ecosistemas, la devastación de sus recursos naturales, en fin, realidades no menos dolorosas que las de los países prósperos.

En el tercer milenio de nuestra era, las cifras de la condición humana son alarmantes: tres cuartas partes de la humanidad viven en la pobreza; el Banco Mundial calcula que mil doscientos millones sobreviven con menos de un dólar al día. Nada más con el valor de la basura que arrojan diariamente los habitantes de Estados Unidos, lograrían sobrevivir 50 millones de seres humanos; 35 mil niños mueren diariamente en el mundo, tenemos el equivalente a un Hiroshima cada 3 días; de cada 100 latinoamericanos 63 viven en la miseria; cada 90 segundos se invierte un millón de dólares en armamento. La aberrante realidad nos muestra que para alimentar anualmente a todos los niños miserables del planeta se requieren aproximadamente 25 mil millones de dólares: la mitad de lo que gastan los países desarrollados en cigarrillos.

Si la realidad es tan terrible, sería una locura no intentar cambiarla. El ser humano tiene el talento de hacerse, deshacerse y rehacerse. Muchas veces nos hemos equivocado y el error representa la oportunidad de aprender y de corregir el rumbo; seguramente cuando incurrimos en él “ignorábamos que estábamos equivocados” y de no haberlo intentado nos habríamos privado de la oportunidad de aprender para evolucionar.

La sabiduría se adquiere a través de la experiencia, éxitos y fracasos debidamente asimilados. Contexto significa lo entretejido y nosotros somos el resultado de ese entretejido. En el pasado, la humanidad ha evolucionado gracias a los errores y aciertos logrados; no es ninguna casualidad que hoy tengamos mayor longevidad, más rapidez en la comunicación o nos traslademos geográficamente a velocidades vertiginosas. En fin, podemos estar ciertos de que el mundo ha evolucionado positivamente, aun cuando estemos viviendo en muchas partes del mundo cuadros dantescos de miseria y abandono.

Las soluciones no se encuentran en los sistemas económicos sino en las conductas humanas. La realidad nos ha confrontado con una verdad irrefutable: el gran enemigo a vencer está dentro de nosotros mismos; la auténtica crisis es una crisis de valores. En el ser humano están el problema y la solución. Nos hemos topado de frente con antivalores que en otro tiempo creímos que eran valores: la esclavitud, el feudalismo, las monarquías, el poder absoluto de las iglesias. Hemos tenido que transitar por caminos equivocados para saber que efectivamente lo eran y también los aciertos nos han conducido a descubrir valores que de hecho son principios naturales universales: el derecho a la vida, la libertad, la justicia, y muchos más que nos permiten vivir mejor hoy que en el pasado. Si deseamos modificar la realidad actual y aspirar a erradicar los grandes detractores de la humanidad como la miseria, la ignorancia, guerras, abandono, narcotráfico, explotación irracional de la naturaleza y del ser humano, tendrá que ir al fondo del problema: producir una auténtica revolución espiritual, provocar un renacimiento moral y luchar por cambiar, con valores, el fondo de la persona. Nadie puede dar lo que no tiene. No podemos pedir honestidad, veracidad, generosidad, lealtad, si antes no hemos sembrado profundamente estas verdades y valores universales en el espíritu humano.

Una aldea, un pueblo, una nación y el mundo cambian cuando en forma individual cada habitante opera el cambio. La auténtica educación moral, como anotaba Aristóteles, se logra con hábitos morales superiores. No podemos esperar en la actualidad que esta educación sea solamente a nivel familiar, la cual, por supuesto, es fundamental; pero la realidad supera a la teoría. ¿Cómo llevar estos valores a las familias desintegradas, a los huérfanos, a quienes tuvieron por progenitores seres deformes moralmente? El cuestionamiento es ¿cómo llegar masivamente a una educación superior en valores? El reto está en los medios de comunicación, esos mismos medios que han derrumbado muros y sistemas. Mediante la difusión atractiva, convincente y seductora de que es posible vivir mejor si nos conducimos de acuerdo con la práctica de virtudes morales. Se requiere, por supuesto, de una abundante generación de líderes en todos los ámbitos: en lo político, social, religioso, cultural, deportivo, educativo; que abarquen todos los campos de la actividad humana, y para ello, el compromiso de quienes estamos conscientes de esta solución, es contribuir a forjar esta nueva generación de líderes con valores de orden superior, conscientes de que no existe acción pequeña para lograrlo. Ésta es la razón por la cual se ha escrito esta obra, aportar un esfuerzo más para lograr el sueño de forjar un mundo más justo y humano.

Los valores se convierten en virtudes cuando logramos aterrizar el valor en acción. Para que la práctica del valor sea una realidad, el desafío es encontrar cómo traducir la teoría en práctica cotidiana. El contenido de esta parte se ha estructurado con metáforas, pequeños relatos inspirados en situaciones reales, producto de la observación y de anécdotas narradas, muchas de ellas, por sus propios protagonistas. Por razones obvias no citamos sus nombres para no crearles ningún tipo de compromiso, pues, así como algunos relatos ilustran virtudes, otros son ejemplo claro de los antivalores. El hombre verdaderamente inteligente aprende tanto del éxito como del fracaso. ♥︎

Miguel Ángel Cornejo y Rosado

lunes, agosto 09, 2021

¡Créalo, sí se puede ser feliz!

Una de las principales aspiraciones, por no decir la principal de todo ser humano, consiste en hallar la tan anhelada felicidad. Pero, ¿Qué es la felicidad? La felicidad tiene un diferente significado para cada persona y esto se debe a la jerarquización de los valores. Para algunos, el dinero por ejemplo, es el principal gestor de la felicidad, pues les permite gozar de ciertos bienes y privilegios que éste otorga. Pero para otros, no es el dinero el principal causante de la felicidad sino la realización de los altos ideales. Sin embargo, sea cual fuere el concepto que cada uno tenga de lo que es la felicidad, lo importante es que a la realización de estos se experimente la auténtica y duradera felicidad que es en donde debemos fijarnos y preguntarnos: ¿Cómo viven aquellos que han alcanzado lo que nosotros deseamos? Lo que sí es cierto es que una vez alcanzamos algo experimentamos por un corto tiempo la alegría de tenerlo o de haberlo alcanzado para luego comenzar a buscar tener o realizar alguna otra meta, algún otro sueño y esta es precisamente la trampa de querer hallar la felicidad a través del tener, ya que nunca seremos saciados totalmente.

Esto no significa, desde luego, que debamos dejar de tener metas o sueños, pues ellos son nuestros motivadores. Significa, más bien, que no debemos dejar que nuestra felicidad esté supeditada a logros externos a nosotros, pues si no realizamos esos sueños quedará frustrada nuestra vida. Es decir, que habremos vivido en vano. Para no permitir que esto suceda debemos más bien disfrutar el aquí y el ahora que es lo que realmente existe y sobre lo que tenemos poder.

Recordemos aquella máxima del gran pensador: la felicidad no es un punto de llegada sino una manera de viajar. No es lo que pudo ser ayer, pues el pasado ya se fue; tampoco es lo que podrá ser mañana, pues el futuro nadie nos lo garantiza. Solo nos queda entonces un tiempo que es el hoy, pero un hoy bien vivido. Que las cosas no haya sucedido en nuestra vida tal como las deseábamos no es motivo para no ser felices. Debemos contar con lo que tenemos hoy. Uno de los factores que influye enormemente en nuestra vida, o que permitimos que influya lo es el hecho de que sobrevaloramos lo que no tenemos y subvaloramos lo que tenemos. Entonces para hacer una buena jugada debemos invertir el proceso; es decir, subvalorar lo que tenemos y sobrevalorar lo que no tenemos. Esto si referenciamos nuestra felicidad con base en el tener. Si por el contrario el punto de referencia para medir nuestra felicidad está basado en el ser, entonces para ser felices lo único que necesitamos es existir, y buscar experimentar a cada instante la plenitud del ser, auténtico, sin ataduras, libre… Quienes tienen pueden ser felices si su riqueza y el cuidado de ellas no les quitan su tranquilidad y paz mental; es decir, si tienen sus riquezas y no sus riquezas los tienen a ellos. Y si pueden sin ningún trauma desprenderse de ellas. Quienes no tienen, pueden ser felices si después de satisfacer sus necesidades básicas buscan la trascendencia de su ser a través de altos y nobles ideales. O bien si detrás del querer tener conserva su tranquilidad y paz interior, no permitiendo que un suceso externo a ellos sea el que determine su felicidad.

Amigo lector, si usted hace una lista con los motivos por los cuales no puede ser feliz, de seguro encontrará muchos y tiene usted toda la razón, porque es la manera como usted observa el mundo, es su realidad, realidad que es a usted la única persona que le corresponde modificar. La felicidad, contrario a lo que muchos creen, no se da entre más tengamos, sino entre menos necesitemos.

Olvídese de las promesas comerciales para ser feliz, no existen castillos ni príncipes azules fuera de usted. Deshágase de la falsa creencia que de que será feliz cuando tenga esto o aquello, o cuando sucedan ciertas cosas en su vida. Tal vez de tanto buscarla no dé ocasión para encontrarla; porque ella está ahí, muy cerca, ¡está dentro de usted! Comprenda el hecho de que el universo no puede satisfacer los caprichos de cada ser humano, él sigue unas leyes inexorables que garantizan la libertad y el orden. Sí, usted puede ser feliz ahora, con lo que es y con lo que tiene, sólo basta querer serlo y centrarse en los regalos que cada día le da la vida.

Para usted se levanta el Sol cada mañana; para usted canta el jilguero, para usted salen las estrellas; para usted abre sus pétalos la rosa. Sea consciente que nos hacemos infelices cuando despreciamos estas riquezas que son gratuitas por ir en busca de las miserias costosas. Usted no vino para quedarse y todo lo que le muestran los sentidos algún día pasará. Recuerde entonces siempre que la vida le propone unas condiciones y es usted quien decide cómo vivirlas. Deje de lado las muletas de autocompasión y láncese a disfrutar a plenitud la maravillosa aventura que significa vivir disfrutando tanto sus éxitos como sus derrotas. Solo así logrará alcanzarla hasta hoy esquiva felicidad. ♥︎

Revista Sembradores

La ruta de la excelencia


“Un hombre se acercó a una chimenea y le propuso: 'si tú me das calor yo te daré leña', condición que por supuesto resulta absurda, pues todo en la naturaleza es una causa de donde surgen los efectos. Para lograr triunfar en la vida primero tenemos que sembrar las semillas: aprendiendo a dar y a vivir de acuerdo con la ruta de la excelencia, la cual tiene muchos senderos y un solo destino: la perfección."


Siga estos senderos 👇

Servicio. Nuestra recompensa en la vida está en relación directa con el servicio que proporcionamos a nuestros semejantes; los que solamente buscan oro cavan mucho y hallan poco, aprovecha más el que sirve mejor.

Valor agregado. Sea un 1% mejor todos los días en cada una de sus actividades, adicione ese algo más que hace la diferencia. “Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí otros cinco talentos que he ganado sobre ellos”.

Compromiso. Hágase indispensable siendo un ser de soluciones y no de problemas; nadie contrata a una persona para que le cause problemas, sino para que encuentre respuestas.

Trato. Trate a los demás como los seres más importantes sobre la faz de la tierra, “sé con tu prójimo como lo eres contigo mismo”; muchos pueden actuar servicialmente, rara es la persona que piensa servicialmente.

Aprendizaje. Cuando algo falle hay que asimilar la lección y adelante, ¡ánimo!; un error reconocido es una victoria ganada.

Crisis. Los problemas para el ser excelente son oportunidades no resueltas; la dirección se aprende dirigiendo y se aprende mejor en medio de obstáculos.

Acción. El triunfador y el perdedor tienen los mismos problemas, la diferencia está en que el primero actúa para resolverlos y el segundo procura evitarlos; es mejor gastarse que enmohecerse.

Actitud mental positiva. No pierda el tiempo lamentándose de sus problemas, mejor resuélvalos; es preferible encender una vela que maldecir las tinieblas.

Capacitación. Pregúntese todos los días cómo puede ser mejor que ayer, invierta en su preparación. Como la tierra, por más rica que sea no puede dar frutos si no es cultivada, la mente sin cultivo tampoco puede producir.

Preparación. Prepárese para aprovechar las oportunidades, busque la buena suerte, inevitablemente la encontrará; la fortuna siempre favorece a la mente preparada.

Superación. Haga hoy su trabajo mejor que nunca, recuerde que siempre habrá una mejor forma de hacer las cosas.

Reto. Desafíe sus limitaciones y no se bloquee pensando: ¿Por qué no se puede lograr? Sólo los audaces llegan a la cumbre.

Audacia. Inicie cada día una aventura extraordinaria, viva intensamente cada minuto de su existencia, atrévase a ser un triunfador.

Constancia. Para obtener el éxito haga de cada hora de su vida un triunfo, sumará al final de la jornada: un día de excelencia, así una semana, un mes, un año, una vida de éxito. El éxito se alimenta del éxito.

Trabajo. Si usted desea ganar más recuerde la más simple de las fórmulas: trabaje más y en forma más inteligente; el éxito no sólo requiere de un mayor esfuerzo, use los talentos que tiene, los bosques estarían solitarios si los pájaros no cantaran en ellos.

Ascenso. Recuerde que su jefe inmediato es su cliente, proporciónele satisfacción y él se encargará de promoverlo. Con tiempo y trabajo se consigue lo que la fuerza y el afán persiguen.

Honestidad. Es el camino más digno a la riqueza, inicie siendo honrado consigo mismo, no se auto-robe su tiempo y su desarrollo; cuando se pierde, la fe y el honor desaparecen, entonces muere el hombre y surge la bestia.

Tiempo. Es su mayor riqueza, inviértalo adecuadamente; siempre tendrá tiempo suficiente si lo emplea como es debido.

Motivación. Motívese diariamente, inicie el día con una sonrisa, es la prenda más bella que podemos lucir ante los demás, empaque sus problemas en la bolsa y sonría, sonría, sonría.

Alegría. Disfrute alegremente todo lo que haga, descubra que trabajar arduamente es divertido. Es más acertado conservar intacta la capacidad de disfrutar que ganar un montón de dinero.

Plenitud. Procure vivir plenamente, sólo el día de hoy viva como si esperara a cumplir los 100 años, pero como si estuviera listo a morir mañana.

Objetivos. Todos los días haga una lista de las cinco cosas más importantes que tenga que realizar y hágalas, es la forma de dar sentido diario a nuestras vidas, es joven a cualquier edad el que hace planes para mañana.

Misión. Descubra cuál es su misión en la vida: en su trabajo, con sus amigos, su pareja, su familia y su nación; piense cómo le gustaría ser recordado, si como un pálido perfume que la más tenue brizna se llevó o como la más bella de las fragancias con que Dios nos perfumó.

Vocación. Decídase a ser un ser de excelencia aquí y ahora; la excelencia es un llamado universal y el hombre es un pedazo del universo hecho vida, una vida dedicada a la excelencia.

Fe. Recuerde que usted se convertirá inevitablemente en lo que piensa de usted mismo, pues lo que la mente del ser humano puede crear y creer, su corazón lo logrará.

Trascendencia. Usted es importante, condúzcase en todo lo que haga como lo que es: un ser extraordinario, que su vida no sea un fugaz chispazo, sino una antorcha que alumbre siempre.

Sueños. Tenga un ideal en la vida, un motivo para luchar, un sueño por realizar y tendrá una razón para vivir; descubramos nuestros sueños y vivamos para verlos, con los dos pies sobre la tierra y con el alma en las estrellas.

Dios. Dedique un poco de tiempo todos los días a estar cerca y a solas con el Creador, es la fuente inagotable del amor, recuerde que su vida es un cuento de hadas escrito con el dedo de Dios y a usted le corresponde hacerlo realidad.


Y para terminar una fantasía...

Al estar Dios en el momento de la creación, algunos ángeles que lo observaban se le acercaron, y uno de ellos le preguntó: ¿Qué haces? Uno más lo cuestionó: ¿Por qué lo haces? Otro quiso saber: ¿Cómo lo haces? Otro más lo interrogó: ¿Cuánto cuesta hacerlo? Otro, reía y le aplaudía; finalmente se acercó un sexto ángel y le preguntó: ¿Te ayudo?

  • El primero, era investigador.
  • El segundo, un filosofo.
  • El tercero, técnico.
  • El cuarto, financiero.
  • El que reía y aplaudía, era un místico.
  • El que ofreció su ayuda, era un idealista.

Así, el líder del futuro y del eterno presente debe ser investigador, filosofo, técnico, financiero, místico e idealista; que sueñe con un mundo mejor, y que forme parte de una nueva generación forjadora, de una civilización de excelencia que sea más humana, generosa y justa para todos los hombres y mujeres; no importando su condición social, raza o credo, y que lleve a cabo su misión histórica con alegría, entusiasmo y entrega total con la obra que le asignó el Creador.

Deseo que logres todo lo que te hayas propuesto y que Dios permanezca por siempre en tu corazón. ♥︎

Revista Sembradores

sábado, agosto 07, 2021

¡Trabaja con excelencia!



"No hagas nada ni ofrezcas nada, si no es lo mejor que puedes dar".

 

Pon tal calidad en tu trabajo que cualquiera que llegue a encontrarse con alguna cosa que haya salido de tus manos vea en ella individualidad y marca de superioridad. Tu reputación se pone en juego en todo lo que haces, y ella es todo tu capital. Así que no te permitas desempeñar una labor deficiente o dejar que un trabajo mal hecho o inferior salga de tus manos.

Cada parte de tu trabajo, no importa lo insignificante o trivial que pueda parecer, debe llevar tu sello de excelencia. Son precisamente los pequeños toques, después de que el hombre promedio daría por terminada su labor, los que hacen la fama del maestro.

Peleemos por la calidad y no tanto porque copien nuestro nombre. Stradivarius, el gran fabricante de violines, no necesitó de ninguna patente para sus instrumentos musicales, ya que ningún otro fabricante estaba dispuesto a pagar el precio del esfuerzo que él pagaba por la excelencia ni se esmeraba a tal grado para dejar su sello de superioridad en cada instrumento. Cada Stradivarius que existe en la actualidad vale varias veces su peso en oro.

No hay nada equivalente a estar enamorado de la precisión. Tener como principio, a todo lo largo de nuestra vida, luchar siempre por la excelencia. Ninguna característica como el hábito del esmero, la meticulosidad y la precisión.

El hombre de éxito y feliz es quien desempeña su trabajo con honestidad y excelencia, y no sólo por un salario o por lo que pueda obtener a cambio.

Los ascensos dependen de ese pequeño exceso de interés y esmero que un empleado dedica a su trabajo, haciendo las cosas un poco mejor de lo que se esperaba de él.

Los jefes no dicen siempre lo que piensan, pero detectan de inmediato el sello definitivo de la superioridad. Un jefe no pierde de vista al empleado que en su persona lleva el sello de la excelencia, que se afana en su trabajo, que lo hace bien hasta terminarlo. Sabe que ese empleado tiene un futuro prometedor. Estos empleados son el semillero de nuevos empresarios, de hombres triunfadores, orgullosos y felices. Dijo Rockefeller: “el secreto del éxito está en desempeñar tareas ordinarias, extraordinariamente bien”.

Los pasos conducentes a un puesto superior se construye poco a poco, mediante el desempeño fiel de las tareas cotidianas más humildes y comunes. El éxito se oculta, precisamente, en las tareas sencillas. La oportunidad se oculta, insólitamente, en una situación común y humilde.

Triunfar no es difícil, sólo se necesita hacer las cosas un poco mejor que quienes están a nuestro alrededor. Ser un poco pulcros, un poco más rápidos, un poco más esmerados, un poco más observadores, un poco más ingeniosos, para descubrir nuevas formas progresistas. Ser un poco más corteses, un poco más agradecidos. Demostrar un poco más de afecto, un poco más de tacto, un poco más de sutileza que todos los que están a nuestro alrededor. Esto es lo que atrae el éxito, el triunfo y la felicidad.

Un trabajo bien hecho no solamente nos proporciona orgullo y seguridad, sino abundancia de bienes. ♥︎

Revista Sembradores 

lunes, julio 26, 2021

Mitología del éxito

Es común escuchar que la gente de éxito tiene problemas en su vida familiar o en su salud personal, la naturaleza nunca lo da todo, es más, el argumento de fondo de la mayoría de las telenovelas y revistas llamadas del jet set, es que “los ricos también lloran”. Por supuesto, el mediocre ha adoptado este mensaje para posicionar y ensalzar la mediocridad como virtud: “Mira, de qué le sirvió a ese tipo triunfar tanto, si al final está peor que yo, por eso yo no me esfuerzo; es un pecado ser ambicioso y recuerda que en el pecado está la penitencia”. Lo más alarmante es el porcentaje tan alto de familias desintegradas y con problemas profundos en las clases sociales más pobres; es lógico, en número son más, pero su vida privada no es noticia porque no ocupan espacio alguno en la popularidad. A quién le interesa saber si un empleado de gobierno, un policía o el contador de una empresa tiene amante, en cambio es sensacional cuando se trata de un primer ministro, de un artista, de algún miembro de la nobleza europea o de un famoso empresario, ¡eso sí es noticia!

Quiero enfatizar que la riqueza producto de corrupción, despojo, asesinato o tráfico de drogas, es de la más reprobable. Estas fortunas fáciles han venido a restarle valor al trabajo de los seres humanos honestos que han hecho de la productividad una virtud e injustamente son también considerados como explotadores, sólo por el hecho de poseer riqueza.

Debemos aprender a admirar a quien gracias a su inteligencia y destreza ha llegado a acumular riqueza, siempre y cuando sea el resultado de la ética y la verdad, megatendencias fundamentales para generar prosperidad en el siglo XXI.

El triunfador que es capaz de generar prosperidad lo logra gracias a su capacidad de pensar, de alterar el orden establecido, quien desafía los paradigmas de su tiempo identificando mejores y más efectivas formas de hacer las cosas. Pero preguntémonos, ¿qué existe en el fondo de ese espíritu emprendedor?, ¿qué valores dirigen su existencia?, ¿cómo explicar los riesgos que toman quienes creen en una sola idea, incluso arriesgan el patrimonio acumulado en toda una vida de trabajo? Ellos dicen “sí” al desafío, a pesar de todas las dificultades que visualicen, dicen “sí” y se lanzan a ver qué pasa; “preparen, fuego y apunten” es su lema. Por ejemplo, pensando en un restaurante: preparan un nuevo platillo, disparan significa que lo sirven y después cuestionan a sus comensales todo aquello en que pueden mejorarlo, lo anotan y al día siguiente reinician su labor bajo el mismo axioma de “preparen, fuego y apunten”. La riqueza por sí sola no proporciona felicidad, a menos que tengamos un propósito definido de lo que deseamos. Desde luego, el dinero no nos proporcionará una filosofía de valores si hemos evadido la tarea de precisar lo que deseamos valorar; por lo tanto, el dinero no servirá a una mente que no esté preparada para poseerlo, más aún, ésta puede ser la causa de su destrucción; lo es con frecuencia en muchos deportistas, sobre todo en el box, hemos sido testigos como el mal uso de la riqueza ha destruido a sus propios protagonistas.

La riqueza es legítima cuando es producto de la virtud, pero la fortuna nunca nos dará por sí misma virtud, ni podrá acallar nuestra conciencia cuando se ha obtenido en forma deshonesta. Ahí quedará, dentro de nosotros, como un dedo acusador el resto de nuestra vida. ♥︎

Miguel Ángel Cornejo y Rosado

miércoles, julio 14, 2021

El trabajo

El trabajo es acción, es movimiento, es vida. No es posible la vida sin trabajo.

Cuando estás dormido o en estado de reposo, funciona tu corazón para hacer circular la sangre por tus venas y tus arterias; trabajan tus pulmones para oxigenarla y purificarla; todo tu organismo está en movimiento y en acción para mantener tu vida.

Tiende la mirada a tu alrededor y verás como todo trabaja en la Naturaleza: las nubes recogen los vapores del agua y de la tierra y los devuelven convertidos en benéfica lluvia; los arroyuelos y los ríos que de ella dimanan, corren hacia el mar fecundando la tierra; las plantas que de ella extraen los jugos, renuevan sus hojas,  la vida y la alegría; los astros recorren sus órbitas siguiendo el curso que la mano de Dios les ha trazado en el firmamento.

La luz, el calor, la electricidad, el sonido, son átomos que están en continua vibración y movimiento.

Las ideas, los deseos, las sensaciones, los sentimientos, las palabras, son producto del trabajo del cerebro.

Hasta la misma muerte es una labor de transformación.

Por un decreto divino, desde que nace el hombre está sujeto al trabajo. Es una ley universal de la que ni tú ni nadie puede evadirse.

Dios dijo a Adán al arrojarlo del Paraíso: “Ganarás el pan con el sudor de tu rostro.” Y todos los hijos de Adán se ven obligados a trabajar para vivir.

Porque el pan es símbolo de la vida, pero “no tan sólo de pan vive el hombre”. Otras cosas hay que se necesitan para vivir en sociedad, y esas cosas, así materiales como espirituales, sólo se consiguen a fuerza de trabajo.

Hay mucha gente que sólo considera como trabajo el que se hace con las manos o el que representa un esfuerzo corporal, como el del albañil, del carpintero, del mecánico, del marinero, etc.

Pero también trabajan los que se dedican a tareas mentales: trabajo es el estudio, trabajo es la enseñanza, y así estudiantes, maestros, escritores, artistas, médicos, abogados, comerciantes, todos son trabajadores.

Por lo tanto, cualquiera que sea el oficio, la profesión o la carrera que emprendas, no podrás eximirte de trabajar.

A muchos jóvenes se les hace pesado el trabajo porque lo hacen de mala gana.

Para que te resulte agradable cualquier estudio o tarea, empréndelos, con gusto, con amor, como si fuesen una diversión o un recreo.

Si juegas a la pelota, al fútbol, o corres en bicicleta, tienes que hacer un esfuerzo así corporal como mental; tienes que concentrar tu atención en lo que haces; te agitas, pones los músculos en acción, sudas y, sin embargo, no sientes el cansancio ¿Por qué? Porque lo consideras como un juego o una distracción.

Cuentan de un maestro de obras, que, viendo un día que sus peones trabajaban ya cansados de subir y bajar ladrillos, les dijo: “Chicos, basta de trabajo; os voy a proponer un juego.

Vamos al sótano a ver quién saca más esportillas de tierra para hacer un jardín.”

Y los hombres, creyendo que se trataba de un juego, se pusieron a llenar de esportillas con vigor y con presteza para ver quien sacaba más. Hicieron esta labor como si fuese un recreo, y no se dieron cuenta de que era un trabajo tan pesado como el otro.

El fin que debes proponerte al emprender cualquier trabajo y hemos quedado en que también lo es el estudio, es que te resulte en algo de provecho. Si tal es tu propósito y a su consecución diriges la voluntad y el esfuerzo, verás con qué ánimo, con qué afición, con qué entusiasmo trabajas hasta verlo realizado.

Hay chicos que andan sin fatigarse dos o tres leguas de una aldea a otra, únicamente para ir a una capea o a bailar a una romería, y después vuelven a desandar lo andado sin cansancio y muy satisfechos del ejercicio. ¡Cuán laudable no sería ese esfuerzo si se emplease en una obra de provecho, en un acto de cultura y de progreso en beneficio propio o de los demás!

Para que un trabajo sea fructuoso es preciso que, además de hacerlo con gusto, se concentre en él toda la atención, todo el interés. Todo el entusiasmo.

“Es de mayor importancia dice Balmes- adquirir un hábito de atender a lo que se estudia o se hace; si bien se observa, lo que nos falta a menudo no es la capacidad parta atender lo que vemos, leemos u oímos, sino la aplicación del ánimo a aquello de que se trata.”

Y Silvain Roudes, autor del libro Para abrirse camino en la vida, cuya lectura te recomiendo, dice: “El gran defecto del hombre moderno es emprender cinco, seis, diez cosas a la vez; querer dominar los asuntos financieros, los deportes, la política y las artes; intentar todas las experiencias, comenzar todos los estudios y abarcar el mundo con sus débiles brazos.”

Y en efecto: verás cómo en ciertos países hay hombres que, sin la preparación necesaria, ocupan elevados puestos en las esferas del Gobierno, y con la misma insuficiencia e ineptitud desempeñan sucesivamente varios cargos, pasando de un ministerio a otro. Con este insensato trasiego de funcionarios no es posible tener una buena administración, y sufren los intereses nacionales y por ende los de cada ciudadano. Esto lo tocarás por experiencia propia cuando tu edad te permita ejercer una carrera o tener parte activa en los negocios.

Huye tú, por lo tanto, de ser uno de esos que el escritor francés, Jules Claretie, llama “hombres desmigajados”, porque desmigajan su atención y la reparten entre diversos asuntos y ocupaciones heterogéneas, como quien echa migas de pan a las aves de un corral.

Cualquiera que sea el estudio que emprendas, el trabajo que acometas, el oficio o profesión que adoptes, procura enterarte bien de todas sus partes y detalles; infórmate de cuantos datos con él tratan; domínalo, en fin, hasta llegar a ser en él un perito, un maestro.

Verás que el hombre que más prospera y más se distingue en el oficio, negocio o carrera que emprende, es aquel que tiene la mejor preparación, es decir, el que ha hecho mayor acopio de conocimientos referentes a su ramo, obteniendo así una superioridad sobre todos sus competidores.

Cuando el gran novelista Sir Walter Scott, por malgastar su hacienda, quedó arruinado, continuó trabajando con redoblado ahínco, diciendo que la adversidad le servía de tónico estimulante para el trabajo.

Henry Ward Beecher decía: “No es el trabajo lo que mata, sino la angustia. El trabajo es salutífero: no es fácil darle a un hombre más del que puede hacer. La angustia es como la herrumbre que corroe la hoja de acero. No son las revoluciones de las ruedas lo que desgasta la maquinaria, sino el rozamiento.”

Por lo tanto, debes procurar que en tu trabajo haya la menor fricción posible, es decir, que no lo hagas a regañadientes, sino interesándote en que salga del mejor modo que puedas. Esto mismo le recomendaba Lord Chesterfield a su hijo en una de sus famosas cartas, agregando: “Todo aquello que vale la pena de que se haga, vale la pena de hacerlo bien.”

Y, en efecto, lo que se hace de mala manera, para salir del paso, es trabajo y tiempo perdidos. Resulta en chapuz, y, en muchos casos, hay que volverlo a hacer. El obrero que se estima y tiene amor a su oficio se esmera en hacerlo con primor. De un hombre chapucero no puede esperarse nada bueno. Para hacer las cosas bien se necesita tiempo, cuidado, aplicación y trabajo. Por la calidad de la obra se conoce el carácter de su amor.

La seda es producto de una oruga limpia, que necesita para vivir aire puro y se alimenta de hojas de moral. Emplea varios días en labrar su capullo, del que se extrae la seda, y de él sale a las tres semanas convertida en mariposa. En cambio, la telaraña es una red de sutilísimos hilos sin consistencia, hecha con presteza por ese repugnante insecto que llamamos araña, que vive en rincones obscuros y empolvados y tiende esa tela únicamente para atrapar las moscas que le sirven de alimento.

Por eso Iriarte, en su conocida fábula, cuando la araña se jacta de labrar su tela más aprisa que el gusano de seda su capullo, pone en boca del último esta réplica:

“Usted tiene razón: así sale ella.”

Siete años empleó Virgilio en componer el más perfecto de sus poemas, las Geórgicas, el cual, impreso en un periódico moderno, apenas llenaría dos planas. Entre componerlos, podarlos y pulirlos, no hacía más que cuatro versos por semana. Pero el poema ha vivido dos mil años y vivirá muchos siglos más.

El gran maestro y retórico ateniense Isócrates empleó nada menos que diez años en componer, corregir y pulir su célebre Oración Panegírica.

Sólo a fuerza de incesante laboriosidad y perseverancia podrás llegar a ser un hombre de provecho, crearte una fortuna, dejar obras meritorias o legar a la posteridad un nombre imperecedero.

El famoso pintor norteamericano James Whistler pidió un precio muy crecido por un cuadrito que le habían encargado. El comprador acudió a los tribunales de justicia, creyéndose poco menos que estafado. El juez, considerando también por el tamaño del cuadro que el precio era excesivo, preguntó al artista cuánto tiempo había empleado en pintarlo. Y Whistler contestó que cuarenta años.

¡Cuarenta años! exclamó sorprendido el juez.-

Sí; cuarenta años de estudio y de trabajo para poder pintarlo así.

Por alta que sea la posición de un hombre, no debe desdeñar el trabajo ni considerarlo como un desdoro.

Pedro el Grande, emperador de Rusia, en sus viajes por Europa, visitaba las fábricas y talleres, enterándose prácticamente del modo de manejar las herramientas, y en un astillero de Amsterdam trabajó algún tiempo como carpintero de ribera para saber cómo se construía un buque. Esta educación práctica que adquirió en su juventud le permitió después adoptar e introducir en su imperio notables reformas, mejoras y adelantos, que lo llevaron a un alto grado de prosperidad y de grandeza.

Cuando Lisandro visitó los jardines de Ciro, rey de Persia, y se admiró al saber que este fastuoso monarca no sólo había trazado los planos de su vergel, sino que con sus propias manos había plantado muchos de sus árboles y arbustos, Ciro le dijo: “¿Esto te sorprende? Pues por el dios Mitra te juro que, cuando me lo permite la salud, nunca me siento a la mesa sin haber sudado antes con algún ejercicio, ya sea el de las armas, una labor agrícola o cualquier trabajo pesado, al cual me dedico con deleite y con todo mi vigor.” A lo cual repuso Lisandro: “Ciro, eres realmente feliz y mereces tu gran fortuna.”

Porque, en efecto, no hay satisfacción comparable a la que siente un hombre cuando ha hecho un trabajo con entusiasmo o terminado una obra a su gusto, y bien merecido tiene el premio o galardón que por ello alcance. Raro es el trabajo bien hecho que no recibe tarde o temprano alguna compensación.

Tiene mucha enjundia esta fabulilla de Antonio de Trueba:

Caballito que sudas uncido al carro, dime: para que el pelo te brille tanto, ¿Cómo te las compones?

¿Cómo? Sudando.

Y muchos hombres también, con el sudor del trabajo han logrado medrar y que, como vulgarmente se dice, les “luzca el pelo”.

Entre nosotros es muy raro encontrar hombres ilustrados y de alta posición que dediquen algunos ratos a las labores manuales, mientras que en los países del Norte se nos ofrecen numerosos ejemplos de altas personalidades que buscan en ello una distracción, un ejercicio higiénico o una enseñanza.

Sir Isaac Newton, el gran matemático, y físico y astrónomo, descubridor de la forma esferoidal de la Tierra y de las leyes de gravitación, se entretenía en sus ratos de ocio en trabajos de ebanistería, y regalaba a sus amigos mesitas, sillas, estantes, muñecas, etc., hechos por sus manos, y llegó a construir un cochecito de cuatro ruedas de autopropulsión.

Mister Gladstone, el venerable estadista inglés que murió a fines del siglo pasado, solía, durante su veraneo o sus asuetos en el campo, manejar el destral para talar árboles, ejercicio muscular que le servía de compensación a sus trabajos mentales y que le permitió vivir sano y robusto hasta los ochenta y cuatro años.

Sabido es que en Estados Unidos, algunos jóvenes hijos de familias archimillonarias, como los Vanderbilt y los Gould, poseedores de mecánicos, y han hecho viajes en trenes manejando las palanquetas y válvulas de las locomotoras, no por necesidad como fácilmente se comprenderá, sino para conocer prácticamente cómo funcionan esas monstruosas máquinas a las que deben y de las que dependen su inmensa fortuna.

Este último ejemplo demuestra la importancia que en aquel país se da al conocimiento en todos sus detalles del negocio que uno tiene entre manos. Y además la afición que hay al trabajo aun entre los jóvenes acaudalados.

Aun cuando entre nosotros no son tan frecuentes semejantes ejemplos, no de haber alguno, como el que nos presentó el ilustre duque de Zaragoza, prócer aficionado a la maquinaria, a quien se vio muchas veces bajar en su automóvil a la estación del ferrocarril de esa ciudad del Ebro, ponerse allí la blusa del obrero y situarse en la locomotora al lado de la manivela para guiar con mucha pericia el tren hasta Madrid.

Las personas que de suyo son laboriosas o que desde jóvenes han adquirido el hábito del trabajo, le cobran tal afición y tanto apego, que no pueden nunca permanecer ociosas. ¡Cuántos, como el citado Sir Isaac Newton, dedican los ratos de tregua en sus tareas y estudios serios a otras labores de distinto género que les sirven de descanso y distracción y hasta de contrapaso para equilibrio de sus facultades mentales! ¡Y cuántos también que se gozan tanto en el trabajo, que en él hallan su diversión y su recreo!

Decían los latinos: Labor ipse voluptas, el trabajo es en sí mismo un placer.

Edison, el célebre sabio americano, a pesar de haberse enriquecido con sus numerosos inventos caso raro, pues la mayoría de los inventores viven y mueren modestamentecontinuó hasta su muerte trabajando en el laboratorio con la misma actividad y constancia de sus días mozos, durmiendo y olvidándose de comer cuando estaba enfrascado en algún experimento.

De todo lo expuesto se desprende que es necesario trabajar y luchar para vivir. Bien dice Homero en su Ilíada:

“Aquí en la tierra el sino del hombre es la labor:

Si Jove nos dio la vida, también nos dio el dolor.”

Prepárate, pues, a luchar y a vencer obstáculos, que muchos encontrarás en cualquier estudio, obra o trabajo que emprendas. Todos los principios son dificultosos. No hay nada más fácil que el andar, y mira lo que le cuesta al niño aprenderlo. Tiene que empezar por hacer pinitos y darse algunos coscorrones. Los que ensayan a montar en bicicleta no saben guardar el equilibrio, se tambalean y caen, o van a dar encontrones con los árboles y las vallas. Más, después de alguna práctica, ¡con qué soltura manejan el “caballo de acero” y lo hacen evolucionar a su antojo, y qué placer tan grande experimentan al recorrer velozmente largas distancias!

Para tocar el violín con la maestría de un Paganini, un Sarasate o un Manén; para dominar el piano como un Chopin, un Rubinstein o un Paderewski; para cantar como un Manuel García, una Malibrán, una Patti o un Gayarre, ¿sabes tú los años de estudio, de enojosos ejercicios, de ímproba labor que eso impone? ¿Sabes las enormes dificultades que es preciso vencer; la infatigable paciencia, la pertinaz perseverancia que se necesita?

Así, pues:

Sea cual fuere la obra en que ensayes, si falla acaso tu primer intento no te descorazones ni desmayes, antes vuelve a empezar con nuevo aliento, no habrá dificultad ni resistencia que dominar no puedas con talento, con firme voluntad y con paciencia.

“Es muy breve la vida, el arte es largo”; la perfección se alcanza, sin embargo, a fuerza de trabajo y de experiencia. ♥︎

Arturo Cuyás (España)

Del libro “hace falta un muchacho” del mismo autor.


lunes, julio 12, 2021

Pecados modernos

Llamo pecado a todo atentado contra la vida. Pecado es toda actitud o acción que va en contravía de la calidad o existencia de la vida, tanto personal como social; es todo aquello que impide gozar, compartir, disfrutar, alegrarse, soñar, construirse, ser, experimentar, expresarse, existir, emocionarse, comunicarse, relacionarse.

Antiguamente muchos pecados fueron considerados virtudes como la humildad, la obediencia, la castidad, la mortificación. Entre tanto, se tenía por pecados comportamientos virtuosos como el inconformismo, el orgullo, el amor a sí mismo, la sexualidad, y en general todo aquello que iba unido al placer.

En todas las épocas se ha pretendido anular la conciencia de pecado, transformando los vicios en virtudes. Así en nuestros tiempos, donde la vida no vive, o lo que es lo mismo, en nuestro mundo pecaminoso, se pretende desterrar la conciencia de pecado, por el eficaz camino de convertir en virtudes pecados como la laboriosidad, la productividad, el prestigio, la competición, la ambición.

Siguiendo la tradición, los pecados se dividen en mortales y veniales, según disminuyan o acaben con las energías de vivir. Enuncio aquí solamente aquellos pecados mortales, característicos de la existencia moderna.

La laboriosidad: el estar siempre ocupados en algo, fue ya detectado por Marco Aurelio como un mortal enemigo de la vida. Consiste este pecado en no tener o encontrar tiempo sino para el trabajo, olvidando el ocio y las relaciones sociales. En la vida moderna, la “ocupación” se ha aumentado y diversificado. El mundo se ha convertido en un centro de negocios, de industrias, de empresas, no en un lugar de vida; los seres humanos en un conjunto de funcionarios, burócratas, empleados, jefes, subalternos, trabajadores, negociantes, clientes, compradores, vendedores, que no tienen tiempo para ser personas, para vivir su vida, para convivir, para dedicar gratuitamente tiempo a sí mismos y a los demás. “no tenemos tiempo, estamos ocupados”. Tal situación hace del ser humano un alienado o distraído, incapaz e indiferente respecto a las verdaderas decisiones sobre su propia vida. Todo es negocio. Aquello que no es “rentable” carece de importancia. Hemos perdido así nuestra autonomía; no somos personas, no nos conducimos, somos llevados por la anónima e inconsciente corriente de la actividad impuesta por otros o por las circunstancias. No somos; parecemos, hacemos o tenemos.

La agitación: no solamente vivimos “ocupados”, vivimos “preocupados”; no sólo hacemos sino que anticipamos en nuestras mentes aquello que después “tenemos” que hacer. No solamente agitamos nuestros cuerpos sino nuestras mentes y corazones. Tal situación lleva a la angustia vital, a la incapacidad de descansar y de serenarse. La vida otrora tenía otros problemas y limitaciones, pero se vivía más serenamente. Hoy no comemos sino engullimos, no saboreamos sino mordemos, no sólo nuestros alimentos, también  nuestras vidas.

La comodidad: en todo se busca no lo mejor sino lo más fácil. Desde pequeños la educación consiste en quitarnos todo obstáculo, toda capacidad y posibilidad de esforzarnos. En lugar de hacernos fuertes nos hicimos débiles, cobardes, temerosos y pusilánimes. Nos volvimos incapaces de sacrifico. Esta incapacidad de riesgo y de sacrificio nos quita demasiadas posibilidades de gozar la vida, estrecha nuestro campo “experiencial”, genera injustificado dolor, tristeza, aburrimiento y temor ya que todo se torna difícil y problemático.

La ambición: la existencia humana ha estado rodeada siempre de la ambición de poder, de prestigio y de posesión. Por hoy, sobre todo ésta última, reviste un cariz suicida. El deseo de poseer muchas cosas nos ha vuelto cosas y está acabando con nuestra libertad. No decidimos, las cosas deciden por nosotros. Ellas nos “fascinan” más que el amor, la relación, la tranquilidad, el compartir.

Incapaces de sacrificarnos por los demás, todo lo sacrificamos al poseer. Paradójicamente nunca estamos contentos con lo que tenemos; no saboreamos la mantequilla suspirando por el caviar; no disfrutamos nuestra bicicleta anhelando una moto, ni nuestro carrito ambicionando un Porsche. Ya nada en nuestra casa es un “recuerdo” de algo o de alguien, porque hay que cambiarlo todo de acuerdo con la moda. Nuestros hogares parecen almacenes de cosas tal vez bellas pero inútiles y en las cuales nada hay incorporado sino su materialidad. El consumismo, al mismo tiempo que devasta el mundo y la naturaleza, genera un ansia sin fin de poseer más; nos desarraiga de la vida y de la relación amorosa con las cosas.

La competición: los demás dejaron hace tiempo de ser nuestros compañeros de vida, tornándose en competidores y hasta en enemigos. En educación se premia a quien brilla “sobre” los demás, no a quien “contribuye a” o “colabora con”. Las damas ya no se visten para atraer, para agradar, para ser bellas, sino para figurar y sobresalir entre sus contrincantes. En lugar de competir con nosotros mismos para ser mejores, en vez de retarnos a ser cada vez más, nos retamos a ser diferentes de los demás, a luchar contra, a no dejarnos, a ser los primeros no los mejores. De allí nacen la envidia y los celos que nos intranquilizan, nos hacen sufrir, matan nuestras vidas.

La búsqueda de seguridad: así como en ciertos aspectos de la vida somos súper irresponsables, en otros somos híper responsables. Todo lo pretendemos prever y planificar. La búsqueda de un futuro seguro nos impide muchas veces gozar de nuestro presente. Porque somos incapaces de vivir en la incertidumbre nos creamos falsas certezas que nos apacigüen; somos así víctimas no sólo de los vendedores de seguros sino también de los vendedores de la verdad, de la salvación y de eternidad.

La anomia vital o sin sentido: es la consecuencia de todos los demás pecados. El salario del pecado es el aburrimiento, la saciedad, el sentir que “nada vale la pena”. Se nos ha marchitado el alma. No sólo no sentimos sino que nos volvimos insensibles; no solamente no experimentamos, ya no nos provoca experimentar. La quejumbre ha ocupado el puesto del gozo; la insatisfacción el de la fruición; la intranquilidad el de la serenidad. Nuestra vida se convirtió en una absurda preocupación por lo fútil, en medio de un mar de sin sentido y desesperanza.

El miedo a la opinión pública: la autenticidad, el ser uno mismo, ha cedido su paso al “que dirán, qué pensaran los otros”. El ser se volvió menos importante que la imagen. Nos devaluamos aceptando a los demás como nuestros jueces y superiores. Nos convertimos en marionetas de la opinión pública, renunciando a nuestra libertad y dignidad. Nuestras actitudes, opiniones y comportamientos son dictados por otros. Agachamos nuestra cabeza y claudicamos nuestro vivir ante demasiados dictadores. Cada vez nos alejamos más de la capacidad de ser aquello que queremos ser, y renunciamos hasta a querer. Las apariencias han ocupado el puesto de las convicciones, la simulación el de la verdad, la hipocresía el de la autenticidad. Todos nos volvimos “chupas” y aduladores de quienes consideramos poderosos. Y estos son más en intensidad y número, a medida de que nos creemos menos.

Revista Sembradores