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lunes, julio 26, 2021

Mitología del éxito

Es común escuchar que la gente de éxito tiene problemas en su vida familiar o en su salud personal, la naturaleza nunca lo da todo, es más, el argumento de fondo de la mayoría de las telenovelas y revistas llamadas del jet set, es que “los ricos también lloran”. Por supuesto, el mediocre ha adoptado este mensaje para posicionar y ensalzar la mediocridad como virtud: “Mira, de qué le sirvió a ese tipo triunfar tanto, si al final está peor que yo, por eso yo no me esfuerzo; es un pecado ser ambicioso y recuerda que en el pecado está la penitencia”. Lo más alarmante es el porcentaje tan alto de familias desintegradas y con problemas profundos en las clases sociales más pobres; es lógico, en número son más, pero su vida privada no es noticia porque no ocupan espacio alguno en la popularidad. A quién le interesa saber si un empleado de gobierno, un policía o el contador de una empresa tiene amante, en cambio es sensacional cuando se trata de un primer ministro, de un artista, de algún miembro de la nobleza europea o de un famoso empresario, ¡eso sí es noticia!

Quiero enfatizar que la riqueza producto de corrupción, despojo, asesinato o tráfico de drogas, es de la más reprobable. Estas fortunas fáciles han venido a restarle valor al trabajo de los seres humanos honestos que han hecho de la productividad una virtud e injustamente son también considerados como explotadores, sólo por el hecho de poseer riqueza.

Debemos aprender a admirar a quien gracias a su inteligencia y destreza ha llegado a acumular riqueza, siempre y cuando sea el resultado de la ética y la verdad, megatendencias fundamentales para generar prosperidad en el siglo XXI.

El triunfador que es capaz de generar prosperidad lo logra gracias a su capacidad de pensar, de alterar el orden establecido, quien desafía los paradigmas de su tiempo identificando mejores y más efectivas formas de hacer las cosas. Pero preguntémonos, ¿qué existe en el fondo de ese espíritu emprendedor?, ¿qué valores dirigen su existencia?, ¿cómo explicar los riesgos que toman quienes creen en una sola idea, incluso arriesgan el patrimonio acumulado en toda una vida de trabajo? Ellos dicen “sí” al desafío, a pesar de todas las dificultades que visualicen, dicen “sí” y se lanzan a ver qué pasa; “preparen, fuego y apunten” es su lema. Por ejemplo, pensando en un restaurante: preparan un nuevo platillo, disparan significa que lo sirven y después cuestionan a sus comensales todo aquello en que pueden mejorarlo, lo anotan y al día siguiente reinician su labor bajo el mismo axioma de “preparen, fuego y apunten”. La riqueza por sí sola no proporciona felicidad, a menos que tengamos un propósito definido de lo que deseamos. Desde luego, el dinero no nos proporcionará una filosofía de valores si hemos evadido la tarea de precisar lo que deseamos valorar; por lo tanto, el dinero no servirá a una mente que no esté preparada para poseerlo, más aún, ésta puede ser la causa de su destrucción; lo es con frecuencia en muchos deportistas, sobre todo en el box, hemos sido testigos como el mal uso de la riqueza ha destruido a sus propios protagonistas.

La riqueza es legítima cuando es producto de la virtud, pero la fortuna nunca nos dará por sí misma virtud, ni podrá acallar nuestra conciencia cuando se ha obtenido en forma deshonesta. Ahí quedará, dentro de nosotros, como un dedo acusador el resto de nuestra vida. ♥︎

Miguel Ángel Cornejo y Rosado

miércoles, julio 14, 2021

El trabajo

El trabajo es acción, es movimiento, es vida. No es posible la vida sin trabajo.

Cuando estás dormido o en estado de reposo, funciona tu corazón para hacer circular la sangre por tus venas y tus arterias; trabajan tus pulmones para oxigenarla y purificarla; todo tu organismo está en movimiento y en acción para mantener tu vida.

Tiende la mirada a tu alrededor y verás como todo trabaja en la Naturaleza: las nubes recogen los vapores del agua y de la tierra y los devuelven convertidos en benéfica lluvia; los arroyuelos y los ríos que de ella dimanan, corren hacia el mar fecundando la tierra; las plantas que de ella extraen los jugos, renuevan sus hojas,  la vida y la alegría; los astros recorren sus órbitas siguiendo el curso que la mano de Dios les ha trazado en el firmamento.

La luz, el calor, la electricidad, el sonido, son átomos que están en continua vibración y movimiento.

Las ideas, los deseos, las sensaciones, los sentimientos, las palabras, son producto del trabajo del cerebro.

Hasta la misma muerte es una labor de transformación.

Por un decreto divino, desde que nace el hombre está sujeto al trabajo. Es una ley universal de la que ni tú ni nadie puede evadirse.

Dios dijo a Adán al arrojarlo del Paraíso: “Ganarás el pan con el sudor de tu rostro.” Y todos los hijos de Adán se ven obligados a trabajar para vivir.

Porque el pan es símbolo de la vida, pero “no tan sólo de pan vive el hombre”. Otras cosas hay que se necesitan para vivir en sociedad, y esas cosas, así materiales como espirituales, sólo se consiguen a fuerza de trabajo.

Hay mucha gente que sólo considera como trabajo el que se hace con las manos o el que representa un esfuerzo corporal, como el del albañil, del carpintero, del mecánico, del marinero, etc.

Pero también trabajan los que se dedican a tareas mentales: trabajo es el estudio, trabajo es la enseñanza, y así estudiantes, maestros, escritores, artistas, médicos, abogados, comerciantes, todos son trabajadores.

Por lo tanto, cualquiera que sea el oficio, la profesión o la carrera que emprendas, no podrás eximirte de trabajar.

A muchos jóvenes se les hace pesado el trabajo porque lo hacen de mala gana.

Para que te resulte agradable cualquier estudio o tarea, empréndelos, con gusto, con amor, como si fuesen una diversión o un recreo.

Si juegas a la pelota, al fútbol, o corres en bicicleta, tienes que hacer un esfuerzo así corporal como mental; tienes que concentrar tu atención en lo que haces; te agitas, pones los músculos en acción, sudas y, sin embargo, no sientes el cansancio ¿Por qué? Porque lo consideras como un juego o una distracción.

Cuentan de un maestro de obras, que, viendo un día que sus peones trabajaban ya cansados de subir y bajar ladrillos, les dijo: “Chicos, basta de trabajo; os voy a proponer un juego.

Vamos al sótano a ver quién saca más esportillas de tierra para hacer un jardín.”

Y los hombres, creyendo que se trataba de un juego, se pusieron a llenar de esportillas con vigor y con presteza para ver quien sacaba más. Hicieron esta labor como si fuese un recreo, y no se dieron cuenta de que era un trabajo tan pesado como el otro.

El fin que debes proponerte al emprender cualquier trabajo y hemos quedado en que también lo es el estudio, es que te resulte en algo de provecho. Si tal es tu propósito y a su consecución diriges la voluntad y el esfuerzo, verás con qué ánimo, con qué afición, con qué entusiasmo trabajas hasta verlo realizado.

Hay chicos que andan sin fatigarse dos o tres leguas de una aldea a otra, únicamente para ir a una capea o a bailar a una romería, y después vuelven a desandar lo andado sin cansancio y muy satisfechos del ejercicio. ¡Cuán laudable no sería ese esfuerzo si se emplease en una obra de provecho, en un acto de cultura y de progreso en beneficio propio o de los demás!

Para que un trabajo sea fructuoso es preciso que, además de hacerlo con gusto, se concentre en él toda la atención, todo el interés. Todo el entusiasmo.

“Es de mayor importancia dice Balmes- adquirir un hábito de atender a lo que se estudia o se hace; si bien se observa, lo que nos falta a menudo no es la capacidad parta atender lo que vemos, leemos u oímos, sino la aplicación del ánimo a aquello de que se trata.”

Y Silvain Roudes, autor del libro Para abrirse camino en la vida, cuya lectura te recomiendo, dice: “El gran defecto del hombre moderno es emprender cinco, seis, diez cosas a la vez; querer dominar los asuntos financieros, los deportes, la política y las artes; intentar todas las experiencias, comenzar todos los estudios y abarcar el mundo con sus débiles brazos.”

Y en efecto: verás cómo en ciertos países hay hombres que, sin la preparación necesaria, ocupan elevados puestos en las esferas del Gobierno, y con la misma insuficiencia e ineptitud desempeñan sucesivamente varios cargos, pasando de un ministerio a otro. Con este insensato trasiego de funcionarios no es posible tener una buena administración, y sufren los intereses nacionales y por ende los de cada ciudadano. Esto lo tocarás por experiencia propia cuando tu edad te permita ejercer una carrera o tener parte activa en los negocios.

Huye tú, por lo tanto, de ser uno de esos que el escritor francés, Jules Claretie, llama “hombres desmigajados”, porque desmigajan su atención y la reparten entre diversos asuntos y ocupaciones heterogéneas, como quien echa migas de pan a las aves de un corral.

Cualquiera que sea el estudio que emprendas, el trabajo que acometas, el oficio o profesión que adoptes, procura enterarte bien de todas sus partes y detalles; infórmate de cuantos datos con él tratan; domínalo, en fin, hasta llegar a ser en él un perito, un maestro.

Verás que el hombre que más prospera y más se distingue en el oficio, negocio o carrera que emprende, es aquel que tiene la mejor preparación, es decir, el que ha hecho mayor acopio de conocimientos referentes a su ramo, obteniendo así una superioridad sobre todos sus competidores.

Cuando el gran novelista Sir Walter Scott, por malgastar su hacienda, quedó arruinado, continuó trabajando con redoblado ahínco, diciendo que la adversidad le servía de tónico estimulante para el trabajo.

Henry Ward Beecher decía: “No es el trabajo lo que mata, sino la angustia. El trabajo es salutífero: no es fácil darle a un hombre más del que puede hacer. La angustia es como la herrumbre que corroe la hoja de acero. No son las revoluciones de las ruedas lo que desgasta la maquinaria, sino el rozamiento.”

Por lo tanto, debes procurar que en tu trabajo haya la menor fricción posible, es decir, que no lo hagas a regañadientes, sino interesándote en que salga del mejor modo que puedas. Esto mismo le recomendaba Lord Chesterfield a su hijo en una de sus famosas cartas, agregando: “Todo aquello que vale la pena de que se haga, vale la pena de hacerlo bien.”

Y, en efecto, lo que se hace de mala manera, para salir del paso, es trabajo y tiempo perdidos. Resulta en chapuz, y, en muchos casos, hay que volverlo a hacer. El obrero que se estima y tiene amor a su oficio se esmera en hacerlo con primor. De un hombre chapucero no puede esperarse nada bueno. Para hacer las cosas bien se necesita tiempo, cuidado, aplicación y trabajo. Por la calidad de la obra se conoce el carácter de su amor.

La seda es producto de una oruga limpia, que necesita para vivir aire puro y se alimenta de hojas de moral. Emplea varios días en labrar su capullo, del que se extrae la seda, y de él sale a las tres semanas convertida en mariposa. En cambio, la telaraña es una red de sutilísimos hilos sin consistencia, hecha con presteza por ese repugnante insecto que llamamos araña, que vive en rincones obscuros y empolvados y tiende esa tela únicamente para atrapar las moscas que le sirven de alimento.

Por eso Iriarte, en su conocida fábula, cuando la araña se jacta de labrar su tela más aprisa que el gusano de seda su capullo, pone en boca del último esta réplica:

“Usted tiene razón: así sale ella.”

Siete años empleó Virgilio en componer el más perfecto de sus poemas, las Geórgicas, el cual, impreso en un periódico moderno, apenas llenaría dos planas. Entre componerlos, podarlos y pulirlos, no hacía más que cuatro versos por semana. Pero el poema ha vivido dos mil años y vivirá muchos siglos más.

El gran maestro y retórico ateniense Isócrates empleó nada menos que diez años en componer, corregir y pulir su célebre Oración Panegírica.

Sólo a fuerza de incesante laboriosidad y perseverancia podrás llegar a ser un hombre de provecho, crearte una fortuna, dejar obras meritorias o legar a la posteridad un nombre imperecedero.

El famoso pintor norteamericano James Whistler pidió un precio muy crecido por un cuadrito que le habían encargado. El comprador acudió a los tribunales de justicia, creyéndose poco menos que estafado. El juez, considerando también por el tamaño del cuadro que el precio era excesivo, preguntó al artista cuánto tiempo había empleado en pintarlo. Y Whistler contestó que cuarenta años.

¡Cuarenta años! exclamó sorprendido el juez.-

Sí; cuarenta años de estudio y de trabajo para poder pintarlo así.

Por alta que sea la posición de un hombre, no debe desdeñar el trabajo ni considerarlo como un desdoro.

Pedro el Grande, emperador de Rusia, en sus viajes por Europa, visitaba las fábricas y talleres, enterándose prácticamente del modo de manejar las herramientas, y en un astillero de Amsterdam trabajó algún tiempo como carpintero de ribera para saber cómo se construía un buque. Esta educación práctica que adquirió en su juventud le permitió después adoptar e introducir en su imperio notables reformas, mejoras y adelantos, que lo llevaron a un alto grado de prosperidad y de grandeza.

Cuando Lisandro visitó los jardines de Ciro, rey de Persia, y se admiró al saber que este fastuoso monarca no sólo había trazado los planos de su vergel, sino que con sus propias manos había plantado muchos de sus árboles y arbustos, Ciro le dijo: “¿Esto te sorprende? Pues por el dios Mitra te juro que, cuando me lo permite la salud, nunca me siento a la mesa sin haber sudado antes con algún ejercicio, ya sea el de las armas, una labor agrícola o cualquier trabajo pesado, al cual me dedico con deleite y con todo mi vigor.” A lo cual repuso Lisandro: “Ciro, eres realmente feliz y mereces tu gran fortuna.”

Porque, en efecto, no hay satisfacción comparable a la que siente un hombre cuando ha hecho un trabajo con entusiasmo o terminado una obra a su gusto, y bien merecido tiene el premio o galardón que por ello alcance. Raro es el trabajo bien hecho que no recibe tarde o temprano alguna compensación.

Tiene mucha enjundia esta fabulilla de Antonio de Trueba:

Caballito que sudas uncido al carro, dime: para que el pelo te brille tanto, ¿Cómo te las compones?

¿Cómo? Sudando.

Y muchos hombres también, con el sudor del trabajo han logrado medrar y que, como vulgarmente se dice, les “luzca el pelo”.

Entre nosotros es muy raro encontrar hombres ilustrados y de alta posición que dediquen algunos ratos a las labores manuales, mientras que en los países del Norte se nos ofrecen numerosos ejemplos de altas personalidades que buscan en ello una distracción, un ejercicio higiénico o una enseñanza.

Sir Isaac Newton, el gran matemático, y físico y astrónomo, descubridor de la forma esferoidal de la Tierra y de las leyes de gravitación, se entretenía en sus ratos de ocio en trabajos de ebanistería, y regalaba a sus amigos mesitas, sillas, estantes, muñecas, etc., hechos por sus manos, y llegó a construir un cochecito de cuatro ruedas de autopropulsión.

Mister Gladstone, el venerable estadista inglés que murió a fines del siglo pasado, solía, durante su veraneo o sus asuetos en el campo, manejar el destral para talar árboles, ejercicio muscular que le servía de compensación a sus trabajos mentales y que le permitió vivir sano y robusto hasta los ochenta y cuatro años.

Sabido es que en Estados Unidos, algunos jóvenes hijos de familias archimillonarias, como los Vanderbilt y los Gould, poseedores de mecánicos, y han hecho viajes en trenes manejando las palanquetas y válvulas de las locomotoras, no por necesidad como fácilmente se comprenderá, sino para conocer prácticamente cómo funcionan esas monstruosas máquinas a las que deben y de las que dependen su inmensa fortuna.

Este último ejemplo demuestra la importancia que en aquel país se da al conocimiento en todos sus detalles del negocio que uno tiene entre manos. Y además la afición que hay al trabajo aun entre los jóvenes acaudalados.

Aun cuando entre nosotros no son tan frecuentes semejantes ejemplos, no de haber alguno, como el que nos presentó el ilustre duque de Zaragoza, prócer aficionado a la maquinaria, a quien se vio muchas veces bajar en su automóvil a la estación del ferrocarril de esa ciudad del Ebro, ponerse allí la blusa del obrero y situarse en la locomotora al lado de la manivela para guiar con mucha pericia el tren hasta Madrid.

Las personas que de suyo son laboriosas o que desde jóvenes han adquirido el hábito del trabajo, le cobran tal afición y tanto apego, que no pueden nunca permanecer ociosas. ¡Cuántos, como el citado Sir Isaac Newton, dedican los ratos de tregua en sus tareas y estudios serios a otras labores de distinto género que les sirven de descanso y distracción y hasta de contrapaso para equilibrio de sus facultades mentales! ¡Y cuántos también que se gozan tanto en el trabajo, que en él hallan su diversión y su recreo!

Decían los latinos: Labor ipse voluptas, el trabajo es en sí mismo un placer.

Edison, el célebre sabio americano, a pesar de haberse enriquecido con sus numerosos inventos caso raro, pues la mayoría de los inventores viven y mueren modestamentecontinuó hasta su muerte trabajando en el laboratorio con la misma actividad y constancia de sus días mozos, durmiendo y olvidándose de comer cuando estaba enfrascado en algún experimento.

De todo lo expuesto se desprende que es necesario trabajar y luchar para vivir. Bien dice Homero en su Ilíada:

“Aquí en la tierra el sino del hombre es la labor:

Si Jove nos dio la vida, también nos dio el dolor.”

Prepárate, pues, a luchar y a vencer obstáculos, que muchos encontrarás en cualquier estudio, obra o trabajo que emprendas. Todos los principios son dificultosos. No hay nada más fácil que el andar, y mira lo que le cuesta al niño aprenderlo. Tiene que empezar por hacer pinitos y darse algunos coscorrones. Los que ensayan a montar en bicicleta no saben guardar el equilibrio, se tambalean y caen, o van a dar encontrones con los árboles y las vallas. Más, después de alguna práctica, ¡con qué soltura manejan el “caballo de acero” y lo hacen evolucionar a su antojo, y qué placer tan grande experimentan al recorrer velozmente largas distancias!

Para tocar el violín con la maestría de un Paganini, un Sarasate o un Manén; para dominar el piano como un Chopin, un Rubinstein o un Paderewski; para cantar como un Manuel García, una Malibrán, una Patti o un Gayarre, ¿sabes tú los años de estudio, de enojosos ejercicios, de ímproba labor que eso impone? ¿Sabes las enormes dificultades que es preciso vencer; la infatigable paciencia, la pertinaz perseverancia que se necesita?

Así, pues:

Sea cual fuere la obra en que ensayes, si falla acaso tu primer intento no te descorazones ni desmayes, antes vuelve a empezar con nuevo aliento, no habrá dificultad ni resistencia que dominar no puedas con talento, con firme voluntad y con paciencia.

“Es muy breve la vida, el arte es largo”; la perfección se alcanza, sin embargo, a fuerza de trabajo y de experiencia. ♥︎

Arturo Cuyás (España)

Del libro “hace falta un muchacho” del mismo autor.


lunes, julio 12, 2021

Pecados modernos

Llamo pecado a todo atentado contra la vida. Pecado es toda actitud o acción que va en contravía de la calidad o existencia de la vida, tanto personal como social; es todo aquello que impide gozar, compartir, disfrutar, alegrarse, soñar, construirse, ser, experimentar, expresarse, existir, emocionarse, comunicarse, relacionarse.

Antiguamente muchos pecados fueron considerados virtudes como la humildad, la obediencia, la castidad, la mortificación. Entre tanto, se tenía por pecados comportamientos virtuosos como el inconformismo, el orgullo, el amor a sí mismo, la sexualidad, y en general todo aquello que iba unido al placer.

En todas las épocas se ha pretendido anular la conciencia de pecado, transformando los vicios en virtudes. Así en nuestros tiempos, donde la vida no vive, o lo que es lo mismo, en nuestro mundo pecaminoso, se pretende desterrar la conciencia de pecado, por el eficaz camino de convertir en virtudes pecados como la laboriosidad, la productividad, el prestigio, la competición, la ambición.

Siguiendo la tradición, los pecados se dividen en mortales y veniales, según disminuyan o acaben con las energías de vivir. Enuncio aquí solamente aquellos pecados mortales, característicos de la existencia moderna.

La laboriosidad: el estar siempre ocupados en algo, fue ya detectado por Marco Aurelio como un mortal enemigo de la vida. Consiste este pecado en no tener o encontrar tiempo sino para el trabajo, olvidando el ocio y las relaciones sociales. En la vida moderna, la “ocupación” se ha aumentado y diversificado. El mundo se ha convertido en un centro de negocios, de industrias, de empresas, no en un lugar de vida; los seres humanos en un conjunto de funcionarios, burócratas, empleados, jefes, subalternos, trabajadores, negociantes, clientes, compradores, vendedores, que no tienen tiempo para ser personas, para vivir su vida, para convivir, para dedicar gratuitamente tiempo a sí mismos y a los demás. “no tenemos tiempo, estamos ocupados”. Tal situación hace del ser humano un alienado o distraído, incapaz e indiferente respecto a las verdaderas decisiones sobre su propia vida. Todo es negocio. Aquello que no es “rentable” carece de importancia. Hemos perdido así nuestra autonomía; no somos personas, no nos conducimos, somos llevados por la anónima e inconsciente corriente de la actividad impuesta por otros o por las circunstancias. No somos; parecemos, hacemos o tenemos.

La agitación: no solamente vivimos “ocupados”, vivimos “preocupados”; no sólo hacemos sino que anticipamos en nuestras mentes aquello que después “tenemos” que hacer. No solamente agitamos nuestros cuerpos sino nuestras mentes y corazones. Tal situación lleva a la angustia vital, a la incapacidad de descansar y de serenarse. La vida otrora tenía otros problemas y limitaciones, pero se vivía más serenamente. Hoy no comemos sino engullimos, no saboreamos sino mordemos, no sólo nuestros alimentos, también  nuestras vidas.

La comodidad: en todo se busca no lo mejor sino lo más fácil. Desde pequeños la educación consiste en quitarnos todo obstáculo, toda capacidad y posibilidad de esforzarnos. En lugar de hacernos fuertes nos hicimos débiles, cobardes, temerosos y pusilánimes. Nos volvimos incapaces de sacrifico. Esta incapacidad de riesgo y de sacrificio nos quita demasiadas posibilidades de gozar la vida, estrecha nuestro campo “experiencial”, genera injustificado dolor, tristeza, aburrimiento y temor ya que todo se torna difícil y problemático.

La ambición: la existencia humana ha estado rodeada siempre de la ambición de poder, de prestigio y de posesión. Por hoy, sobre todo ésta última, reviste un cariz suicida. El deseo de poseer muchas cosas nos ha vuelto cosas y está acabando con nuestra libertad. No decidimos, las cosas deciden por nosotros. Ellas nos “fascinan” más que el amor, la relación, la tranquilidad, el compartir.

Incapaces de sacrificarnos por los demás, todo lo sacrificamos al poseer. Paradójicamente nunca estamos contentos con lo que tenemos; no saboreamos la mantequilla suspirando por el caviar; no disfrutamos nuestra bicicleta anhelando una moto, ni nuestro carrito ambicionando un Porsche. Ya nada en nuestra casa es un “recuerdo” de algo o de alguien, porque hay que cambiarlo todo de acuerdo con la moda. Nuestros hogares parecen almacenes de cosas tal vez bellas pero inútiles y en las cuales nada hay incorporado sino su materialidad. El consumismo, al mismo tiempo que devasta el mundo y la naturaleza, genera un ansia sin fin de poseer más; nos desarraiga de la vida y de la relación amorosa con las cosas.

La competición: los demás dejaron hace tiempo de ser nuestros compañeros de vida, tornándose en competidores y hasta en enemigos. En educación se premia a quien brilla “sobre” los demás, no a quien “contribuye a” o “colabora con”. Las damas ya no se visten para atraer, para agradar, para ser bellas, sino para figurar y sobresalir entre sus contrincantes. En lugar de competir con nosotros mismos para ser mejores, en vez de retarnos a ser cada vez más, nos retamos a ser diferentes de los demás, a luchar contra, a no dejarnos, a ser los primeros no los mejores. De allí nacen la envidia y los celos que nos intranquilizan, nos hacen sufrir, matan nuestras vidas.

La búsqueda de seguridad: así como en ciertos aspectos de la vida somos súper irresponsables, en otros somos híper responsables. Todo lo pretendemos prever y planificar. La búsqueda de un futuro seguro nos impide muchas veces gozar de nuestro presente. Porque somos incapaces de vivir en la incertidumbre nos creamos falsas certezas que nos apacigüen; somos así víctimas no sólo de los vendedores de seguros sino también de los vendedores de la verdad, de la salvación y de eternidad.

La anomia vital o sin sentido: es la consecuencia de todos los demás pecados. El salario del pecado es el aburrimiento, la saciedad, el sentir que “nada vale la pena”. Se nos ha marchitado el alma. No sólo no sentimos sino que nos volvimos insensibles; no solamente no experimentamos, ya no nos provoca experimentar. La quejumbre ha ocupado el puesto del gozo; la insatisfacción el de la fruición; la intranquilidad el de la serenidad. Nuestra vida se convirtió en una absurda preocupación por lo fútil, en medio de un mar de sin sentido y desesperanza.

El miedo a la opinión pública: la autenticidad, el ser uno mismo, ha cedido su paso al “que dirán, qué pensaran los otros”. El ser se volvió menos importante que la imagen. Nos devaluamos aceptando a los demás como nuestros jueces y superiores. Nos convertimos en marionetas de la opinión pública, renunciando a nuestra libertad y dignidad. Nuestras actitudes, opiniones y comportamientos son dictados por otros. Agachamos nuestra cabeza y claudicamos nuestro vivir ante demasiados dictadores. Cada vez nos alejamos más de la capacidad de ser aquello que queremos ser, y renunciamos hasta a querer. Las apariencias han ocupado el puesto de las convicciones, la simulación el de la verdad, la hipocresía el de la autenticidad. Todos nos volvimos “chupas” y aduladores de quienes consideramos poderosos. Y estos son más en intensidad y número, a medida de que nos creemos menos.

Revista Sembradores 

Puedes cambiar el mundo

Puedes cambiar el mundo
Tan solo en un instante
Puedes cambiar de rumbo
Si quieres que eso pase

Puedes mirar adentro
Tu sentimiento
El universo traerá tus sueños
Cambiar el mundo
Empieza por ti

Verás que los colores
Son mucho más brillantes
Verás con otros ojos
La magia en todas partes

Arriba y adelante
Se ven los horizontes
Si el sol también renace
Renacerán los hombres

Cambiar el mundo
(Empieza por ti)

Si se renueva la esperanza
(Empieza por ti)
Si te convences que se puede cambiar

Si quiero un cielo nuevo
Empiezo yo primero
Y elevo una alabanza
Hacia la humanidad

Empiezo por mí
(Para cambiar el mundo)
Empiezo por mí
(Para cambiar el mundo)

Puedes cambiar hoy mismo
El curso de tu viaje
Verás que no es lo mismo
Si tienes el coraje

Arriba y adelante
Se ven los horizontes
Si el sol también renace
Renacerán los hombres

Cambiar el mundo
Empieza por ti

Si se renueva la esperanza
(Empieza por ti)
Si te convences que se puede cambiar
Si quiero un cielo nuevo
Empiezo yo primero
Y elevo una alabanza
Hacia la humanidad

Empiezo por mí

Si quiero un cielo nuevo
Empiezo yo primero
Y elevo una alabanza
Hacia la humanidad

Empiezo por mí
(Para cambiar el mundo)
Empieza por ti
(Para cambiar el mundo)
Empiezo por mí
(Para cambiar el mundo)
Empieza por ti

Empiezo por mí
(Para cambiar el mundo)
Empiezo por mí
Empieza por ti
Empiezo por mí
Empieza por ti
Empiezo por mí
Empieza por ti
Empiezo por mí
Empieza por ti

viernes, julio 09, 2021

¡El hombre nuevo!

El éxito no depende de acontecimientos que suceden en nuestro mundo exterior, sino de las decisiones que un hombre valiente toma para cambiar su mundo interior.

Si entendemos que el verdadero cambio debe ocurrir dentro de nosotros, seguramente llegaremos a experimentarlo.

Si nos dedicamos a acompañar  las acciones de quienes sueñan un mundo mejor, seguro llegaríamos más rápido a su feliz conclusión.  

Si nos dedicáramos a pintar sonrisas en las caras de quienes comparten nuestro mundo inmediato, tendríamos corazones más sanos en el hogar de La Paz.

Si pasáramos más tiempo con nuestros hijos e hijas que con nuestros teléfonos y ocupaciones, nos gozaríamos la bendición de tener una familia más humana.

Si amamos con sinceridad y nos gozamos en el acto hacerlo, lograremos justamente la prosperidad.

Si colmamos de alegría a quienes nos rodean, callados esperamos el triunfo cuando nos golpean y luchamos con fuerza en la adversidad venciendo los miedos a punta de voluntad, entonces seremos capaces de laurear nuestro existir.

Si entregamos un abrazo acompañado de un “te quiero, te quiero” seguro recibiremos a cambio un “te amo” sincero.

Si nos ocupamos más en hacer que en prometer, hallaremos en nuestros hogares anhelos de crecer.

Si acompañamos a los nuestros en su duro batallar, tendremos lindas sonrisas y motivos para celebrar.

Si convertimos nuestras tareas en fuente de inspiración, si cada cosa que hacemos la obramos con el corazón, obedeciendo al amor antes que a las razones, nuestros días sobre la tierra serán una sublime canción. ♥︎

Revista Sembradores 

jueves, julio 08, 2021

El círculo del 99

Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente que era muy feliz. Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al rey cantando y tarareando alegres canciones de juglares. Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre. Un día el rey lo mandó a llamar.

—Paje –le dijo- ¿Cuál es el secreto?

—¿Qué secreto, Majestad?

—¿Cuál es el secreto de tu alegría?

—No hay ningún secreto, Alteza.

—No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.

—No le miento Alteza, no guardo ningún secreto.

—¿Por qué estas siempre alegre y feliz? Eh, ¿Por qué?

—Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados, y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿Cómo no estar feliz?

—Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar, dijo el rey. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.

—Pero Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando…

—Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!

El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación. El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.

—¿Por qué él es feliz?

—Ah, Majestad, lo que sucede es que él está afuera de su círculo.

—¿Fuera del círculo?

—Así es.

—¿Y eso es lo que lo hace feliz?

—No Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.

—A ver si entiendo, ¿estar en el círculo te hace infeliz?

—Así es.

—¿Y cómo se salió?

—Nunca entró Su Majestad.

—¿Qué círculo es ese?

—El círculo del 99

—Verdaderamente, no te entiendo nada.

—La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.

—¿Cómo?

—Haciendo entrar a tu paje en el círculo.

—¡Eso! obliguémoslo a entrar.

—No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.

—Entonces habrá que engañarlo.

—No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará solito.

—¿Solito? ¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?

—Si se dará cuenta.

—¡Entonces no entrará!

—No lo podrá evitar.

—¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?

—Tal cual Majestad; estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?

—Sí.

—Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos.

—¡99! ¿Qué más? ¿Llevo los guardias por si acaso?

—Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.

Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron, junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pichó un papel que decía:

“Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie como lo encontraste”.

Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban, para ver lo que sucedía. El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados y cerró la puerta.

El rey y el sabio se arrimaron a la ventana para ver la escena. El sirviente había tirado todo lo que había en la bolsa sobre la mesa y dejado solo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa. Sus ojos no podían creer lo que veían. ¡Era una montaña de monedas de oro! Él, que nunca había tocado una de esas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas. Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco… y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60… hasta que formó la última pila: ¡9 monedas! Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más; luego en el piso y finalmente en la bolsa.

—No puede ser, pensó.

Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.

—Me robaron –gritó-, me robaron, ¡malditos!

Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba. Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro, “sólo 99”.

—99 monedas. Es mucho dinero, pensó. Pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo –pensaba-, Cien es un número completo pero noventa y nueve, no.

El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus. El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.

¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?

Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla.

Después, quizás no necesitara trabajar más. Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo.

Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.

Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero. ¡Era demasiado tiempo! Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comidas todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender… Vender… Vender… Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno, para qué más de un par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.

El rey y el sabio volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del 99…

Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche. Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando de malas pulgas.

—¿Qué te pasa?, preguntó el rey de buen modo.

—Nada me pasa, nada me pasa.

—Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.

—Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?

No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.

Ustedes y yo y todos alrededor hemos sido educados en esta psicología: siempre nos falta algo para estar completos, y sólo completos se puede gozar de lo que se tiene. Por lo tanto, nos enseñaron que la felicidad deberá esperar hasta completar lo que falta. Y como siempre nos falta algo, la idea retoma el comienzo y nunca se puede gozar de la vida. Pero, qué pasaría si la iluminación llegara a nuestras vidas y nos diéramos cuenta, así, de golpe, que nuestras 99 monedas son el cien por ciento del tesoro, que no nos falta nada, que nadie se quedó con lo nuestro, que nada tiene de más redondo cien que noventa y nueve, que todo es sólo una trampa, una zanahoria puesta frente a nosotros para que seamos tontos, para que jalemos del carro, cansados, malhumorados, infelices o resignados. Una trampa para que nunca dejemos de empujar y que todo siga igual… ¡eternamente igual!

Cuantas cosas cambiarían si pudiéramos disfrutar de nuestros tesoros tal como están.

Sé un promotor de los valores… Si nosotros no hacemos algo por cambiar nuestro entorno… ¿Quién lo hará…? ¿Qué sociedad le quieres heredar a tus hijos…? ¿Qué hijos le piensas dar a la sociedad?. ♥︎

Revista Sembradores

Los juegos de la vida

Tu concepción en el vientre de tu madre fue tu primer desafío y competencia en los juegos de la vida; superaste la fase eliminatoria, clasificáste para participar en las olimpiadas de la vida, jugaste como ningún otro jugó y mira... ¡Te coronaste campeón!

¡Lo lograste campeón! En estas olimpiadas te enfrentaste contra millones de competidores superándolos a todos. El objetivo de la competencia consistía en dar en el blanco y fecundar el óvulo de tu mamita… ¡Y fuiste el feliz ganador!

Por eso es bueno recordarte que un motivo para la acción (motivación) es estar consciente de que la vida está hecha de tiempo, desde el momento de tu nacimiento y hasta el día de tu muerte –de la cuna al sepulcro–. Tu gran compromiso, proyecto y misión es construirte a ti mismo, es decir: al nacer eres un diamante aún en estado de carbón. Debes, entonces, empezar a  tallar y pulir la piedra bruta que tú mismo representas. Si tú lo deseas puedes transformarte, dándole forma y brillo a la piedra que eres en este momento, hasta llegar a ser el majestuoso diamante que estás destinado a ser desde el mismo instante de tu creación.

Esa es la razón por la cual estás en los juegos de la vida. ¿Aceptas el reto?

Crea, genera, produce y usa las riquezas materiales que el universo ha dispuesto en abundantes cantidades para los hijos de esta tierra. Pero también cultiva los valores  y principios superiores e inmateriales, comprométete en esto, recordando en todo momento que por intangibles que sean, en ellos reside la verdadera riqueza y se constituyen como el punto de partida para el proceso de construcción de un ser humano de orden superior.

El conocimiento consciente aleja la ignorancia y puedes, con él, usar mejor tu libre albedrío. Toma consciencia de cómo son los juegos de la vida y te convertirás en un líder servidor de tus semejantes, aceptando con entusiasmo y optimismo la tarea de guiar y comunicar un mejor futuro, sirviéndote a ti mismo, a tu familia y a tu equipo de trabajo.

Ahora ya lo sabes, hay una actividad que nadie puede realizar por ti y precisamente a eso viniste a este mundo: a jugar los juegos de la vida. A vivir tu vida y a cumplir con el compromiso de crecer y realizarte, desarrollando al máximo tu potencial creador y co-creador de experiencias y una vida de excelencia.

Se realista y humilde al actuar, no te creas omnipotente, pues junto a todas las creaturas, eres un co-creador que participa en la sinfonía magistral del universo. Pon en práctica la solidaridad, desarróllate personalmente, elévate a un nivel superior de desempeño y haz aportes de calidad en el grupo social al que perteneces. Haga siempre tu mejor esfuerzo con realismo optimista.

Entonces ¡Motívate, despierta y utiliza tu poder! Pues con tu esfuerzo consciente y persistente puedes lograr grandes realizaciones y ser feliz, al tiempo que haces felices a tus semejantes (creadores ellos también). Algunos quizás con un grado menor de consciencia que el tuyo, pero creadores al fin. ¡Tus semejantes te necesitan como coequipero! ¡Tu aporte será siempre valioso, no se los niegue! Acepta los triunfos lo mismo que las derrotas, aborda los problemas con serenidad, madurez y autocontrol, pues también forman parte de los juegos de la vida. Pero recuerda buscar inteligente y creativamente la oportunidad que estos traen consigo, ya que también son parte de la única constante de la vida: el cambio indetenible desde tu nacimiento hasta tu muerte. ¡Todo es un continuo y constante cambiar!

Tu flexibilidad y adaptabilidad siempre serán sinónimos de juventud y posibilidad de éxito y felicidad.

Recuerda también que es tu deber fomentar y promover el cambio en ti mismo y en tu entorno para mejorar ¡Pues eres un ser humano valioso y un gran líder automotivado y comprometido! ♥︎

Revista Sembradores 

lunes, julio 05, 2021

Mi talento dice sí, mis pensamientos dicen no

Una de las primeras cosas que aprendí en la escuela de sociología fue que la sociedad es un grupo de personas con intereses comunes que se relacionan entre sí. El hombre como protagonista de lo socialmente establecido, como la razón de ser de la historia, como la materia prima del universo. Sin embargo, me da la impresión de que a veces de manera inconsciente invertimos mayores recursos en tiempo y dinero a los procesos que configuran lo humano, que a lo humano mismo. Es por eso que se hace cada vez más común presenciar cómo un empresario tira la casa por la ventana cuando se trata de comprar maquinarias, sistemas operativos e insumos para su compañía y a su vez se aleja de una manera preocupante de la inversión en la capacitación y formación de su personal tanto técnica como emocionalmente.

Es contradictorio. Por un lado deseamos mejorar las utilidades de nuestras empresas y vidas, pero por otro le damos la espalda a la inversión en el talento humano, que es el eje sobre el cual se construye el éxito. ¿Conoces alguna empresa que logre funcionar a control remoto, con la presencia de robots y la ausencia de hombres y mujeres? No existen. Lo que sí existen son empresas conformadas por seres humanos en quienes recae la responsabilidad, a través de sus recursos y creatividad, de salir adelante y así darles a sus compañías un repunte tanto financiero, como social.

En definitiva, el talento es lo que nos identifica como seres humanos, es lo que nos alienta a vivir, es lo que en ocasiones nos reconcilia con la vida, nos da propósito, nos fusiona a un estilo de vida superior en donde lo que buscamos es crear, inventar, darle al mundo ideas que nos permitan no solo agruparnos como sociedad sino también reconciliarnos con nosotros mismos.

Estas y muchas razones más me han llevado a dictar talleres, conferencias incluso crear una audio-conferencia sobre talento en donde trato de explicar la importancia de conectarnos a nuestros talentos y destrezas, es decir, saber de qué somos capaces y no pasarnos la vida subestimándonos, devaluándonos y desacreditándonos, como si la vida siempre estuviera confabulada en nuestra contra. El talento que todos y cada uno de nosotros poseemos es la llave que abre nuestra puerta al progreso, es nuestro boleto al desarrollo, no existe mejor opción para cualquier ser humano que tener claridad con respecto a cómo ganarse la vida mediante sus mejores habilidades. Desconocerlo nos coloca de espaldas a la prosperidad y nos envía directamente a la pobreza.

Es increíble cómo perdemos tiempo buscando caminos que nos lleven a un éxito inmediato a través de atajos, ignorando que en nosotros mismos vive una posibilidad -talento- que si la sabemos utilizar, somos perseverantes y nos disciplinamos, nos daría un retorno económico, espiritual, social y ético inimaginable. Nuestras carencias materiales, existenciales tal vez, pudieran tener su origen en el desconocimiento de lo que somos capaces de hacer, en nuestra desconexión con aquello que nos caracteriza y nos distingue como humanos. De ahí la importancia de darnos a la tarea de indagarnos, conocernos tener consciencia, identificación, conexión y aplicación de nuestro talento.

Por ejemplo: Imaginemos que siempre has sido habilidoso al momento de enfrentar la tecnología, es decir, manejar un teléfono móvil, una computadora, una tablet y cualquier otro dispositivo moderno; que adicionalmente amas utilizarlos, el tiempo se te pasa volando, incluso olvidando comer, tomar agua y hacer cualquier actividad cotidiana mientras los utilizas. Es muy probable que esa sea una de tus habilidades, considerando tus niveles de creación y pasión en el tiempo invertido. Ante una situación de tales características cabría la pregunta: ¿Qué hacer?

Yo diría que estructurar esa pasión y meditar cómo lograr convertir esa actividad en una forma de ganarse la vida. Fue así como lo hicieron hombres como Bill Gates, Steve Jobs, entre otros.

Así pues, Una vez que eso está definido, toma en cuenta que el talento nunca es suficiente, es decir, debe ir acompañado por la necesidad de siempre superarse, de nunca creer que ya te las sabes todas. Todo lo contrario, estar atento a cualquier sugerencia que enriquezca tu trabajo.

Sucede que la mayoría de las personas se dedican a actividades que aunque pueden llevarlas a cabo, no son precisamente con las que se sienten más ingeniosos y felices, pero dada la necesidad de obtener un salario o el miedo a no poder vivir de eso que aman, terminan invirtiendo su tiempo en actividades que abastecen sus vidas de seguridad, pero no de satisfacción y realización. Entiendo que no es sencilla esa transición, es un duro camino, sin embargo es la ruta más segura, no por las ausencias de dificultades sino por la certeza de oportunidades.

Siempre me he dicho: José Jacinto estás en esta tierra no solo para comer, dormir, trabajar, tener una familia, alcanzar una jubilación y finalmente morir. Debe existir un propósito adicional, debe existir una razón trascendente que justifique nuestra presencia en este mundo.

La respuesta que encuentro es: creación, invención e inmortalidad. Entonces encuentro que el vaso comunicante entre nuestras destrezas y ese sentimiento de trascendencia, es el talento.

Ya que solo conectándonos a lo mejor de nosotros tendremos la oportunidad no solo de conocer la mejor versión de cada uno de nosotros, sino también la mejor versión de nuestras sociedades.

He tenido la oportunidad de validar estos conceptos capacitando empresas y asesorando desde deportistas profesionales hasta gerentes de compañías en distintos estados de Venezuela y al final concluyo que las personas más exitosas que conozco son aquellas que logran engranar su talento, pensamientos y acciones, es decir, su imaginación y certeza de lo que anhelan de la vida a sus conductas y acciones. Cuando así lo hacemos puede que nos ocurra lo mismo que al rey Pigmalión quien se enamoró de una estatua de mujer que él mismo había moldeado de una manera tan profunda, que la diosa Afrodita decidió darle vida para que Pigmalión pudiera casarse con ella. Al final, esta historia nos enseña cómo los resultados que obtenemos están determinados por nuestras propias expectativas.

¡Vive por tus talentos, que ellos de seguro te honrarán a ti! ♥︎

Soc. José Jacinto Muñoz

gravitacom@gmail.com

MI PAREJA: un encuentro conmigo

¿Estás siendo infeliz en la relación de pareja?

Entonces, si es así revisemos qué pasa, pero empezaremos por revisar que pasa contigo, no con el otro. Porque una de las posturas que más agranda el conflicto es cuando creemos que el problema es ese otro.

La pareja realmente no tiene la posibilidad de hacerte infeliz. Ten presente que no importa lo que esté sucediendo, siempre obsérvate y revisa qué hay dentro de ti que genera esa situación. Porque, fíjate que es común observar a uno de los miembros de la pareja pidiéndole al otro un comportamiento adecuado para poder ser feliz, y cuanto más le exigimos a nuestra pareja conductas adecuadas, más revelamos nuestros vacíos como hijos. A veces esto es sorprendente y algunas personas dicen: "pero, ¿qué tiene que ver mi experiencia de hijo con mi actualidad en la pareja?" Y la verdad es que esos vacíos que tuvimos en nuestra familia nuclear inciden directamente en nuestra relación de pareja. En estos momentos podríamos recordar cuando por ejemplo sentías: “¡Mamá o Papá, no me dejes!” o “No me señalen de todo…” o cuando sentimos: “No es justo que prefieran más a mi hermano que a mí” o cuando sentíamos ante nuestros padres: “Mamá o Papá ¡nunca sabrán cuánto hice para ganarme su amor! o en el caso: “Mi papá prefirió a otra mujer más que a mi mamá y cuánto tuve que defender a mi madre de mi padre…” ¿Sabes algo?, todas estas historias y muchas más que no alcanzo a mencionarte nos vuelven a sorprender en nuestra relación de pareja, y casi son las mismas frases que hoy le repetimos: un “no me dejes, valórame, valora lo que he hecho por ti, no me cambies por nadie…”

Es bueno que sepan que en muchos casos la pareja viene a detonar todas aquellas historias ocultas, no importa cuánto quieras ocultar tu pasado o cuanto quieras obviarlo, la pareja viene a mostrar todo esto que en nosotros no ha sido resuelto. Esto me permite decirte que la infelicidad en tu relación de pareja pertenece al mundo de tus expectativas.

Hay personas que se consiguen a una pareja y creen que se encontraron con el remedio de todos sus males, al punto que se olvidan de su familia sin saber que SIN PADRES NO HAY PAREJA. Esto quiere decir que un vacío de papá, por ejemplo, para un hombre, pone en riesgo su habilidad para ser hombre de su mujer. Un hombre que rechaza las conductas de su padre está propenso a repetirlo, o una hija herida en su relación con la madre luchará mucho para mantener una relación de pareja, y frecuentemente vemos que toda hija herida de la madre será una esposa herida por su hombre. Así es que cuando renuncian a la familia por la pareja entonces convierten a la pareja en el eje de sus vidas, y esto es porque renunciamos a la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos de seguir siendo nosotros y de velar por nuestras propias necesidades, esto sin llegar a suponer el peso en el que nos convertimos para nuestra pareja cuando comenzamos con un “ayúdame, atiéndeme, acompáñame…” y la pareja no está diseñada para resolver en nosotros este tipo de necesidades.

Aquí quiero hacer un paréntesis para recordarte que la felicidad viene de sentirnos en sintonía con la vida, y si preguntas como es estar en sintonía con la vida, debes saber que estar en sintonía también es amar todo tal cual es; que cuando descubres la utilidad de lo imperfecto entras en un respeto por lo que pasa. La vida es un gozo y cuando experimentas esa plenitud es cuando le puedes decir a tu pareja: “conozco la felicidad que viene de mí y esa es la felicidad que quiero compartir contigo, no la que vengo a exigirte,” porque el que exige en la pareja es nuestro niño interno herido; es el que reclama, el que grita, el que golpea.

De alguna manera, con todo esto, te estoy invitando a que aproveches las situaciones difíciles en tu relación de pareja para ocuparte de ti para sanarte, para que puedas hacer que tu gran conflicto de pareja se convierta en tu gran bendición.

Acompáñame en la creencia de que es posible hacer la diferencia, tú y yo somos uno. ♥︎

Dr. Alberto Chirinos

Comunicador y conductor del programa de televisión “Ser Integral”.